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La Noche de las Rosas

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La Noche de las Rosas Empty La Noche de las Rosas

Mensaje por Jeanette Yunnuen Mar Nov 08, 2011 8:32 pm

Alice in the Country of Hearts
Heart no kuni no Alice

ハ—トの国のアリス
Fanfic

La Noche de las Rosas


Sinopsis:
El corazón de Alicia ha sido despedazado por un hombre a quien amaba. Creyendo que no podría sufrir no puede creer cuando, en la noche de Halloween dos demonios entran en su casa y le aseguran que su hermana morirá si ella no accede a acompañarlos hasta el Inframundo.
Debe romper el hechizo; encontrar las rosas negras que crecen de noche en aquel lugar extraño, recolectarlas y hacer un collar con sus espinas, antes de que el frasco que le ha sido entregado se llene. Pero no puede pedir ayuda, no puede decirle a nadie que es lo que ocurre, si no todo será en vano…
El Inframundo es un lugar extraño repleto de peligros que ella deberá enfrentar; hay una guerra, las personas mueren y a nadie parece importarle…
Pero, hay algo que ningún ser o demonio le advirtió y que puede representar un gran problema para Alicia: si pierde su corazón en el intento, nunca podrá regresar.

¿Has escuchado sobre Perséfone?
¿No?
La mujer que fue raptada por el amo y señor del Inframundo...
...él la amaba y ella...
...ella quería regresar a casa...


Tal vez los relatos no son sólo para disfrutar,
tal vez tratan de advertirnos...
Nada sucede de la misma forma dos veces,
pero
las historias llegan a parecerse bastante...
la leyenda
se vuelve real


Ha pasado mucho tiempo.
Ella no se llama Perséfone, sino Alicia.
No fue raptada, cayó al Inframundo
y debe permanecer en él hasta
encontrar la cura para
la maldición que le quita la vida a su hermana.
Y, una vez que lo haga
debe volver a casa.
Pero, llega él y no está dispuesto a dejarla ir...
...él la ama y ella...
...ella tiene que salvar a su hermana...

Capítulo 1. https://animefanfics.forosactivos.net/t1381-la-noche-de-las-rosas

Capítulo 2.

Parte 1. https://animefanfics.forosactivos.net/t1425-la-noche-de-las-rosas


II

La reina de corazones

(Parte 2)

Nuevamente se encontraba en el laberinto, sólo que ahora estaba lleno de Lágrima Negra y Alicia intentaba alcanzarlas, pero sus manos no eran lo suficientemente largas así que corría hacia los rosales. Pero ellas parecían rehuirle; por más que se desgastaba, paso a paso, no conseguía llegar hasta las rosas.

-Alicia

Esa voz. De pronto, era como si todo estuviese bien, frente a ella había aparecido la figura de Lora y le sonreía, parecía completamente feliz.

Su hermana extendió la mano hacia ella.

-Vamos, Alicia, es hora de irnos a casa.

Casa.

No sabía que tanto la extrañaría hasta estar lejos de ella, por fin todo sería normal… Ahora podía verse en el jardín, levantándose y sacudiendo la hierba de su cabello y su ropa. Sonrió. ¡Por supuesto! Seguramente se quedó dormida, en realidad no existía ningún Inframundo y su hermana jamás se había enfermado.

-¿No me acompañas?

Alicia se estremeció, asustada, algo extraño alcanzaba a relucir en el tono de su palabras, era como si su voz estuviera cada vez más lejana. Preocupada, estiró la mano, pero sus dedos no lograron aferrar los de ella, en cambio, la luminosa imagen de Loraine se apagó y comenzó a desvanecerse.

-¡No te vayas! –gritó Alicia, sintiendo que su propia voz fallaba.

Hizo un esfuerzo por dar un paso hacia ella pero, de entre la tierra del jardín surgieron rosas negras a su alrededor. Un tallo se enredó en una de sus piernas y clavó, con una voluntad y fuerzas inusitadas para una planta, las espinas en su piel.

-Ayúdame, Alicia –su hermana sollozó, viéndose cada vez más etérea e intangible-. Si logras tomar mi mano, todo estará bien.

Contra todo el dolor que sentía, Alicia luchó por estirar sus dedos, pero las rosas la apresaron, inmovilizando todas sus extremidades. La presión y el dolor iba en aumento, pero ella aun tenía un poco de fuerza para resistirse.

Pero Loraine bajó su mano, por primera vez, la miraba con una expresión decepcionada. Eso fue mucho más doloroso que todos los pinchazos que sufría debido a las rosas.

-Llegaste tarde, pequeña. Tengo que irme.

-¡No!

-¿No quieres volver a casa? –del hermoso rostro de Loraine, comenzaron a brotar gruesas lágrimas rojas.

-¡Sí! ¡Pero no puedo! –Alicia volvió a agitarse con más fuerza y, cuando creía que podría romper todas las ataduras que la liberaban, otro lazo de espinas se enredó, esta vez desde su cintura hasta su pecho; una de las espinas se le enterró directamente en el corazón.

Ya no tuvo fuerzas para seguir luchando.

Loraine se volvió cada vez más borrosa, hasta el punto en que se convirtió en una sombra tenue, capaz de desaparecer con el más leve soplo de viento.

-Regresa a casa, Alicia –con esa última súplica, su hermana desapareció.

Como si el cielo comprendiera sus sentimientos, se desató una tormenta que la cubrió toda de frío y humedad.

Sin embargo, cuando creía que ya no podría soportar más, todo se detuvo. Las rosas desaparecieron y la lluvia terminó. Ya no estaba en el jardín de su casa o en el laberinto interminable, sino que se encontraba sobre un suelo arenoso, bajo una noche llena de estrellas. Y ella estaba completamente seca.

-Siento no haberlo detenido antes, llegué un poco tarde.

Alicia levantó la vista; junto a ella había un hombre con el cabello plateado, ataviado con un traje negro, y un parque que cubría uno de sus ojos.

-¿Quién eres tú?

-Nightmare, semidemonio de los sueños –contestó él, con una ligera sonrisa.

-Entonces estamos en mis… ¿esto no es real?

-Por supuesto que lo es, por lo menos la charla que mantienes conmigo, sí.

-¿Y el Inframundo?

-Me temo que aun sigues ahí –dijo Nightmare, dirigiéndole una mirada compasiva-. Sabes, yo no debería eliminar un sueño o pesadilla, pero yo… jamás había visto un sufrimiento tan sincero como el tuyo, eso habla de un cariño muy puro, cosa que ya casi no hay en el Inframundo…

Alicia agachó la mirada, por un momento, quería dejar de pensar en Loraine porque sólo le causaba dolor.

-¿Quién era ella?

Alicia negó con la cabeza, ya que todavía seguía en el Inframundo no podía olvidar las reglas que Jove y Kane le habían puesto, no debía decir nada sobre Lora.

-Se parecía a ti –continuó Nightmare-, creo que es tu hermana.

La joven se estremeció, pero continuó sin proferir palabra alguna.

-De acuerdo, no preguntaré más, de cualquier forma yo sólo vine aquí para saber dónde estás.

-¿Qué quieres decir? –cuestionó ella, confundida.

-En estos momentos te encuentras en alguna parte del Inframundo, inconsciente –explicó Nightmare. Se acercó a ella y cubrió sus pequeñas manos con las de él. Sucedió algo extraño, en un instante, sus manos sanas y níveas se cubrieron de las heridas que le había causado la Lágrima Negra, y, tras un parpadeo, volvieron a desaparecer-. Además estás lastimada, lo que hace más urgente que me digas dónde te encuentras.

-¿Por qué quieres saberlo? –cuestionó Alicia, con cierto recelo.

Nightmare sonrió.

-En realidad, alguien me envió a averiguarlo y se enojará si no le digo pronto.

-¿Quién…?

-Por favor, Alicia, no podemos perder tiempo.

-No recuerdo, además yo no conozco el Inframundo como para saber a dónde llegué –musitó ella-, lo único que recuerdo es una fuente en forma de corazón…

-Eso es más que suficiente para mí –dijo él, haciendo una inclinación.

Alicia intentó detenerlo, pero Nightmare desapareció en segundos y todo a su alrededor comenzó a hacer lo mismo… ahora sentía frío y dolor en todo el cuerpo, sobre todo en sus manos; las heridas regresaron…

Un fuerte relámpago sonó en todo el castillo, sobre todo en la habitación del segundo piso, cuya ventana daba al exterior sur, desde donde las nubes grises y espesas, podían verse, cubriendo el paisaje nocturno.

Pero eso no fue todo lo que alcanzó a ver Alicia cuando abrió los ojos, sino a un hombre, de espaldas a ella, observando por el ventanal. Por un momento, al ver en su cabeza dos orejas largas y blancas pensó que se trataría de Elliot, pero luego se fijó mejor, no eran de libre sino de conejo, además, su cabello, corto, era blanco y llevaba un saco rojo de cuadros.

-Debe estar muy molesto –murmuró, con la mirada fija en la tormenta que se formaba en el cielo.

-¿Dónde estoy? –Alicia intentó levantarse, de lo que parecía una cama con sábanas de seda rosa, pero aun estaba demasiado débil como para incorporarse.

De pronto, el joven estuvo junto a ella; sus ojos rojos brillaban con sincera preocupación. Ahora que lo veía de más cerca, pudo notar las gafas redondas sobre su nariz. También siguió la cadena de oro que colgaba de su hombro y que terminaba en un redondo reloj de bolsillo.

-En el castillo de la reina de corazones –respondió él, acariciando su rostro, dejando la palma sobre su frente unos segundos más-. Aun tienes fiebre. ¿Cómo te sientes?


Última edición por Jeanette Yunnuen el Sáb Nov 26, 2011 1:05 pm, editado 1 vez
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La Noche de las Rosas Empty Re: La Noche de las Rosas

Mensaje por Meidara Mar Nov 08, 2011 10:08 pm

neeeeeeeeee!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
onee-chan!!!!!!!!!!!!!!!
tu fic estuvo genialoso
QWQ
espero conti o no se k are XD
sayonara ewe
Meidara
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La Noche de las Rosas Empty Re: La Noche de las Rosas

Mensaje por Jeanette Yunnuen Sáb Nov 26, 2011 1:09 pm

¡Gracias por el comentario, hermanita! ^^ Y a los que han puesto sus comentarios en los mensajes anteriores, espero que les guste lo que sigue!!


-Yo… -Alicia trató de enfocar bien la habitación pero aun había momentos en que su vista fallaba, todo lo que podía distinguir era lo repleta que estaba de muñecos de felpa y objetos en forma de corazón- Estoy mareada y tengo frío.

Un suspiro cansado brotó de los labios de él.

-El veneno de la Lágrima Negra es muy fuerte, supongo que necesitarás otro día más para recuperarte por completo –comentó.

Alicia se mordió el labio, insegura.

-¿Qué sucedería si… volviera a pasar… esto? ¿Moriría?

-No lo creo –respondió él, un poco extrañado por la pregunta-, probablemente sufras los mismos síntomas o puede que tu cuerpo llegue a acostumbrarse. Pero no te preocupes, esas rosas son muy raras aquí, sólo existen en ciertas zonas.

Alicia luchó contra el impulso por cuestionarle sobre dónde encontrarlas, ya que sabía perfectamente que debía buscarlas por ella misma. Además, se vería muy extraño que lo hiciera, ya que le habían causado tanto daño.

-Por cierto, ¿cómo fue que te pasó esto?

Instintivamente, Alicia buscó en la habitación su bolsa y, para su alivio, yacía junto a ella, en una mesita de noche, estaba cerrada, por lo que todavía él no sabía que ahí traía las rosas o las partes que quedaban de ellas.

-No lo sé –mintió-, no recuerdo mucho. ¿Quién eres tú? –añadió, para distraerlo un momento.

Él sonrió, como si le alegrara su curiosidad.

-Me llamo Peter White –soltó-. Aunque eso no es tan importante ahora, considero tu nombre y tu procedencia mucho más atractivos.

Alicia se cubrió la boca para ahogar una risa, su modo de hablar exageradamente educado le habían divertido -aunque sospechaba que lo había hecho a propósito-. Pero, en ese momento se dio cuenta que sus manos estaban vendadas. Peter, siguiendo su mirada, se encogió de hombros, lucía un poco apenado.

-Tus manos estaban muy maltratadas, así que las… curé.

-Gracias.

En ese momento, la puerta de doble hoja se abrió y una mujer hermosa, ataviada en un vestido rojo de corazones entró en la habitación. Ya que se encontraba en un castillo y aquella mujer de rizos morados y mirada altiva, lucía una corona, supuso que era la reina.

-Veo que nuestra invitada se encuentra mejor –dijo con amabilidad-. Querida, estábamos muy preocupados por ti, sobre todo el joven que ves a tu lado.

Peter le frunció el ceño a la reina, pero no lo negó.

-Soy Vivaldi, la reina de corazones, pero tú puedes llamarme solamente por mi nombre –dijo ella.

-Gracias por todo –dijo Alicia, entonces, se dio cuenta que ya no traía el vestido con el que había salido de la Torre del Reloj, sino uno rojo- y también por la ropa.

-No hay problema, querida –sonrió Vivaldi-. El tuyo ya estaba muy sucio y maltratado por lo que le pedí a una de las mucamas que te lo cambiara.

La reina se sentó en la cama.

-Pero, cuéntame, ¿cómo es que llegaste a mis dominios? ¿De dónde eres exactamente?

-¿Cómo te llamas? –agregó Peter.

-Soy Alicia Liddell y vengo de… arriba.

-¡Una forastera! –exclamó Vivaldi. Le dirigió una mirada un tanto preocupada a Peter-. Esto no le va a gustar.

Otro treno se escuchó en el cielo. Vivaldi y Peter observaron el cielo, ambos un poco temerosos.

-Y hoy parece que está furioso.

-¿Qué? ¿Quién? ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? –soltó Alicia haciendo un esfuerzo por levantarse, consiguiendo, únicamente, agitarse más. Volvió a sentirse adolorida.

-No te muevas, Alicia –Peter se inclinó hacia ella-, sólo te cansarás, necesitas permanecer acostada.

-Pero… quiero saber…

-Tranquila, tranquila –él acarició su rostro, después con una expresión completamente diferente hacia Vivaldi-. La estás alterando.

La reina arqueó las elegantes cejas.

-Nunca me habías hablado con tanta brusquedad.

Peter parecía sorprendido y algo apenado.

-Lo siento, su majestad.

-No te preocupes –ella sonrió-, creo que es lindo tu comportamiento, nunca te había visto así.

Peter apretó los labios y evitó todo contacto visual con Alicia.

-¿Crees que él se moleste por su intromisión a nuestro mundo? –cuestionó Vivaldi, después de un rato.

-Él aprecia el orden, la llegada de Alicia representa una ruptura al orden establecido –respondió Peter-, así que sí, supongo que le molestará. Tómala bajo tu protección.

La reina sonrió.

-Eso pensaba hacer –dijo-; ella se quedará con nosotros, por lo menos hasta que tenga que regresar, así que ya no presentará tanto problema para él.

-¿Quién es él? –se desesperó Alicia.

-El guardián del Inframundo –respondió Vivaldi, con rapidez.

Tocaron a la puerta.

-Adelante –dijo la reina. Tras lo cual, una mucama, un tanto asustada, entró en la habitación e hizo una reverencia.

-Lamento mucho la intromisión, mi señora, pero acaba de llegar el guardián –balbució ella-, y desea verla inmediatamente.

-En un momento bajo, gracias –soltó la reina; la mucama salió corriendo. Vivaldi se giró hacia Peter-. No necesito decirte que la cuides ¿cierto?

Peter sonrió.

-Me quedaré con ella todo el tiempo, incluso pediré que le preparen una habitación.

-Sabía que podía contar contigo –sonrió la reina.

Alicia no había tenido tiempo de decirles que no podía quedarse con ellos, ya que estaba viviendo en la Torre del Reloj con Julius… ¡Julius! Tal vez estaría preocupado porque no había regresado… o quizás exageraba, después de todo, apenas se habían conocido, no era como para que él siquiera le dirigiera uno de sus pensamientos. Sin embargo, aun no sentía del todo cómoda sin avisarle.

-Peter…

-¿Por qué no duermes un poco más? –sugirió él-. Debes estar agotada.

La verdad era que sí lo estaba, sus ojos pesaban más que nunca y miembros clamaban por un descanso. Pero aun tenía que encontrar la forma de hacerle llegar un mensaje a Julius, tan sólo para avisar que estaba bien.

-¿Existe alguna manera de…?

El sonido de los gritos de Vivaldi y pisadas furiosas subiendo las escaleras la interrumpieron.

-¿Cómo te atreves a entrar en mi castillo de esta forma? ¡Yo soy la dueña de todo este territorio, no puedes venir aquí y…!

-Tuve que hacerlo porque me mentiste –contestó una voz fuerte y profunda-, me dijiste que Alicia no estaba aquí.

La joven que yacía en la cama no necesitó ver a la persona que hablaba, con un gran esfuerzo se incorporó hasta quedar sentada, al momento que una figura alta, impresionante y conocida abría las dos hojas de la puerta de un empujón.

Sin embargo, todo resultó confuso a partir de ese momento; la mirada púrpura de Julius destelló con enojo, pero cambió inmediatamente cuando se encontró con la de Alicia, Peter, por otro lado, se había puesto delante de ella y la cubría con su cuerpo. Sacó una pistola de uno de sus bolsillos y le apuntó a la cara.

-Eso no te servirá, White, no pierdas tu tiempo –resopló Julius.

Por supuesto, Alicia no tenía idea de lo que hablaba él, es más, lo consideraba un demente por tener la expresión tan tranquila estando en un riesgo tan grande.

-¡No, Peter, no le hagas daño a Julius!

Vivaldi, que había entrado detrás de Julius y que estaba bajo el marco de la puerta la miró con ojos sorprendidos, al igual que Peter, quien bajó el arma y se giró hacia ella.

-¿Lo conoces? ¿Conoces al guardián?

Alicia parpadeó.

-¿Julius es el…? –se interrumpió al sentirse mareada, se llevó una mano a su cabeza. De pronto, Julius estaba a unos centímetros de distancia, no supo cómo había conseguido llegar antes que Peter, si estaba más lejos que éste.

-¿Cómo te sientes? –cuestionó él, pareciendo verdaderamente preocupado. Con un cuidado extraordinario, tocó sus mejillas y su frente, después, con sus manos fuertes tomó las de Alicia, haciendo ver las de ella diminutas y delicadas-. Tienes fiebre y estás herida… ¿Quién te hizo esto?

Sus ojos irradiaban fuego púrpura y su voz se tiñó de tanta ira con esas últimas palabras que hasta Alicia sintió temor.

-Nadie me hizo nada –soltó, con voz trémula-. Vivaldi y Peter sólo cuidaron de mí.

-Fue el veneno de Lágrima Negra –intervino Vivaldi, su expresión había tenido muchos cambios durante la noche: había estado furiosa, luego sorprendida y ahora tenía una mirada de inteligente curiosidad; sus ojos estudiaban a Julius con fijeza-. Nada que pusiera en riesgo su vida, pero sí puedo asegurar que fue bastante doloroso.

-¿Qué pasó, Alicia? ¿Cómo fue que te pinchaste con una de esas rosas? –aunque había prestado atención a la reina, en ningún momento desvió la vista de Alicia.

La joven bajó la mirada.

-No sé, no recuerdo.

-Necesita descansar –gruñó Peter, de pronto. Le dirigió una mirada significativa a la reina de corazones.

-Monrey, debo informante que he tomado esta joven bajo mi protección, por lo que se quedará aquí, en el castillo.

Julius le dirigió una mirada llena de frialdad.

-Tal vez eso serviría si no estuviera ya viviendo conmigo.

Si Alicia no hubiese estado tan cansada, se habría reído de la expresión atónita de la reina; en verdad no entendía porque se estaban comportando de esa forma.

-Aun así no creo que sea conveniente moverla en este momento, debería quedarse aquí –soltó Peter, entre dientes.

Julius lo ignoró por completo.

-¿Quieres regresar a la Torre, Alicia?

-Sí –soltó inmediatamente y un brillo extraño se apoderó de los ojos de Julius. De pronto, se sintió culpable por sonar malagradecida con Peter y Vivaldi-, no es que no aprecie lo que hicieron por mí, pero preferiría irme.

-No hay problema, querida, puedes regresar cuando desees –contestó la reina, con una amplia sonrisa.

Alicia asintió e inmediatamente se estremeció, llevaba ya mucho tiempo sin las sábanas y comenzaba a sentir frío.

-Puedes cubrirte con esto –Julius le tendió su gabardina negra y ella se la puso; le quedaba demasiado grande.

Alicia sonrió al tener que arremangarse para que sus dedos pudieran verse entre tanta tela. Hizo un ademán por bajarse de la cama y ponerse de pie, pero Julius se lo impidió, le pareció ver el fantasma de una sonrisa en su rostro.

-Ni siquiera lo sueñes, yo te llevaré –él extendió los brazos hacia ella.

-Gracias, pero creo que puedo hacerlo sola.

-No seas testaruda –se rió Julius.

En lugar de fingir molestia, secundó su risa con otra, un poco más débil. Tras un asentimiento, permitió que la tomara entre sus brazos y la levantara de la cama.

Para variar, tanto Peter como Vivaldi volvían a tener esa expresión de asombro.

-¡Espera! –exclamó, antes de que avanzara- ¡Mi bolsa!

Sintió que alguien se la colocaba en las manos y, al desenterrar la cabeza del pecho de Julius se dio cuenta que era Peter.

-Gracias –le sonrió-, por todo.

-¿Nos veremos de nuevo?

-Por supuesto –dijo ella, permitiendo que se cerraran sus ojos.

Al despertar, descubrió algo que la alegró, el sol soltaba chorros de luz hacia su ventana. Mientras transcurría el tiempo, los días parecían mejorar. Alicia se levantó y asomó su rostro para ver una gran parte del sol; todavía algunas nubes insistían en querer eclipsarlo, pero confiaba en que eso cambiaría pronto. Rápidamente, se cambió de ropa, se puso unos zapatos azules y salió de la habitación. Encontró a Julius frente a su escritorio, reparando un reloj; notó que llevaba puestos unos lentes en forma rectangular, los cuales lo hacían verse más interesante.

En el momento se dio cuenta que estaba ahí, él se puso de pie y se acercó a ella.

-¿Cómo te sientes?

-Mucho mejor –sonrió Alicia, pero se le borró su sonrisa al notar las sombras oscuras que se coloreaban debajo de los ojos de Julius- ¿No dormiste?

Él desvió la mirada.

-Estuve trabajando.

-Deberías descansar más.

-Lo haré, pero primero dime qué es esto que tienes aquí –dijo él, mostrándole la bolsa tejida, abierta; los pétalos y el tallo con espinas.

¿Qué iba a hacer?

Nadie puede saber sobre el hechizo, ni sobre nosotros, si alguien te pregunta di cualquier cosa, menos la verdad.

Si cometía el error de confesarle todo a Julius, jamás podría salvar a su hermana.
Jeanette Yunnuen
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