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Mensaje por AiixChaan Vie Oct 09, 2015 6:23 pm

Capítulo 1: Sueño.

Sus brillantes ojos azules se abrieron lentamente. Una luz lo atraía. Lo llamaba. La tibia voz lo aclamaba. – Naruto - Decía. No la reconocía pero no le resultaba peligrosa. Dio un paso, luego otro. El canto suave de esa voz aún lo llamaba. Otro paso hacia adelante, lo seguía llamando.  Estaba impaciente, quería saber de quién se trataba. Él comenzó a correr. Corrió, corrió y corrió. La luz se hacía más radiante. Brillaba y brillaba y cada vez lo enceguecía más. Impedía la visión de aquel  hombre que corría expectante.
- Naruto… oh, Naruto…
El rubio se detuvo y fijó la vista en quién le hablaba. Era una mujer.. ¿su madre?  No. Si… ¿Quién era? Era igual a su madre, Kushina, pero no tenía ese cabello rojizo peculiar.. sino, en cambio, lucía una hermosa cabellera dorada hasta los hombros.
- ¿Madre? – preguntó vacilante.
- Naruto – repitió la voz – yo no soy tu madre. Yo soy tu…

La alarma sonó irritante como todas las mañana. Uzumaki Naruto se despertó abandonando ese sueño extraño que estaba teniendo.
- Buen día – Le dijo una voz a su lado - ¿soñabas?
- Si, y algo muy raro… - se agarró la cabeza y permaneció en silencio por unos segundos, pensando. – Buen día – dijo al fin, con una de sus habituales sonrisas - ¿Te acabas de despertar?
- No, abrí los ojos diez minutos antes que el despertador sonara…
- Tú siempre adelantada al reloj, Hinata.
La mujer  a su lado le sonrió. Hinata, vestida con delicadas prendas de seda, se sonrojó. Su pelo, azul como el océano, caía en cascada por su espalda. Sus ojos color perla miraban al rubio con dulzura. Una sonrisa decoró su pálida tez regocijándola de belleza.
- Al fin ya es lunes, ¿no es verdad? – dijo Hinata – Los niños empiezan las clases…
- Si, de vuelta a la rutina – el hombre suspiró – seguramente aquellas dos ya están saltando de la alegría, son demasiado enérgicas… DE-MA-CIA-DO.
- Seguro, aunque a veces me preocupa Hirot…
La puerta de la habitación se abrió con brusquedad interrumpiendo a la peliazul.
- Bueeeeeeeeeeeen diaaaaaaaaaaaaa!!!! – Dos niñas idénticas irrumpieron en la habitación saludando con énfasis.  De un salto aterrizaron en la cama de la pareja. – Mamá, papá, Buen día!! – Las pequeñas sonrieron con una sonrisa parecida a la de su padre.
Eran dos gotas de agua. Sus ojos brillaban como la luna por la noche. La mayor (solo por diez minutos de diferencia) tenía el pelo largo, lacio y rubio que le caía en cascada sobre su espalda. La menor tenía el pelo corto,  rubio y crispado como su padre.  Ambas niñas, de diez años cada una, saltaban en la cama con pijamas de diferentes colores.
- Aiko, Akira, dejen de saltar por favor – Hinata cerró los ojos y respiró hondo. Paciencia, paciencia, eso era lo que había que tener con dos gemelitas.
- Si señora! – Las gemelas uzumaki dieron un último salto y cayeron de cola al colchón. Ambas sonrieron – Podemos ir a molestar a Hiroto? Si? Podemos?
Naruto puso los ojos en blanco y les dio una palmadita en la cabeza a cada gemelita.
- Vayan, pero por favor dejen el alboroto para más tarde…
Las pequeñas rubiecitas rieron traviesas y bajaron saltando de la cama. Dejaron la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.

En la habitación de al lado un joven, acostado boca abajo en su cama, miraba atentamente una foto entre sus manos. Sus amigos de la secundaria plasmados en una imagen. Empezando desde la izquierda, mostrando una amplia sonrisa, estaba Yota Uchiha, su mejor amigo. “Todo un galán”, el siempre le decía, un muchacho de su misma edad de pelo crispado y azul, y de ojos verde agua. A su lado, tomándolo por el cuello en señal de amistad, estaba él, con sus ojos celeste cielo y su pelo azul oscuro. Tercera, con su dulce y carismática sonrisa, estaba Mei, hija única de Sai e Ino.  De pelo largo y negro como la noche. Abrazada a ella, última en la foto, estaba la alegre y enérgica Hoshiko. De sonrisa amplia, corto cabello color cacao y de profundos ojos celestes. Si, sus amigos de la prepa.
Hiroto suspiró resignado. Rozó con su yema la imagen de la bella joven de cabello cacao. La miró detenidamente. Estaba enamorado y él lo sabía.
- Hermanoooooo!! – de nuevo las pequeñas, como un tornado, irrumpieron en una habitación ajena.
- ¿Qué estas mirando, hermano? Es es una foto? – Aiko estiró el cuello para mirar la foto.  Akira lo hizo también.
- Mira Aiko, es Yota! Pero no reconozco… a esas dos chicas, hermano. – Akira miró con curiosidad y señalando la foto preguntó: - ¿Quiénes son?
- Mei y… Hoshiko – dijo Hiroto suspirando. Era un tonto enamorado.
Las gemelitas tornado se miraron cómplices. Una sonrisa socarrona decoró sus inocentes caritas.
- Hiroto tiene novia, novia, novia, Hiroto tiene noviaaa – chillaron al unísono.
El joven de ojos como el cielo tomó a cada una de sus hermanas, las subió a cada uno de sus hombros y las sacó inmediatamente de su habitación.
- Son peor que una mosca zumbándome al oído. – Dijo Hiroto conteniendo sus ganas de gritar – Mamá pidió paciencia…. PERO YO NO LA TENGO! ADIOS! – dijo a los gritos y cerró la puerta  provocando un estruendo que retumbó en toda la casa.
Abajo en la cocina, Hinata servía el desayuno vestida ya para trabajar, cubriéndose con un delantal violeta, que le sentaba perfecto. “Todo te queda bien” le había dicho Naruto en una de sus primeras citas en el secundario.
Naruto agradeció su porción y comenzó a engullir su ración de desayuno. Las niñas bajaron corriendo, porque sabían que era lunes de panqueques. Hiroto, bostezando, bajó detrás de ellas. Todo era igual aquella mañana de lunes… por lo menos hasta ese momento.

Luego de desayunar Naruto subió a su Mercedes, “el auto de sus sueños”, que había comprado luego de heredar la empresa que lideraba; y partió al trabajo. Hinata, sobria y elegante, llevó a las gemelitas a la escuela y luego arribó a su trabajo. Hiroto nunca se apuraba, sabía perfectamente que en diez minutos llegaría a la escuela caminando. Pero hoy, primer día de clases luego de las vacaciones, quería salir temprano y encontrarse con ella por el camino.
Naruto llegó a su trabajo, dejó su saco y maletín sobre su pequeña mesita acomodado justo al lado del escritorio, y se paró enfrente de su amplio ventanal. Las calles de Tokyo siempre estaban atestadas de gente, autos, animales, bicicletas, puestos ambulantes… era una locura, pero a él le gustaba lo loco. Sonrió y se sentó en su silla reclinable. Por alguna razón amaba su trabajo, era el Jefe de toda esa empresa de negocios, él haría todo por ella y la amaba. Sabía que exageraba pero Konoha S.A. era la herencia de sus padres a quiénes…
- Uzumaki-sama, hay una mujer que quiere verlo – Le dijo una voz por el intercomunicador – No tiene cita pero dice que es urgente… ¿La hago pasar?
Naruto miró el intercomunicador extrañado. Nadie hablaba con él sin citas. Pero esa mujer decía que era urgente. De repente una imagen de su sueño cruzó su mente como un relámpago. Titubeó pero al fin dijo:
- Hazla pasar, Moeghi-san.
Naruto volteó con su silla hacia el ventanal. Apreció una vez más la vista de esa gran ciudad y se quedó pensativo mirándola.
- Uzumaki Naruto-san, ¿Es usted? – Naruto no reconoció la voz, pero le resultó familiar.
- El mismo – contestó con desdén - ¿Qué se le ofrece?
Naruto giró intrigado su silla. Al voltear observó petrificado a la mujer en frente suyo. Su rostro, su boca, sus ojos… todo. Era ella. O no?  Recordaba a su madre de rojizos cabellos color fuego, lacio y largo. Pero esta mujer solo lo tenía  cortado impecable hasta los hombros y su pelo rubio y fino como el oro, brillaba por los rayos de luz que entraban por el ventanal. Pero… ¿Por qué? ¿Por qué esa aquella mujer se parecía tanto a su madre? Acaso todo aquello… ¿Era solo un sueño?
AiixChaan
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