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La Noche de las Rosas
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La Noche de las Rosas
Alice in the Country of Hearts
Heart no kuni no Alice
ハ—トの国のアリス
Fanfic
La Noche de las Rosas
Sinopsis:
El corazón de Alicia ha sido despedazado por un hombre a quien amaba. Creyendo que no podría sufrir no puede creer cuando, en la noche de Halloween dos demonios entran en su casa y le aseguran que su hermana morirá si ella no accede a acompañarlos hasta el Inframundo.
Debe romper el hechizo; encontrar las rosas negras que crecen de noche en aquel lugar extraño, recolectarlas y hacer un collar con sus espinas, antes de que el frasco que le ha sido entregado se llene. Pero no puede pedir ayuda, no puede decirle a nadie que es lo que ocurre, si no todo será en vano…
El Inframundo es un lugar extraño repleto de peligros que ella deberá enfrentar; hay una guerra, las personas mueren y a nadie parece importarle…
Pero, hay algo que ningún ser o demonio le advirtió y que puede representar un gran problema para Alicia: si pierde su corazón en el intento, nunca podrá regresar.
¿Has escuchado sobre Perséfone?
¿No?
La mujer que fue raptada por el amo y señor del Inframundo...
...él la amaba y ella...
...ella quería regresar a casa...
El nocturno cielo se complacía en retorcer las nubes; pronto estallaría una tormenta, los relámpagos iluminaban la tierra arenosa, el estéril paisaje de los sueños. Un hombre, con una gabardina negra y un reloj de oro, atado alrededor del cuello de su camisa blanca; caminaba con los brazos fuertes cruzados sobre su pecho y el cabello azul oscuro, detenido en una cola de caballo, ondeando ante el viento furioso. Dio dos pasos, el suelo crujió debajo de sus botas negras; inclinó su cabeza hacia arriba y lo vio, al semidemonio de los sueños, Nightmare. El ser descendió hasta el suelo, su cabello plateado caía sobre su varonil rostro, sin embargo, aun se podía ver el parche negro cubriendo su ojo derecho. Las comisuras de su boca hicieron un intento por elevarse hacia arriba pero, al notar el fuego oscuro que emanaban los ojos del relojero, el guardián del inframundo, se abstuvo de hacerlo.
-¿A qué se debe el placer de tu visita, Julius? –soltó el semidemonio.
El relojero apretó los puños y dio un paso adelante; era tan alto que incluso superaba a Nightmare por una cabeza, sin considerar que también lucía mucho más fuerte que él.
-No desperdicies mi tiempo, sabes perfectamente porqué.
-Sé que el trabajo de guardián no ha de ser muy alentador, pero parecer siempre tan frío que…
-Night –gruñó Julius.
-De acuerdo, viniste por los demonios. ¿Qué es lo que te inquieta tanto? Siempre se comportan así, adoran la sangre y provocar conflictos entre los habitantes de Inframundo es su diversión.
-Están más inquietos que antes –replicó el guardián-, y sé que tú sabes la razón.
-Quieren el control del Inframundo, tú eres el único que evita que se apoderen de él, así que, están ansiosos por destruirte.
Julius resopló, sus ojos púrpura relampaguearon.
-Pierden el tiempo, nadie puede dañarme, a menos que yo lo elija ser vulnerable.
Una sonrisa maliciosa se asomó en el rostro de Nightmare; se acomodó el traje negro para ocultar su creciente diversión.
-Ellos te odian, buscan lastimarte de cualquier forma, volverte presa fácil… ¿No te preocupa?
-Te lo dije, no hay nada que me dañe.
-Hay muchas formas de herir, no sólo físicamente.
-Aun así –soltó Julius bruscamente, dando la espalda al semidemonio.
-Todos tenemos una debilidad, además, se acerca la Noche Roja, la más larga que existe en todo el año, en la que todo puede suceder.
-Ace se encarga de controlar a los demonios por mí, están bien controlados.
-No olvides, las paredes se adelgazan esa noche, se pueden formar agujeros, portales…
-Jamás ha pasado y no pasará. Ahora, si me permites, tengo relojes que reparar –Julius comenzó a caminar hacia una puerta negra-, que la vida continúe en este lugar depende de mí, no puedo desperdiciar el tiempo.
Alicia dejó que la mañana coloreara la ventana; abrazó su almohada con fuerza, no podía imaginarse porqué afuera estarían tan hermoso, siendo que ella sentía que una tormenta iba a estallar en su interior. Su cabello, de un color castaño clarísimo, dejaba ver unos reflejos dorados que se derraban, lacios y delicados, sobre la almohada. Memorias llenas de momentos vividos tres meses atrás, llenaron la cabeza de Alicia, provocando contracciones en su maltratado corazón; las lágrimas empañaron sus ojos, el iris turquesa se cubrió de gotas que, inevitablemente, se dejaron caer sobre la piel de la joven.
Un suave golpeteo resonó detrás de la puerta de su cuarto, no se molestó en responder, debía ser su hermana Loraine; sólo tenía que esperar unos minutos para que dejara de insistir, después de todo, era sábado y ella bien podría pensar que seguía dormida.
Otra vez silencio.
Soltó un débil sollozo y abrazó con fuerza a su almohada, esperando que el dolor desapareciera. ¿Por qué no lo hacía? Ya no lo quería tanto, estaba segura pero… verlo o saber que lo vería aun le provocaba ciertas heridas. Estiró su brazo y alcanzó el calendario que tenía en su mesita de noche: 31 de octubre. Suspiró, odiándose por ser tan egoísta y no compartir la alegría de Loraine; ella se casaría en unos meses…
Enterró su cara en la almohada, evitando el gemido de dolor; Loraine no tenía la culpa de lo que le ocurría, ella la quería mucho y, cuando murieron sus padres, se había hecho cargo de todo. Era admirable y perfecta; algo que ella misma jamás podría ser. Tal vez fue por eso que Alexander… prefirió a Loraine.
Alicia se enjugó las lágrimas con el dorso de su mano, ya era suficiente de hacer caso a su corazón. De ahora en adelante, era mejor de lado las cosas del amor. Ella se apartaría de su hermana y Alex en la fiesta de disfraces, podía hacerlo, fingir que no existía, como él siempre hacia con ella. Intentaría volver a sonreír, por Loraine. Después de todo, ella no era la culpable, jamás se enteró que estaba saliendo con Alexander, él fue quien terminó su relación, para decirle que estaba muy enamorado de su hermana y que era mejor ahorrarse las explicaciones ante ella. No valía la pena, según él, por algo que duró tan poco tiempo.
Loraine lo quería, lo había visto en sus ojos, por eso era mejor fingir que era feliz también.
Se desenredó de las sábanas, bajó de la cama y fue corriendo al baño para mojarse la cara. Poco a poco, el enrojecimiento fue desapareciendo y las huellas de lágrimas se borraron de su rostro. Bajó a la cocina, donde su hermana ya estaba preparando el desayuno. Su cabello rizado caía sobre su espalda, brillando con un rubio muy intenso, mucho más claro que el de Alicia.
-¿No estás emocionada, pequeña? –cuestionó Loraine, esbozando una sonrisa preciosa-. Alex me dijo que las fiestas en ese club son fantásticas, sobre todo en Halloween. ¿Ya tienes tu disfraz listo, verdad?
-Sí –contestó Alicia, antes de mordisquear una orilla de su pan francés. A pesar de que ella no se consideraba tan joven, teniendo ya dieciocho años, le gustaba que su hermana la siguiera llamando de esa manera.
La sonrisa de Loraine se conservó hasta que se sentó frente a ella; tomó una de sus manos.
-Sabes, Alicia, he estado hablando con Alex y él piensa que lo mejor es que… después de la boda… te mudes a otro sitio –musitó, casi como si le apenara decirlo.
¿A dónde? Esperaba que sus ojos no revelaran la pregunta que se había formulado en su mente, se había propuesto hacer feliz a su hermana y cargándole más preocupaciones no sería correcto. Así que, en lugar de entrar en pánico en frente de ella, correspondió a su apretón de mano y le dirigió una sonrisa. Porque, pensándolo bien y sin considerar el hecho de que aun no tenía en mente dónde podría quedarse, era buena idea; no creía ser más que un estorbo para ellos. Además, como perfectamente lo sabía Alex, sería bastante incómodo.
-No te preocupes, Lora, yo… tal vez le pida a tía Margaret –soltó, consciente de que su tía jamás permitiría algo así, a su hermana la adoraba pero, por alguna razón, no le tenía tanto aprecio a ella.
-Perfecto –el peso de los hombros de Loraine pareció disminuir bastante después de las palabras de Alicia.
Ya eran las ocho de la noche.
Alicia terminó de acomodarse el listón azul sobre el cabello y se observó en el espejo. Su pálida tez se regocijaba con los resplandores de la luna, los cuales acariciaban su rostro, entrando por la ventana. El vestido azul, sencillo, parecía venirle bien y, sobre todo, esas medias rayadas que comenzaban a gustarle. Sonrió un poco a su reflejo, pensando que era una Alicia disfrazada de la Alicia de los relatos de Lewis Carroll. Siempre le fascinó esa historia, cuando era pequeña, su madre le leía un poco todos los días… cuando ella murió, fue la misma Alicia la que empezó a leerse en voz alta, imaginando que su madre la acompañaba en cada lectura.
Entonces, el sonido molesto del reloj le recordó que Alexander no tardaba en llegar; la sonrisa se esfumó de su rostro.
Loraine entró poco después a su cuarto, ella sí que lucía maravillosa; su vestido tinto con mangas largas y su peinado la hacían verse como una verdadera princesa. Por supuesto, no dudaba Alicia, su prometido iría de un príncipe.
Como esperaba su ex ni siquiera le dirigió una sola mirada al llegar a la casa, por supuesto, ella hizo lo mismo. Sin embargo, ambos forzaron su voz lo suficiente como para que saludo resultara lo bastante amable ante Loraine.
Confirmó lo mucho que no deseaba estar ahí cuando se bajó del carro azul de Alexander; el lugar no era para ella. Tantas luces y ruido era demasiado, ahora sí que extrañaba su casa y los libros. Pero no podía irse, su hermana parecía bastante feliz y, así detestara todo, no iba a hacerla pasar un mal rato.
Resultó que Alexander era gran amigo del dueño, por lo que los dejaron pasar casi al instante. Y, tal como había planeado Alicia, su hermana y su novio la dejaron cerca de la barra para ir a bailar un rato. Tras un suspiro aliviado, ella se alejó y se preguntó dónde podría quedarse a esperar que terminara la noche. Finalmente encontró un mueble acojinado en una esquina, cerca de una mesa. Por lo menos Loraine no se preocuparía ya que, por si Alicia encontraba una pareja de baile, se encontrarían en el estacionamiento dos horas después de medianoche.
Sin embargo, cuando Alicia pensaba que podría estar tranquila en aquel lugar, una extraña sensación recorrió su espina dorsal y la puso rígida contra el respaldo del asiento. Sus uñas se aferraron con fuerza en los descansabrazos. Algo andaba mal; de pronto comenzó a girar la cabeza en todas direcciones, buscando el origen de aquella emoción. Y los vio. Dos hombres habían entrado al club, vestidos con túnicas con capucha negra y una reluciente e inquietante guadaña en su mano derecha.
Alicia se puso de pie, de pronto ansiosa por encontrar a su hermana. No era el disfraz que ellos habían escogido, sino que una terrible sensación de peligro se había insertado en su corazón y que ahora no podía quitársela.
Tenían que salir de ahí.
Ahora estaba más desesperada por encontrarla; los había perdido de vista. Por fortuna, vio a su hermana, estaba con Alexander al otro lado del club; sentados en un rincón, besándose. Hizo acopio de valor y comenzó a atravesar el lugar, zigzagueando entre las personas.
No llegó muy lejos, porque cuando estaba a unos metros de Loraine, dos guadañas se cruzaron en su camino, formando una barrera que le era imposible atravesar.
-Parece brillar, creo que es la adecuada.
-¿Qué? –dejó escapar Alicia, mientras el hombre hacía la capucha para atrás y dejaba al descubierto su cabello rojo. Al mismo tiempo, el otro lo hizo también, sólo que él dejó caer su cabellera rubia. Los dos parecían satisfechos, lo cual inquietaba bastante a Alicia.
-Sí, lo es –dijo el rubio-Tiene potencial.
El otro, mientras tanto, se habían inclinado hacia adelante y estaba a punto de tomar su mano si no fuera porque ella retrocedió a tiempo y con demasiada brusquedad.
-No me toques...
Ese fue su segundo error de la noche, puesto que sus palabras sólo parecían emocionarlos más.
-¿Oíste eso, Kane? –dijo el pelirrojo- Detecta que somos un peligro, cosa que nadie aquí ha hecho; definitivamente la tenemos que llevar.
-¡Yo no voy con ustedes a ninguna parte! –exclamó.
-Nos va a ocasionar problema, Jove, ya conoces las reglas, ella tiene que decir que sí –resopló el otro.
-Tendremos que convencerla, entonces…
-¡Alicia, ahí estás! –exclamó Loraine, llegando hasta donde se encontraba ella-. Estoy un poco cansada, ¿qué te parece si nos vamos en este momento? ¡Oh, lo siento, no los había visto! Yo soy…
-¡No! –Alicia tomó la mano de su hermana-. ¡Vámonos ahora!
-¿Qué ocurre? ¿Por qué te comportas así?
-No tiene importancia, señorita, ella debe de estar tan cansada como usted. Por cierto, soy Kane, mucho gusto –sin que Alicia pudiera prevenirlo o evitarlo él tomó la mano de su hermana y la besó-. De cualquier manera, mi amigo Jove y yo ya nos íbamos. Hasta luego.
-¡Qué agradables! –sonrió Loraine, al mismo tiempo que Alex fruncía el ceño.
Pero Alicia, que estaba cada vez más confundida, le golpeó en el pecho un doloroso presentimiento que logró ponerla bastante intranquila.
Su hermana avanzó hacia Alicia y extendió su mano, pero jamás pudo entrelazar sus dedos con los de ella. A partir de ese momento, el mundo de Alicia se volvió una horrible pesadilla que tuvo que soportar ver en cámara lenta. El hermoso rostro de Loraine empalideció hasta quedar casi gris y los hermosos ojos color miel se agrandaron, las pupilas se dilataron y después volvieron a empequeñecer; cayó hacia adelante. El sonido del club había enmudecido en las orejas de Alicia y todo lo que podía escuchar era su corazón y la respiración irregular. El cuerpo de su hermana llegó hasta el suelo; su hermoso cabello se extendió alrededor de su rostro, completamente despeinado. Y, de nuevo, todo cobró su velocidad normal, el sonido volvió.
De pronto, sin ser consciente de ello, ya estaba inclinada sobre Loraine y la abrazaba con fuerza, sintiendo como un viento helado agitaba su cabello. Enterró el rostro en el cabello de su hermana y comenzó a sollozar, sintiendo como un mal augurio la frialdad de sus mejillas.
-¡Llama a la ambulancia, Alex! –gritó con desesperación, sin saber si él todavía seguía allí o no. Las personas dejaron de bailar y comenzaron a rodearlos.
Los recuerdos a partir de allí se convirtieron en imágenes borrosas y fragmentadas, su visión se empañó debido a la cantidad de lágrimas que se acumulaban en sus ojos, antes de mojar su rostro. Apenas se dio cuenta cuando llegaron los paramédicos y la apartaron de su hermana. Después se siente entrar a la ambulancia y sentarse frente a Alex y ver el cuerpo de Lora, sus labios cubiertos con una mascarilla de oxígeno y el terrible sonido de la sirena al encenderse antes de que la ambulancia arrancara.
Entre sus recuerdos todavía se conservan el olor a desinfectante y la visión del pasillo blanco en el que estuvo por más de una hora, esperando por una respuesta.
-¿Señorita Liddell?
-Sí –Alicia se levantó de un salto, notando que las rodillas y las manos le temblaban-. ¿Cómo está mi hermana? ¿Se va a poner bien, verdad?
Escuchó un ruido a su lado y se dio cuenta que Alexander también se acercaba al médico, ansioso por escuchar la respuesta.
El hombre de bata blanca se acomodó los lentes y negó suavemente con la cabeza.
-Lo siento, pero su hermana cayó en coma y no estamos seguros de que vaya a despertar…
-¿Qué… qué quiere decir con eso? –cuestionó apretando sus manos una con la otra para disminuir los espasmos que la consumían.
-Su corazón se está debilitando, conforme transcurra el tiempo disminuirá su ritmo hasta que deje de latir. Yo calculo seis meses, tal vez un año.
Su cuerpo perdió movimiento durante unos segundos, fue como si sus pies se clavaran al suelo y no le permitieran hacer ningún movimiento. Todo lo que pudo hacer fue sacudir la cabeza, negando las palabras del doctor. No importaba lo que él dijera, Loraine se iba a recuperar.
-Alicia, si entras a verla, despídeme de ella, aunque sé que no escuchará nada, hazlo.
La voz de Alex fue como un estimulante, porque logró girarse en su dirección. Parpadeó.
-¿Por qué? ¿No vas a verla tú?
-Lo siento, no puedo con todo esto, es demasiado para mí.
-¿Qué? –de pronto, el dolor se hizo a un lado para dejar paso a una furia incontrolable. Podría perdonarle haberla dejado, pero él no iba a lastimar a su hermana también. Ella, más que nadie, se merecía ser feliz-. ¡No seas cobarde! ¡No la puedes dejar, Lora te ama! ¿Qué pasará cuando despierte?
Alexander pareció enfurecer también, sus ojos negros relampaguearon. La tomó de los hombros y la sacudió con mucha brusquedad.
-¡No seas estúpida, reacciona! ¡Ella jamás va a despertar! –gritó.
Detrás de Alicia, la voz del médico intentaba tranquilizar a Alex y, después de unos minutos, la soltó. Sus piernas ya no pudieron sostenerla y cayó de rodillas hasta el suelo. Se cubrió el rostro y se mordió el labio con fuerza, para evitar que sus sollozos se extendieran por todo el pasillo. Los pasos apresurados le indicaron que Alexander ya no volvería, había abandonado a su hermana. Sintió que una mano se apoyaba en su hombro y, vagamente volvió a escuchar la voz del doctor, aconsejándole que se fuera a casa y que regresara mañana a ver a su hermana.
-No, me quedaré esta noche con ella –soltó, tras un gemido lastimero.
-Como desee, señorita, cuando esté lista para verla, sólo tiene que entrar a la habitación ciento dos.
Pasó media hora para que pudiera calmarse y limpiar su rostro, empapado en lágrimas. Con cierta dificultad se puso de pie y se obligó a esbozar una sonrisa, pensando en que sería mejor entrar al cuarto donde se encontraba Lora con una expresión alegre. Porque Alicia pensaba, a pesar de lo que todos dijeran, que su hermana se daría cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor, no importaba que estuviera inconsciente.
Abrió la puerta y se encontró con una enfermera enfundada en un traje blanco, que le quedaba debajo de la rodilla, llevaba medias, también, medias y tenis del mismo color. Todo su cabello oscuro estaba amarrado con firmeza, en un moño apretado, detrás de su cráneo. Al verla, la enfermera asintió y después de regular la máquina –que ayudaba a respirar a su hermana- la dejó sola con ella.
Alicia no se permitió dejarse intimidar por el traje azul de hospital que había remplazado al vestido de su hermana, ni por la palidez cenicienta de su piel. Tomó una silla y la colocó junto a su cama, cerca de la cabecera. Acarició durante un rato el cabello de su hermana, sin saber que decir, hasta que, mejor, decidió tomarla de la mano. Estaba helada.
-Has hecho muchas cosas por mí –soltó, con voz temblorosa-, ahora yo voy a ser quien cuide de ti, todo va a estar bien, lo prometo.
Se acercó un poco más y dejó que su cabeza descansara junto a la almohada, apretó con mayor fuerza su mano. No se apartaría de ella, por lo menos esta noche. Después averiguaría dónde conseguir trabajo y regresaría todos los días a visitarla, sí, todo estaría bien. Pronto, Lora despertaría.
Cuando estaba a punto de dormirse, detectó el sonido de unos pasos a su espalda y, lo más terrible, fueron las risas desquiciadas que le siguieron. Se levantó sobresaltada; se giró. Ahí estaban ellos, otra vez.
-Fueron ustedes.
-Por supuesto, preciosa, ¿quién más? –soltó Kane-. Por nuestra causa tu hermana morirá.
Sin explicarse cómo era que habían llegado, ni importarle nada más, se abalanzó sobre el rubio, dispuesta a hacerle daño, hasta que curase a Lora. Pero el pelirrojo, que era bastante fuerte, la detuvo a mitad del camino. Atrapada por sus brazos, ya no pudo moverse.
-¿Por qué? –exigió-. ¿Qué les hizo ella?
-No fue por ella –la corrigió el hombre rubio, el cual, ahora que se fijaba, ya no llevaba la capa negra, sino que vestía un fino traje azul marino, sin embargo, conservaba la afilada guadaña-. En realidad, tú tuviste la culpa de todo esto. Te negaste a ir con nosotros, por lo que ideamos una manera de persuadirte…
-Pero puedes enmendar tu error, preciosa –lo secundó el pelirrojo, cuyo aliento le rozaba el cuello-. Sólo accede a venir con nosotros al Inframundo.
-Están locos –se sacudió y Jove la soltó, emitiendo otra risa escalofriante-, sólo curen a mi hermana.
-Decimos la verdad, Alicia y lo sabes perfectamente –sonrió Kane-, de la misma forma que supiste que representábamos un peligro para ti y tu familia.
-No esperen que yo crea que existe un Inframundo –soltó ella, a pesar de que su corazón le decía que todo era cierto-, sólo están jugando conmigo.
-Oh, por supuesto que es un juego –intervino Jove-, pero eso no significa que te estemos engañando.
-Ahora, escucha atentamente, puedes quedarte aquí a esperar que tu hermana muera por tu culpa o elegir venir con nosotros –dijo Kane-. Y hazlo rápido que se acerca la medianoche y debemos volver.
-Si acepto… ¿curarán a mi hermana?
-No, lo harás tú, sólo te daremos las instrucciones para lograrlo. El hechizo que tiene es poderoso, por lo que requiere de sacrificios para romperlo… Vamos, decide.
-¿No estarías dispuesta a hacer todo por tu hermana? –cuestionó Jove.
Fueron esas palabras las que desarmaron a Alicia y cambiaron su destino para siempre.
-Por supuesto.
-¿Entonces…?
Todo parecía salido de un cuento espeluznante, pero sus latidos insistían en que todo era real y no era sólo una pesadilla.
-Acepto ir con ustedes al Inframundo.
-Perfecto, eres una buena hermana, Alicia –soltó Kane, burlándose, al tiempo que Jove la aprisionaba con sus brazos. Con una brusquedad que lastimó a Alicia, Kane tomó su barbilla entre los dedos, obligándola a abrir la boca-. Por supuesto, antes de caer, necesitamos que se cumplan algunos requerimientos.
Intentó liberarse, pero fue demasiado tarde, él sacó un frasquito alargado, con una tapa en forma de corazón y vertió el líquido rojo en sus labios. La obligó a tragarlo todo.
-Esto te mantendrá atada a nuestro mundo por algún tiempo –dijo Jove, liberó su cuerpo pero continuó aferrado a su muñeca, lo mismo hizo Kane.
Un grito de sorpresa y de miedo escapó de sus labios cuando, en la habitación se abrió un agujero a sus pies. Y, a pesar de que se resistió, la obligaron a saltar.
El cabello y sus vestido comenzaron a agitarse a su alrededor, debido a la precipitación con la que caían. Estaba aterrada, apenas distinguiendo el túnel oscuro a su alrededor, el cual parecía no tener fin. Sabía que iba a morir, nadie podría sobrevivir a una caída como aquella.
De pronto, cuando ellos la soltaron y la dejaron precipitarse sola hacia el abismo, que miles de cartas la rodeaban –parecían pertenecer a una baraja de juego- y no sólo eso, sino que había engranes, como los de un reloj, todos girando a su alrededor. Comenzó a girar, ya no veía ni a Kane ni Jove, todo era demasiado rápido y confuso.
Vio el suelo acercarse, era un círculo repleto de cuadros azules y blancos, como la superficie de un tablero de ajedrez. Se cubrió los ojos con sus brazos, esperando que el impacto no fuese demasiado doloroso.
Pero se detuvo. Y, al no sentir el menor dolor, se atrevió a mirar: estaba flotando, a unos metros del suelo y descendió lentamente, apenas y fue consciente de la dureza y frialdad de la superficie. Algo había caído con ella, el frasco vacío; que parecía más bien un tubo de cristal. Sin saber porqué, lo tomó y se lo guardó en la falda.
-Muy bien hecho, ya que lo vas a necesitar durante tu estancia aquí –dijo una voz, arriba de ella.
Se levantó y los vio, a los dos, de pie ante ella. No le gustó nada la expresión de satisfacción que esbozaban sus rostros.
Unas escaleras llenas de cuadros, al igual que el suelo que pisaba, aparecieron junto a ellos. Kane le pidió que comenzara a bajar y ella no tuvo más remedio que hacerle caso, el lugar donde se encontraba le provocaba escalofríos. Pero, cuando su zapato hizo contacto con el primer escalón, todos ellos desaparecieron y Alicia cayó irremediablemente, precipitándose sobre el tobogán. Todo terminó rápido ya que, cuando menos lo pensó, se encontraba ante una puerta la cual, sin dudarlo, abrió. De pronto, se encontró rodeada de arbustos y árboles y supo que se encontraba en un bosque. Kane y Jove llegaron un poco después y, cuando cerraron la puerta detrás de ellos, esta desapareció por completo.
-Bienvenida al Inframundo, Alicia –soltaron a coro.
Era de día, pero las nubes cubrían los cielos, por lo que no parecía muy alentador, sobre todo estando en medio de un bosque con dos hombres que acababan de hacerle daño a su hermana. Empezó a preguntarse si en realidad sólo querían matarla y si lo que la habían obligado a beber no era más que un veneno.
-¿Qué era lo del frasco? –cuestionó, tras un escalofrío.
-Te lo dije, eso te mantendrá atrapada aquí –resopló Kane-, por lo menos el tiempo suficiente para que termines tu misión.
-Pero, mi hermana, debo ir a verla…
-¿Quieres que muera?
-¡No!
-Entonces cállate y escucha –gruñó Kane-, primero que nada, como en todo juego, hay reglas y debes respetarlas si no puedes recibir un castigo o, en el peor de los casos, perder. Si quieres que tu hermana siga con vida, debes de asegurarte de seguir estas instrucciones: En este mundo existen unas rosas completamente negras, llamadas lágrima negra, lo que tienes que hacer es conseguir las suficientes para que, con los tallos le hagas un collar a tu hermana, éste debe ser tan largo que le llegue a la cintura y del ancho de tres dedos. Ten cuidado, los tallos los debes de tejer con todo y sus espinas porque, sino la magia no podría funcionar.
-Tus manos deben estar descubiertas siempre que tejas, no puedes usar nada para protegerlas, sin importar el dolor que sientas cuando las espinas se encajen en tu suave piel –continuó Jove-. Una vez terminado, con los pétalos de la lágrima negra deberás triturarlos y mezclarlos con el agua del río azul, y formar un líquido con el que rociarás todo el collar, de forma que todas las espinas se conviertan en botones de rosa.
-Nadie debe ayudarte en estar tareas, sino el collar no funcionará. No debes de pedir ayuda de ninguna clase. Claro, pueden hacerlo, siempre y cuando no tenga nada que ver con tus tareas y que tú no se los hayas pedido. Tampoco puedes decirle a nadie sobre tu hermana o el hechizo, si te preguntan por qué haces lo que haces, di lo que sea, menos la verdad. Nunca menciones nuestros nombres, jamás, ni lo que somos.
-No tengo idea de qué son ustedes –soltó Alicia, antes de poder evitarlo. Tenía el presentimiento de que no quería saber la respuesta.
Ambos sonrieron.
-Somos demonios. Bueno, creo que es todo Alicia, nos agradó conocer.
-¡Esperen! ¿Cómo voy a regresar a casa?
Kane sonrió.
-Esa respuesta no nos corresponde a nosotros, tal vez pronto la obtengas. Todo lo que puedo decirte es que el frasco es importante, no lo pierdas, ni viertas nada él, porque eso provocaría que jamás vuelvas a ver a tu hermana.
-¿Cómo encuentro la lágrima negra?
-No podemos darte todo tan sencillo, Alicia, ¿qué diversión tendría el juego si lo hiciéramos? La tienes que encontrar tú sola –dijo Jove, de pronto pareció acordarse de algo y señaló atrás de ella-. Este bosque te puede llevar a todos los lugares que hay en el Inframundo pero, ése es el más seguro. Lleva al único lugar neutral, la Torre del Reloj.
-Buena suerte, Alicia. Por cierto, ten cuidado, porque la lágrima negra es venenosa, pero no te llegará a matar, sólo te debilitará, además, tengo esperanza de que, de tanto tejerla, tu cuerpo logre acostumbrarse.
Los demonios desaparecieron entre la maleza, dejándola completamente sola, sin tener idea de que hacer. Mientras se guiaba, por el camino que Jove le había señalado, podría ir buscando la lágrima negra. Pero, por más que lo hizo, no encontró salvo flores amarillas y azules, que de nada le servirían. ¿Sería cierto que las flores tenían veneno? ¿O sólo querían asustarla más? Sacudió su cabeza, aunque así fuera, tenía que arriesgarse por Loraine.
De un momento a otro, todo se apagó, como si alguien hubiese presionando un interruptor. La luna y las estrellas brillaban, medio ocultas entre las brumosas nubes que insistían en opacar todo. Alicia se desconcertó por ese cambio tan repentino, pero supuso que, estando en un lugar donde existían los demonios podía pasar cualquier cosa. Sus pensamiento fueron interrumpidos, cuando, en el camino se fue abriendo un claro, por el que salió a lo que parecía una ciudad. Veía casas y, a lo lejos… no podía ser ¿una montaña rusa?
Tal vez estaba imaginando cosas, además, no podía quedarse quieta mucho tiempo, era de noche y debía encontrar un lugar donde dormir. Y la vio: la Torre del Reloj. No sabía por qué, tal vez era porque se veía tan antigua, con el enorme reloj que se encontraba en lo alto o sólo se debía a que era la promesa de un refugio. Con cautela, se fue acercando hasta quedar ante la puerta. ¿Viviría alguien ahí? No lo parecía, se veía tan solitaria, tan alejada de todo lo demás…
Se arriesgaría, si la perilla no giraba, tocaría a la puerta, pero si no, entraría a buscar un rincón en el que pudiera dormir.
La puerta se abrió y ella, tras una respiración profunda, entró. Se guió por el pasillo oscuro hasta llegar a una habitación que parecía más bien un despacho. Había muchos relojes, grandes pequeños, rotos, abiertos… Una taza que, por el olor, dedujo que sería de café y aun estaba caliente.
Tenía que salir de ahí.
-¿Quién eres tú? –la voz profunda la hizo estremecerse de pies a cabeza; no pudo hacer nada más que girarse. Pero su mirada no se tomó con otro rostro sino con unos brazos fuerte, firmemente cruzado sobre un pecho musculoso, cubierto por una camisa blanca y una larga capa negra, con adornos dorados. Mientras su mirada fue subiendo, se dio cuenta que, amarrado al cuello de su camisa, había un hermoso reloj de oro.
-Me llamo Alicia –musitó, con la voz más débil que jamás se había escuchado proferir. Hubiese preferido no levantar más la mirada pero no pudo evitar continuar examinando la mandíbula fuerte y el cabello desordenado y largo, de un azul tan oscuro que emitía destellos negros. Parecía que lo llevaba amarrado detrás de su cuello, una extraña curiosidad por saber hasta dónde llegaba la invadió, pero ignoró esos pensamientos pronto. Sin contar que, en el momento en que llegó hasta su mirada púrpura y su ceño fruncido su mente se quedó en blanco.
-Jamás te había visto –dijo él-. ¿De qué lugar eres?
-De… fuera –balbució Alicia-, me caí y llegué hasta aquí.
Tras decir esas palabras él se puso rígido e hizo ademán de acercarse más a ella, pero Alicia retrocedió. El hombre debió notar el pánico en su mirada, porque no volvió a intentar avanzar.
-Eres del otro lado. ¿Quién te trajo? –estaba furioso, tanto que Alicia comenzaba a pensar que todo había sido plan de los demonios. Querían que llegara ahí para que el hombre se encolerizara y le hiciera daño o tal vez la matara.
Afuera, un rayo iluminó la noche y el sonido que provocó hizo saltar a Alicia.
-No lo sé –mintió, acordándose de las condiciones; sus manos temblaban y habían perdido todo su calor-. Todo lo que recuerdo es haber tomado algo y ser empujada a un agujero…
Con dedos temblorosos, consiguió sacar el frasco que tenía guardado.
-¿Cómo puedo regresar a casa? –cuestionó, con voz temblorosa.
Tal vez él ya se había dado cuenta del terror en sus ojos y que todo ello había sido provocado por su reacción violenta, ya que pareció calmarse.
-El frasco que llevas se irá llenando conforme pases tiempo en Inframundo e interactúes con sus habitantes –respondió él-, una vez que esté completamente lleno, podrás volver.
-¿En cuánto tiempo se llenará?
-Depende de la persona que lo lleva, no puedo darte un número exacto, pero pueden llegar a ser hasta meses, pero no más de un año.
Alicia asintió, pensando en controlarse; no había problema, tenía tiempo de hacer el collar, además si lo terminaba y el frasco aun no se llenaba, bien podía encontrar a los demonios para obligarlos a regresarla.
-Gracias –dijo ella, antes de dirigirse a la puerta.
-Espera –lo escuchó decir-, no tienes por qué irte, este es el único lugar neutral, aquí estarás más segura.
Alicia dudó, por una parte no confiaba en sus palabras ya que hacía sólo unos segundos le había gritado y, por otro lado, no quería salir en aquellos momentos, por lo menos no en la noche.
-No estaba molesto contigo, Alicia –continuó más suavemente, como si hubiese adivinado parte de sus pensamientos-, yo… lo siento.
Lo último sonó tan atropellado, como si ese hombre jamás hubiese pedido una disculpa a nadie o detestara hacerlo, que Alicia no pudo evitar esbozar una sonrisa.
-Mi nombre es Julius –dijo él, viéndose entre sorprendido y confundido por su reacción.
-Gracias, Julius, acepto tu invitación –respondió ella.
-Te llevaré a tu habitación.
Alicia lo siguió a una distancia prudente, puesto que todavía no confiaba del todo en él y se extrañó mucho cuando la guió hasta una pared. Abrió los labios para preguntarle sobre eso, pero antes que pudiera salir algún sonido de su boca, una puerta apareció en medio de aquella pared desnuda.
-Ahí encontrarás todo lo que necesitas –soltó Julius antes de dejarla sola.
Sin esperar otra intervención de su extraño anfitrión, se adentró en el cuarto y le alegró ver que por la ventana se asomaba la luz lunar. ¿Luna? Alicia se acercó un poco más y confirmó que las nubes se habían hecho a un lado para dejar ver a la hermosa esfera redonda. Algo extraño ocurrió, podría asegurar que tan sólo hacía unos minutos el firmamento estaba lleno de nubes y ahora, parecían haber disminuido su número. Además, ya no se escuchaban los rayos.
Suspiró, después de todo, tenía que dejar de asombrarse por cada cosa que ocurriera ahí, ya que era un mundo completamente diferente… De pronto, se preguntó si todo sería un sueño… Esperanzada por aquella posibilidad, se pellizcó el hombro, pero se decepcionó al comprobar que sentía dolor. ¿A quién engañaba? Desde que estaba en la sala de espera del hospital y se había dejado caer de rodillas había sentido dolor.
De ahora en adelante, sólo debía tener un propósito, salvar a su hermana.
Con ese pensamiento fundiéndose en su mente, se dirigió al armario de madera negra y lo abrió, para comprobar, que estaba repleto de vestidos que, si veía bien, eran justo de su talla. Estuvo recorriendo los ganchos hasta que, para su gran alegría, encontró un camisón de manga larga y cuya tela no era transparente, como los que había visto en muchas películas. Después de cambiarse, guardó el frasco en la mesita de noche que se encontraba al lado de la cama y se cubrió con las sábanas, esperando poder dormir un poco.
Al abrir los ojos y encontrarse con un cielo menos triste que el día anterior, Alicia se sintió un poco más animada. Todavía no se dejaba ver el sol, pero todo se veía menos gris y algo más cercano al azul. Ese era el día que tendría que empezar su recolección.
Alguien tocó la puerta y, recordando que sólo podría tratarse de Julius, Alicia se sintió un poco inquieta, esperaba que no se encontrara otra vez de mal humor, sin embargo, le debía mucho ya que la había dejado quedarse.
-Puedes pasar.
Incluso lo vio más impresionante que la noche anterior, quizás porque ella estaba sentada y eso hacía que se viera mucho más alto. Seguía con sus trajes oscuros y su mirada seria, hasta Alicia llegó a preguntarse si alguna vez su rostro cambiaba de expresión a parte de los momentos en los que enfurecía.
-Me alegra que apenas esté amaneciendo, no me gusta desperdiciar el día –comentó Alicia con la esperanza de romper el tenso silencio que se había creado.
Entonces, algo extraño sucedió con Julius, el púrpura en sus ojos brilló y sus labios se curvaron hacia arriba, en pequeño y rápido atisbo de una sonrisa.
-Desde que te dormiste es la segunda vez que amanece, Alicia.
-¿Qué?
Quiso levantarse con tanta brusquedad, que no se dio cuenta que se había enredado en las sábanas y, al intentar saltar de la cama, lo que consiguió fue caerse. Soltó un gemido de dolor y, cosa más extraña aún, escuchó esa voz profunda convertirse en una risa.
Abrió los ojos y lo encontró más cerca; estaba en cuclillas a su lado. Alicia frunció el ceño.
-¿Te parece divertido? –resopló ella.
-Tal vez… un poco.
-¿Por qué me dejaste dormir por tanto tiempo? –cuestionó, levantándose, ignorando la mano que él le ofrecía.
-Tranquila, Alicia, recuerda que nuestros mundos son distintos –explicó-, aquí, las noches y los días cambian repentinamente y no tienen un tiempo exacto de duración. Pueden pasar horas e incluso sólo minutos para el cambio.
Alicia abrió los ojos y recordó cuando llegó ahí, cómo el cielo se había apagado repentinamente.
-Tienes razón.
-¿Quieres comer algo? –preguntó Julius.
-Sí, sólo me cambiaré y en un momento estoy contigo.
Cuando la dejó sola, rápidamente se colocó uno de los vestidos, el cual era verde claro con manga corta y, hasta tenía un listón a juego para colocarse en la cabeza. También encontró una bolsa tejida –la cual podía servirle para guardar la lágrima negra- y se la colocó en el hombro.
Todavía pensaba alguna forma de agradecerle a Julius la hospitalidad, por lo que se ofreció a hacer el desayuno. Hizo algo de pan francés y café, el cual lograba hacer incluso más delicioso que el de… Lora. Sintió un espasmo de dolor en el corazón pero se negó a mostrarse triste ante Julius, porque eso podría hacer que le comenzara a hacer preguntas.
Cuando se sentaron a la mesa y Julius probó el café, ella notó que sus ojos se abrían, como si estuviese sorprendido por algo, sin embargo, cuando lo volvió a dejar en la mesa su expresión seria se volvió a apoderar de su rostro.
-Tu café sabe… bueno –pero lo dijo tan fríamente, que Alicia no pudo evitar probarlo, esperando que supiera horrible pero lo encontró igual de exquisito que siempre. Por ello, comenzó a pensar que, quizás que como ella misma lo había preparado le sabía tan bien y su hermana, que la quería tanto, jamás se atrevió a decirle que, en realidad, no era la gran cosa.
Al terminar de desayunar y lavar sus platos, Alicia se acomodó su bolsa y se dispuso a salir pero, recordó, que necesitaba algo con qué cortar las rosas.
-¿Me prestas un abrecartas? ¿O un cuchillo?
Julius arqueó una ceja.
-Es que… me gusta recolectar flores –respondió, midiendo sus palabras. Estaba segura que con esa vaga información no rebelaba nada prohibido.
Él la miró fijamente durante unos instantes y después le dio un pequeño cuchillo en una funda color tinto.
-¡Gracias! –dijo, antes de dirigirse a la puerta.
-Alicia, ¿a dónde vas?
-Sólo quiero recorrer un poco el lugar, tú dijiste que tenía que interactuar con los habitantes para que el frasco se llenara –soltó, abriendo la puerta. Se detuvo en el umbral.
-Sí, eso dije. Sólo… ten cuidado. ¿De acuerdo?
-Lo haré. Creo que regresaré en un par de horas o hasta que se haga de noche.
Salió corriendo, lamentando, cuando se adentró en las calles de la ciudad, que el sol aun no apareciera.
Caminó durante bastante tiempo y sólo había conseguido tres rosas. Escaseaban en aquel lugar, puesto que sólo las había encontrado detrás de una construcción abandonada y las otras dos cerca de los límites del bosque. Sospechaba que ahí adentro había más –sólo que no del lado que conducía a la Torre del Reloj, pero aun no conocía bien y no quería perderse, aunque, sabía que pronto tendría que dejar el miedo atrás y arriesgarse a ello. Se detuvo un momento a descansar y fue consciente que se encontraba cerca de una mansión. Sintió un poco de curiosidad por aquel lugar, pero recordó la advertencia de Julius y decidió seguir su camino.
-¿Quién eres tú y que haces en el territorio del Sombrerero?
Alicia se dio la vuelta para responder, pero se quedó sin habla cuando se dio cuenta que, frente a ella, estaba un hombre de cabello naranja con orejas largas que sobresalían de su cabeza, apuntando hacia arriba. Parecían orejas de liebre. Pero, en realidad casi no se fijó en ello ni siquiera en la vestimenta de él, ya que, en esos momentos le apuntaba con una pistola directo a la cabeza.
-Vamos, contesta o disparo.
Heart no kuni no Alice
ハ—トの国のアリス
Fanfic
La Noche de las Rosas
Sinopsis:
El corazón de Alicia ha sido despedazado por un hombre a quien amaba. Creyendo que no podría sufrir no puede creer cuando, en la noche de Halloween dos demonios entran en su casa y le aseguran que su hermana morirá si ella no accede a acompañarlos hasta el Inframundo.
Debe romper el hechizo; encontrar las rosas negras que crecen de noche en aquel lugar extraño, recolectarlas y hacer un collar con sus espinas, antes de que el frasco que le ha sido entregado se llene. Pero no puede pedir ayuda, no puede decirle a nadie que es lo que ocurre, si no todo será en vano…
El Inframundo es un lugar extraño repleto de peligros que ella deberá enfrentar; hay una guerra, las personas mueren y a nadie parece importarle…
Pero, hay algo que ningún ser o demonio le advirtió y que puede representar un gran problema para Alicia: si pierde su corazón en el intento, nunca podrá regresar.
¿Has escuchado sobre Perséfone?
¿No?
La mujer que fue raptada por el amo y señor del Inframundo...
...él la amaba y ella...
...ella quería regresar a casa...
Tal vez los relatos no son sólo para disfrutar,
tal vez tratan de advertirnos...
Nada sucede de la misma forma dos veces,
pero
las historias llegan a parecerse bastante...
la leyenda
se vuelve real
tal vez tratan de advertirnos...
Nada sucede de la misma forma dos veces,
pero
las historias llegan a parecerse bastante...
la leyenda
se vuelve real
Ha pasado mucho tiempo.
Ella no se llama Perséfone, sino Alicia.
No fue raptada, cayó al Inframundo
y debe permanecer en él hasta
encontrar la cura para
la maldición que le quita la vida a su hermana.
Y, una vez que lo haga
debe volver a casa.
Pero, llega él y no está dispuesto a dejarla ir...
...él la ama y ella...
...ella tiene que salvar a su hermana...
Ella no se llama Perséfone, sino Alicia.
No fue raptada, cayó al Inframundo
y debe permanecer en él hasta
encontrar la cura para
la maldición que le quita la vida a su hermana.
Y, una vez que lo haga
debe volver a casa.
Pero, llega él y no está dispuesto a dejarla ir...
...él la ama y ella...
...ella tiene que salvar a su hermana...
I
Cayendo al Inframundo
Cayendo al Inframundo
El nocturno cielo se complacía en retorcer las nubes; pronto estallaría una tormenta, los relámpagos iluminaban la tierra arenosa, el estéril paisaje de los sueños. Un hombre, con una gabardina negra y un reloj de oro, atado alrededor del cuello de su camisa blanca; caminaba con los brazos fuertes cruzados sobre su pecho y el cabello azul oscuro, detenido en una cola de caballo, ondeando ante el viento furioso. Dio dos pasos, el suelo crujió debajo de sus botas negras; inclinó su cabeza hacia arriba y lo vio, al semidemonio de los sueños, Nightmare. El ser descendió hasta el suelo, su cabello plateado caía sobre su varonil rostro, sin embargo, aun se podía ver el parche negro cubriendo su ojo derecho. Las comisuras de su boca hicieron un intento por elevarse hacia arriba pero, al notar el fuego oscuro que emanaban los ojos del relojero, el guardián del inframundo, se abstuvo de hacerlo.
-¿A qué se debe el placer de tu visita, Julius? –soltó el semidemonio.
El relojero apretó los puños y dio un paso adelante; era tan alto que incluso superaba a Nightmare por una cabeza, sin considerar que también lucía mucho más fuerte que él.
-No desperdicies mi tiempo, sabes perfectamente porqué.
-Sé que el trabajo de guardián no ha de ser muy alentador, pero parecer siempre tan frío que…
-Night –gruñó Julius.
-De acuerdo, viniste por los demonios. ¿Qué es lo que te inquieta tanto? Siempre se comportan así, adoran la sangre y provocar conflictos entre los habitantes de Inframundo es su diversión.
-Están más inquietos que antes –replicó el guardián-, y sé que tú sabes la razón.
-Quieren el control del Inframundo, tú eres el único que evita que se apoderen de él, así que, están ansiosos por destruirte.
Julius resopló, sus ojos púrpura relampaguearon.
-Pierden el tiempo, nadie puede dañarme, a menos que yo lo elija ser vulnerable.
Una sonrisa maliciosa se asomó en el rostro de Nightmare; se acomodó el traje negro para ocultar su creciente diversión.
-Ellos te odian, buscan lastimarte de cualquier forma, volverte presa fácil… ¿No te preocupa?
-Te lo dije, no hay nada que me dañe.
-Hay muchas formas de herir, no sólo físicamente.
-Aun así –soltó Julius bruscamente, dando la espalda al semidemonio.
-Todos tenemos una debilidad, además, se acerca la Noche Roja, la más larga que existe en todo el año, en la que todo puede suceder.
-Ace se encarga de controlar a los demonios por mí, están bien controlados.
-No olvides, las paredes se adelgazan esa noche, se pueden formar agujeros, portales…
-Jamás ha pasado y no pasará. Ahora, si me permites, tengo relojes que reparar –Julius comenzó a caminar hacia una puerta negra-, que la vida continúe en este lugar depende de mí, no puedo desperdiciar el tiempo.
Alicia dejó que la mañana coloreara la ventana; abrazó su almohada con fuerza, no podía imaginarse porqué afuera estarían tan hermoso, siendo que ella sentía que una tormenta iba a estallar en su interior. Su cabello, de un color castaño clarísimo, dejaba ver unos reflejos dorados que se derraban, lacios y delicados, sobre la almohada. Memorias llenas de momentos vividos tres meses atrás, llenaron la cabeza de Alicia, provocando contracciones en su maltratado corazón; las lágrimas empañaron sus ojos, el iris turquesa se cubrió de gotas que, inevitablemente, se dejaron caer sobre la piel de la joven.
Un suave golpeteo resonó detrás de la puerta de su cuarto, no se molestó en responder, debía ser su hermana Loraine; sólo tenía que esperar unos minutos para que dejara de insistir, después de todo, era sábado y ella bien podría pensar que seguía dormida.
Otra vez silencio.
Soltó un débil sollozo y abrazó con fuerza a su almohada, esperando que el dolor desapareciera. ¿Por qué no lo hacía? Ya no lo quería tanto, estaba segura pero… verlo o saber que lo vería aun le provocaba ciertas heridas. Estiró su brazo y alcanzó el calendario que tenía en su mesita de noche: 31 de octubre. Suspiró, odiándose por ser tan egoísta y no compartir la alegría de Loraine; ella se casaría en unos meses…
Enterró su cara en la almohada, evitando el gemido de dolor; Loraine no tenía la culpa de lo que le ocurría, ella la quería mucho y, cuando murieron sus padres, se había hecho cargo de todo. Era admirable y perfecta; algo que ella misma jamás podría ser. Tal vez fue por eso que Alexander… prefirió a Loraine.
Alicia se enjugó las lágrimas con el dorso de su mano, ya era suficiente de hacer caso a su corazón. De ahora en adelante, era mejor de lado las cosas del amor. Ella se apartaría de su hermana y Alex en la fiesta de disfraces, podía hacerlo, fingir que no existía, como él siempre hacia con ella. Intentaría volver a sonreír, por Loraine. Después de todo, ella no era la culpable, jamás se enteró que estaba saliendo con Alexander, él fue quien terminó su relación, para decirle que estaba muy enamorado de su hermana y que era mejor ahorrarse las explicaciones ante ella. No valía la pena, según él, por algo que duró tan poco tiempo.
Loraine lo quería, lo había visto en sus ojos, por eso era mejor fingir que era feliz también.
Se desenredó de las sábanas, bajó de la cama y fue corriendo al baño para mojarse la cara. Poco a poco, el enrojecimiento fue desapareciendo y las huellas de lágrimas se borraron de su rostro. Bajó a la cocina, donde su hermana ya estaba preparando el desayuno. Su cabello rizado caía sobre su espalda, brillando con un rubio muy intenso, mucho más claro que el de Alicia.
-¿No estás emocionada, pequeña? –cuestionó Loraine, esbozando una sonrisa preciosa-. Alex me dijo que las fiestas en ese club son fantásticas, sobre todo en Halloween. ¿Ya tienes tu disfraz listo, verdad?
-Sí –contestó Alicia, antes de mordisquear una orilla de su pan francés. A pesar de que ella no se consideraba tan joven, teniendo ya dieciocho años, le gustaba que su hermana la siguiera llamando de esa manera.
La sonrisa de Loraine se conservó hasta que se sentó frente a ella; tomó una de sus manos.
-Sabes, Alicia, he estado hablando con Alex y él piensa que lo mejor es que… después de la boda… te mudes a otro sitio –musitó, casi como si le apenara decirlo.
¿A dónde? Esperaba que sus ojos no revelaran la pregunta que se había formulado en su mente, se había propuesto hacer feliz a su hermana y cargándole más preocupaciones no sería correcto. Así que, en lugar de entrar en pánico en frente de ella, correspondió a su apretón de mano y le dirigió una sonrisa. Porque, pensándolo bien y sin considerar el hecho de que aun no tenía en mente dónde podría quedarse, era buena idea; no creía ser más que un estorbo para ellos. Además, como perfectamente lo sabía Alex, sería bastante incómodo.
-No te preocupes, Lora, yo… tal vez le pida a tía Margaret –soltó, consciente de que su tía jamás permitiría algo así, a su hermana la adoraba pero, por alguna razón, no le tenía tanto aprecio a ella.
-Perfecto –el peso de los hombros de Loraine pareció disminuir bastante después de las palabras de Alicia.
Ya eran las ocho de la noche.
Alicia terminó de acomodarse el listón azul sobre el cabello y se observó en el espejo. Su pálida tez se regocijaba con los resplandores de la luna, los cuales acariciaban su rostro, entrando por la ventana. El vestido azul, sencillo, parecía venirle bien y, sobre todo, esas medias rayadas que comenzaban a gustarle. Sonrió un poco a su reflejo, pensando que era una Alicia disfrazada de la Alicia de los relatos de Lewis Carroll. Siempre le fascinó esa historia, cuando era pequeña, su madre le leía un poco todos los días… cuando ella murió, fue la misma Alicia la que empezó a leerse en voz alta, imaginando que su madre la acompañaba en cada lectura.
Entonces, el sonido molesto del reloj le recordó que Alexander no tardaba en llegar; la sonrisa se esfumó de su rostro.
Loraine entró poco después a su cuarto, ella sí que lucía maravillosa; su vestido tinto con mangas largas y su peinado la hacían verse como una verdadera princesa. Por supuesto, no dudaba Alicia, su prometido iría de un príncipe.
Como esperaba su ex ni siquiera le dirigió una sola mirada al llegar a la casa, por supuesto, ella hizo lo mismo. Sin embargo, ambos forzaron su voz lo suficiente como para que saludo resultara lo bastante amable ante Loraine.
Confirmó lo mucho que no deseaba estar ahí cuando se bajó del carro azul de Alexander; el lugar no era para ella. Tantas luces y ruido era demasiado, ahora sí que extrañaba su casa y los libros. Pero no podía irse, su hermana parecía bastante feliz y, así detestara todo, no iba a hacerla pasar un mal rato.
Resultó que Alexander era gran amigo del dueño, por lo que los dejaron pasar casi al instante. Y, tal como había planeado Alicia, su hermana y su novio la dejaron cerca de la barra para ir a bailar un rato. Tras un suspiro aliviado, ella se alejó y se preguntó dónde podría quedarse a esperar que terminara la noche. Finalmente encontró un mueble acojinado en una esquina, cerca de una mesa. Por lo menos Loraine no se preocuparía ya que, por si Alicia encontraba una pareja de baile, se encontrarían en el estacionamiento dos horas después de medianoche.
Sin embargo, cuando Alicia pensaba que podría estar tranquila en aquel lugar, una extraña sensación recorrió su espina dorsal y la puso rígida contra el respaldo del asiento. Sus uñas se aferraron con fuerza en los descansabrazos. Algo andaba mal; de pronto comenzó a girar la cabeza en todas direcciones, buscando el origen de aquella emoción. Y los vio. Dos hombres habían entrado al club, vestidos con túnicas con capucha negra y una reluciente e inquietante guadaña en su mano derecha.
Alicia se puso de pie, de pronto ansiosa por encontrar a su hermana. No era el disfraz que ellos habían escogido, sino que una terrible sensación de peligro se había insertado en su corazón y que ahora no podía quitársela.
Tenían que salir de ahí.
Ahora estaba más desesperada por encontrarla; los había perdido de vista. Por fortuna, vio a su hermana, estaba con Alexander al otro lado del club; sentados en un rincón, besándose. Hizo acopio de valor y comenzó a atravesar el lugar, zigzagueando entre las personas.
No llegó muy lejos, porque cuando estaba a unos metros de Loraine, dos guadañas se cruzaron en su camino, formando una barrera que le era imposible atravesar.
-Parece brillar, creo que es la adecuada.
-¿Qué? –dejó escapar Alicia, mientras el hombre hacía la capucha para atrás y dejaba al descubierto su cabello rojo. Al mismo tiempo, el otro lo hizo también, sólo que él dejó caer su cabellera rubia. Los dos parecían satisfechos, lo cual inquietaba bastante a Alicia.
-Sí, lo es –dijo el rubio-Tiene potencial.
El otro, mientras tanto, se habían inclinado hacia adelante y estaba a punto de tomar su mano si no fuera porque ella retrocedió a tiempo y con demasiada brusquedad.
-No me toques...
Ese fue su segundo error de la noche, puesto que sus palabras sólo parecían emocionarlos más.
-¿Oíste eso, Kane? –dijo el pelirrojo- Detecta que somos un peligro, cosa que nadie aquí ha hecho; definitivamente la tenemos que llevar.
-¡Yo no voy con ustedes a ninguna parte! –exclamó.
-Nos va a ocasionar problema, Jove, ya conoces las reglas, ella tiene que decir que sí –resopló el otro.
-Tendremos que convencerla, entonces…
-¡Alicia, ahí estás! –exclamó Loraine, llegando hasta donde se encontraba ella-. Estoy un poco cansada, ¿qué te parece si nos vamos en este momento? ¡Oh, lo siento, no los había visto! Yo soy…
-¡No! –Alicia tomó la mano de su hermana-. ¡Vámonos ahora!
-¿Qué ocurre? ¿Por qué te comportas así?
-No tiene importancia, señorita, ella debe de estar tan cansada como usted. Por cierto, soy Kane, mucho gusto –sin que Alicia pudiera prevenirlo o evitarlo él tomó la mano de su hermana y la besó-. De cualquier manera, mi amigo Jove y yo ya nos íbamos. Hasta luego.
-¡Qué agradables! –sonrió Loraine, al mismo tiempo que Alex fruncía el ceño.
Pero Alicia, que estaba cada vez más confundida, le golpeó en el pecho un doloroso presentimiento que logró ponerla bastante intranquila.
Su hermana avanzó hacia Alicia y extendió su mano, pero jamás pudo entrelazar sus dedos con los de ella. A partir de ese momento, el mundo de Alicia se volvió una horrible pesadilla que tuvo que soportar ver en cámara lenta. El hermoso rostro de Loraine empalideció hasta quedar casi gris y los hermosos ojos color miel se agrandaron, las pupilas se dilataron y después volvieron a empequeñecer; cayó hacia adelante. El sonido del club había enmudecido en las orejas de Alicia y todo lo que podía escuchar era su corazón y la respiración irregular. El cuerpo de su hermana llegó hasta el suelo; su hermoso cabello se extendió alrededor de su rostro, completamente despeinado. Y, de nuevo, todo cobró su velocidad normal, el sonido volvió.
De pronto, sin ser consciente de ello, ya estaba inclinada sobre Loraine y la abrazaba con fuerza, sintiendo como un viento helado agitaba su cabello. Enterró el rostro en el cabello de su hermana y comenzó a sollozar, sintiendo como un mal augurio la frialdad de sus mejillas.
-¡Llama a la ambulancia, Alex! –gritó con desesperación, sin saber si él todavía seguía allí o no. Las personas dejaron de bailar y comenzaron a rodearlos.
Los recuerdos a partir de allí se convirtieron en imágenes borrosas y fragmentadas, su visión se empañó debido a la cantidad de lágrimas que se acumulaban en sus ojos, antes de mojar su rostro. Apenas se dio cuenta cuando llegaron los paramédicos y la apartaron de su hermana. Después se siente entrar a la ambulancia y sentarse frente a Alex y ver el cuerpo de Lora, sus labios cubiertos con una mascarilla de oxígeno y el terrible sonido de la sirena al encenderse antes de que la ambulancia arrancara.
Entre sus recuerdos todavía se conservan el olor a desinfectante y la visión del pasillo blanco en el que estuvo por más de una hora, esperando por una respuesta.
-¿Señorita Liddell?
-Sí –Alicia se levantó de un salto, notando que las rodillas y las manos le temblaban-. ¿Cómo está mi hermana? ¿Se va a poner bien, verdad?
Escuchó un ruido a su lado y se dio cuenta que Alexander también se acercaba al médico, ansioso por escuchar la respuesta.
El hombre de bata blanca se acomodó los lentes y negó suavemente con la cabeza.
-Lo siento, pero su hermana cayó en coma y no estamos seguros de que vaya a despertar…
-¿Qué… qué quiere decir con eso? –cuestionó apretando sus manos una con la otra para disminuir los espasmos que la consumían.
-Su corazón se está debilitando, conforme transcurra el tiempo disminuirá su ritmo hasta que deje de latir. Yo calculo seis meses, tal vez un año.
Su cuerpo perdió movimiento durante unos segundos, fue como si sus pies se clavaran al suelo y no le permitieran hacer ningún movimiento. Todo lo que pudo hacer fue sacudir la cabeza, negando las palabras del doctor. No importaba lo que él dijera, Loraine se iba a recuperar.
-Alicia, si entras a verla, despídeme de ella, aunque sé que no escuchará nada, hazlo.
La voz de Alex fue como un estimulante, porque logró girarse en su dirección. Parpadeó.
-¿Por qué? ¿No vas a verla tú?
-Lo siento, no puedo con todo esto, es demasiado para mí.
-¿Qué? –de pronto, el dolor se hizo a un lado para dejar paso a una furia incontrolable. Podría perdonarle haberla dejado, pero él no iba a lastimar a su hermana también. Ella, más que nadie, se merecía ser feliz-. ¡No seas cobarde! ¡No la puedes dejar, Lora te ama! ¿Qué pasará cuando despierte?
Alexander pareció enfurecer también, sus ojos negros relampaguearon. La tomó de los hombros y la sacudió con mucha brusquedad.
-¡No seas estúpida, reacciona! ¡Ella jamás va a despertar! –gritó.
Detrás de Alicia, la voz del médico intentaba tranquilizar a Alex y, después de unos minutos, la soltó. Sus piernas ya no pudieron sostenerla y cayó de rodillas hasta el suelo. Se cubrió el rostro y se mordió el labio con fuerza, para evitar que sus sollozos se extendieran por todo el pasillo. Los pasos apresurados le indicaron que Alexander ya no volvería, había abandonado a su hermana. Sintió que una mano se apoyaba en su hombro y, vagamente volvió a escuchar la voz del doctor, aconsejándole que se fuera a casa y que regresara mañana a ver a su hermana.
-No, me quedaré esta noche con ella –soltó, tras un gemido lastimero.
-Como desee, señorita, cuando esté lista para verla, sólo tiene que entrar a la habitación ciento dos.
Pasó media hora para que pudiera calmarse y limpiar su rostro, empapado en lágrimas. Con cierta dificultad se puso de pie y se obligó a esbozar una sonrisa, pensando en que sería mejor entrar al cuarto donde se encontraba Lora con una expresión alegre. Porque Alicia pensaba, a pesar de lo que todos dijeran, que su hermana se daría cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor, no importaba que estuviera inconsciente.
Abrió la puerta y se encontró con una enfermera enfundada en un traje blanco, que le quedaba debajo de la rodilla, llevaba medias, también, medias y tenis del mismo color. Todo su cabello oscuro estaba amarrado con firmeza, en un moño apretado, detrás de su cráneo. Al verla, la enfermera asintió y después de regular la máquina –que ayudaba a respirar a su hermana- la dejó sola con ella.
Alicia no se permitió dejarse intimidar por el traje azul de hospital que había remplazado al vestido de su hermana, ni por la palidez cenicienta de su piel. Tomó una silla y la colocó junto a su cama, cerca de la cabecera. Acarició durante un rato el cabello de su hermana, sin saber que decir, hasta que, mejor, decidió tomarla de la mano. Estaba helada.
-Has hecho muchas cosas por mí –soltó, con voz temblorosa-, ahora yo voy a ser quien cuide de ti, todo va a estar bien, lo prometo.
Se acercó un poco más y dejó que su cabeza descansara junto a la almohada, apretó con mayor fuerza su mano. No se apartaría de ella, por lo menos esta noche. Después averiguaría dónde conseguir trabajo y regresaría todos los días a visitarla, sí, todo estaría bien. Pronto, Lora despertaría.
Cuando estaba a punto de dormirse, detectó el sonido de unos pasos a su espalda y, lo más terrible, fueron las risas desquiciadas que le siguieron. Se levantó sobresaltada; se giró. Ahí estaban ellos, otra vez.
-Fueron ustedes.
-Por supuesto, preciosa, ¿quién más? –soltó Kane-. Por nuestra causa tu hermana morirá.
Sin explicarse cómo era que habían llegado, ni importarle nada más, se abalanzó sobre el rubio, dispuesta a hacerle daño, hasta que curase a Lora. Pero el pelirrojo, que era bastante fuerte, la detuvo a mitad del camino. Atrapada por sus brazos, ya no pudo moverse.
-¿Por qué? –exigió-. ¿Qué les hizo ella?
-No fue por ella –la corrigió el hombre rubio, el cual, ahora que se fijaba, ya no llevaba la capa negra, sino que vestía un fino traje azul marino, sin embargo, conservaba la afilada guadaña-. En realidad, tú tuviste la culpa de todo esto. Te negaste a ir con nosotros, por lo que ideamos una manera de persuadirte…
-Pero puedes enmendar tu error, preciosa –lo secundó el pelirrojo, cuyo aliento le rozaba el cuello-. Sólo accede a venir con nosotros al Inframundo.
-Están locos –se sacudió y Jove la soltó, emitiendo otra risa escalofriante-, sólo curen a mi hermana.
-Decimos la verdad, Alicia y lo sabes perfectamente –sonrió Kane-, de la misma forma que supiste que representábamos un peligro para ti y tu familia.
-No esperen que yo crea que existe un Inframundo –soltó ella, a pesar de que su corazón le decía que todo era cierto-, sólo están jugando conmigo.
-Oh, por supuesto que es un juego –intervino Jove-, pero eso no significa que te estemos engañando.
-Ahora, escucha atentamente, puedes quedarte aquí a esperar que tu hermana muera por tu culpa o elegir venir con nosotros –dijo Kane-. Y hazlo rápido que se acerca la medianoche y debemos volver.
-Si acepto… ¿curarán a mi hermana?
-No, lo harás tú, sólo te daremos las instrucciones para lograrlo. El hechizo que tiene es poderoso, por lo que requiere de sacrificios para romperlo… Vamos, decide.
-¿No estarías dispuesta a hacer todo por tu hermana? –cuestionó Jove.
Fueron esas palabras las que desarmaron a Alicia y cambiaron su destino para siempre.
-Por supuesto.
-¿Entonces…?
Todo parecía salido de un cuento espeluznante, pero sus latidos insistían en que todo era real y no era sólo una pesadilla.
-Acepto ir con ustedes al Inframundo.
-Perfecto, eres una buena hermana, Alicia –soltó Kane, burlándose, al tiempo que Jove la aprisionaba con sus brazos. Con una brusquedad que lastimó a Alicia, Kane tomó su barbilla entre los dedos, obligándola a abrir la boca-. Por supuesto, antes de caer, necesitamos que se cumplan algunos requerimientos.
Intentó liberarse, pero fue demasiado tarde, él sacó un frasquito alargado, con una tapa en forma de corazón y vertió el líquido rojo en sus labios. La obligó a tragarlo todo.
-Esto te mantendrá atada a nuestro mundo por algún tiempo –dijo Jove, liberó su cuerpo pero continuó aferrado a su muñeca, lo mismo hizo Kane.
Un grito de sorpresa y de miedo escapó de sus labios cuando, en la habitación se abrió un agujero a sus pies. Y, a pesar de que se resistió, la obligaron a saltar.
El cabello y sus vestido comenzaron a agitarse a su alrededor, debido a la precipitación con la que caían. Estaba aterrada, apenas distinguiendo el túnel oscuro a su alrededor, el cual parecía no tener fin. Sabía que iba a morir, nadie podría sobrevivir a una caída como aquella.
De pronto, cuando ellos la soltaron y la dejaron precipitarse sola hacia el abismo, que miles de cartas la rodeaban –parecían pertenecer a una baraja de juego- y no sólo eso, sino que había engranes, como los de un reloj, todos girando a su alrededor. Comenzó a girar, ya no veía ni a Kane ni Jove, todo era demasiado rápido y confuso.
Vio el suelo acercarse, era un círculo repleto de cuadros azules y blancos, como la superficie de un tablero de ajedrez. Se cubrió los ojos con sus brazos, esperando que el impacto no fuese demasiado doloroso.
Pero se detuvo. Y, al no sentir el menor dolor, se atrevió a mirar: estaba flotando, a unos metros del suelo y descendió lentamente, apenas y fue consciente de la dureza y frialdad de la superficie. Algo había caído con ella, el frasco vacío; que parecía más bien un tubo de cristal. Sin saber porqué, lo tomó y se lo guardó en la falda.
-Muy bien hecho, ya que lo vas a necesitar durante tu estancia aquí –dijo una voz, arriba de ella.
Se levantó y los vio, a los dos, de pie ante ella. No le gustó nada la expresión de satisfacción que esbozaban sus rostros.
Unas escaleras llenas de cuadros, al igual que el suelo que pisaba, aparecieron junto a ellos. Kane le pidió que comenzara a bajar y ella no tuvo más remedio que hacerle caso, el lugar donde se encontraba le provocaba escalofríos. Pero, cuando su zapato hizo contacto con el primer escalón, todos ellos desaparecieron y Alicia cayó irremediablemente, precipitándose sobre el tobogán. Todo terminó rápido ya que, cuando menos lo pensó, se encontraba ante una puerta la cual, sin dudarlo, abrió. De pronto, se encontró rodeada de arbustos y árboles y supo que se encontraba en un bosque. Kane y Jove llegaron un poco después y, cuando cerraron la puerta detrás de ellos, esta desapareció por completo.
-Bienvenida al Inframundo, Alicia –soltaron a coro.
Era de día, pero las nubes cubrían los cielos, por lo que no parecía muy alentador, sobre todo estando en medio de un bosque con dos hombres que acababan de hacerle daño a su hermana. Empezó a preguntarse si en realidad sólo querían matarla y si lo que la habían obligado a beber no era más que un veneno.
-¿Qué era lo del frasco? –cuestionó, tras un escalofrío.
-Te lo dije, eso te mantendrá atrapada aquí –resopló Kane-, por lo menos el tiempo suficiente para que termines tu misión.
-Pero, mi hermana, debo ir a verla…
-¿Quieres que muera?
-¡No!
-Entonces cállate y escucha –gruñó Kane-, primero que nada, como en todo juego, hay reglas y debes respetarlas si no puedes recibir un castigo o, en el peor de los casos, perder. Si quieres que tu hermana siga con vida, debes de asegurarte de seguir estas instrucciones: En este mundo existen unas rosas completamente negras, llamadas lágrima negra, lo que tienes que hacer es conseguir las suficientes para que, con los tallos le hagas un collar a tu hermana, éste debe ser tan largo que le llegue a la cintura y del ancho de tres dedos. Ten cuidado, los tallos los debes de tejer con todo y sus espinas porque, sino la magia no podría funcionar.
-Tus manos deben estar descubiertas siempre que tejas, no puedes usar nada para protegerlas, sin importar el dolor que sientas cuando las espinas se encajen en tu suave piel –continuó Jove-. Una vez terminado, con los pétalos de la lágrima negra deberás triturarlos y mezclarlos con el agua del río azul, y formar un líquido con el que rociarás todo el collar, de forma que todas las espinas se conviertan en botones de rosa.
-Nadie debe ayudarte en estar tareas, sino el collar no funcionará. No debes de pedir ayuda de ninguna clase. Claro, pueden hacerlo, siempre y cuando no tenga nada que ver con tus tareas y que tú no se los hayas pedido. Tampoco puedes decirle a nadie sobre tu hermana o el hechizo, si te preguntan por qué haces lo que haces, di lo que sea, menos la verdad. Nunca menciones nuestros nombres, jamás, ni lo que somos.
-No tengo idea de qué son ustedes –soltó Alicia, antes de poder evitarlo. Tenía el presentimiento de que no quería saber la respuesta.
Ambos sonrieron.
-Somos demonios. Bueno, creo que es todo Alicia, nos agradó conocer.
-¡Esperen! ¿Cómo voy a regresar a casa?
Kane sonrió.
-Esa respuesta no nos corresponde a nosotros, tal vez pronto la obtengas. Todo lo que puedo decirte es que el frasco es importante, no lo pierdas, ni viertas nada él, porque eso provocaría que jamás vuelvas a ver a tu hermana.
-¿Cómo encuentro la lágrima negra?
-No podemos darte todo tan sencillo, Alicia, ¿qué diversión tendría el juego si lo hiciéramos? La tienes que encontrar tú sola –dijo Jove, de pronto pareció acordarse de algo y señaló atrás de ella-. Este bosque te puede llevar a todos los lugares que hay en el Inframundo pero, ése es el más seguro. Lleva al único lugar neutral, la Torre del Reloj.
-Buena suerte, Alicia. Por cierto, ten cuidado, porque la lágrima negra es venenosa, pero no te llegará a matar, sólo te debilitará, además, tengo esperanza de que, de tanto tejerla, tu cuerpo logre acostumbrarse.
Los demonios desaparecieron entre la maleza, dejándola completamente sola, sin tener idea de que hacer. Mientras se guiaba, por el camino que Jove le había señalado, podría ir buscando la lágrima negra. Pero, por más que lo hizo, no encontró salvo flores amarillas y azules, que de nada le servirían. ¿Sería cierto que las flores tenían veneno? ¿O sólo querían asustarla más? Sacudió su cabeza, aunque así fuera, tenía que arriesgarse por Loraine.
De un momento a otro, todo se apagó, como si alguien hubiese presionando un interruptor. La luna y las estrellas brillaban, medio ocultas entre las brumosas nubes que insistían en opacar todo. Alicia se desconcertó por ese cambio tan repentino, pero supuso que, estando en un lugar donde existían los demonios podía pasar cualquier cosa. Sus pensamiento fueron interrumpidos, cuando, en el camino se fue abriendo un claro, por el que salió a lo que parecía una ciudad. Veía casas y, a lo lejos… no podía ser ¿una montaña rusa?
Tal vez estaba imaginando cosas, además, no podía quedarse quieta mucho tiempo, era de noche y debía encontrar un lugar donde dormir. Y la vio: la Torre del Reloj. No sabía por qué, tal vez era porque se veía tan antigua, con el enorme reloj que se encontraba en lo alto o sólo se debía a que era la promesa de un refugio. Con cautela, se fue acercando hasta quedar ante la puerta. ¿Viviría alguien ahí? No lo parecía, se veía tan solitaria, tan alejada de todo lo demás…
Se arriesgaría, si la perilla no giraba, tocaría a la puerta, pero si no, entraría a buscar un rincón en el que pudiera dormir.
La puerta se abrió y ella, tras una respiración profunda, entró. Se guió por el pasillo oscuro hasta llegar a una habitación que parecía más bien un despacho. Había muchos relojes, grandes pequeños, rotos, abiertos… Una taza que, por el olor, dedujo que sería de café y aun estaba caliente.
Tenía que salir de ahí.
-¿Quién eres tú? –la voz profunda la hizo estremecerse de pies a cabeza; no pudo hacer nada más que girarse. Pero su mirada no se tomó con otro rostro sino con unos brazos fuerte, firmemente cruzado sobre un pecho musculoso, cubierto por una camisa blanca y una larga capa negra, con adornos dorados. Mientras su mirada fue subiendo, se dio cuenta que, amarrado al cuello de su camisa, había un hermoso reloj de oro.
-Me llamo Alicia –musitó, con la voz más débil que jamás se había escuchado proferir. Hubiese preferido no levantar más la mirada pero no pudo evitar continuar examinando la mandíbula fuerte y el cabello desordenado y largo, de un azul tan oscuro que emitía destellos negros. Parecía que lo llevaba amarrado detrás de su cuello, una extraña curiosidad por saber hasta dónde llegaba la invadió, pero ignoró esos pensamientos pronto. Sin contar que, en el momento en que llegó hasta su mirada púrpura y su ceño fruncido su mente se quedó en blanco.
-Jamás te había visto –dijo él-. ¿De qué lugar eres?
-De… fuera –balbució Alicia-, me caí y llegué hasta aquí.
Tras decir esas palabras él se puso rígido e hizo ademán de acercarse más a ella, pero Alicia retrocedió. El hombre debió notar el pánico en su mirada, porque no volvió a intentar avanzar.
-Eres del otro lado. ¿Quién te trajo? –estaba furioso, tanto que Alicia comenzaba a pensar que todo había sido plan de los demonios. Querían que llegara ahí para que el hombre se encolerizara y le hiciera daño o tal vez la matara.
Afuera, un rayo iluminó la noche y el sonido que provocó hizo saltar a Alicia.
-No lo sé –mintió, acordándose de las condiciones; sus manos temblaban y habían perdido todo su calor-. Todo lo que recuerdo es haber tomado algo y ser empujada a un agujero…
Con dedos temblorosos, consiguió sacar el frasco que tenía guardado.
-¿Cómo puedo regresar a casa? –cuestionó, con voz temblorosa.
Tal vez él ya se había dado cuenta del terror en sus ojos y que todo ello había sido provocado por su reacción violenta, ya que pareció calmarse.
-El frasco que llevas se irá llenando conforme pases tiempo en Inframundo e interactúes con sus habitantes –respondió él-, una vez que esté completamente lleno, podrás volver.
-¿En cuánto tiempo se llenará?
-Depende de la persona que lo lleva, no puedo darte un número exacto, pero pueden llegar a ser hasta meses, pero no más de un año.
Alicia asintió, pensando en controlarse; no había problema, tenía tiempo de hacer el collar, además si lo terminaba y el frasco aun no se llenaba, bien podía encontrar a los demonios para obligarlos a regresarla.
-Gracias –dijo ella, antes de dirigirse a la puerta.
-Espera –lo escuchó decir-, no tienes por qué irte, este es el único lugar neutral, aquí estarás más segura.
Alicia dudó, por una parte no confiaba en sus palabras ya que hacía sólo unos segundos le había gritado y, por otro lado, no quería salir en aquellos momentos, por lo menos no en la noche.
-No estaba molesto contigo, Alicia –continuó más suavemente, como si hubiese adivinado parte de sus pensamientos-, yo… lo siento.
Lo último sonó tan atropellado, como si ese hombre jamás hubiese pedido una disculpa a nadie o detestara hacerlo, que Alicia no pudo evitar esbozar una sonrisa.
-Mi nombre es Julius –dijo él, viéndose entre sorprendido y confundido por su reacción.
-Gracias, Julius, acepto tu invitación –respondió ella.
-Te llevaré a tu habitación.
Alicia lo siguió a una distancia prudente, puesto que todavía no confiaba del todo en él y se extrañó mucho cuando la guió hasta una pared. Abrió los labios para preguntarle sobre eso, pero antes que pudiera salir algún sonido de su boca, una puerta apareció en medio de aquella pared desnuda.
-Ahí encontrarás todo lo que necesitas –soltó Julius antes de dejarla sola.
Sin esperar otra intervención de su extraño anfitrión, se adentró en el cuarto y le alegró ver que por la ventana se asomaba la luz lunar. ¿Luna? Alicia se acercó un poco más y confirmó que las nubes se habían hecho a un lado para dejar ver a la hermosa esfera redonda. Algo extraño ocurrió, podría asegurar que tan sólo hacía unos minutos el firmamento estaba lleno de nubes y ahora, parecían haber disminuido su número. Además, ya no se escuchaban los rayos.
Suspiró, después de todo, tenía que dejar de asombrarse por cada cosa que ocurriera ahí, ya que era un mundo completamente diferente… De pronto, se preguntó si todo sería un sueño… Esperanzada por aquella posibilidad, se pellizcó el hombro, pero se decepcionó al comprobar que sentía dolor. ¿A quién engañaba? Desde que estaba en la sala de espera del hospital y se había dejado caer de rodillas había sentido dolor.
De ahora en adelante, sólo debía tener un propósito, salvar a su hermana.
Con ese pensamiento fundiéndose en su mente, se dirigió al armario de madera negra y lo abrió, para comprobar, que estaba repleto de vestidos que, si veía bien, eran justo de su talla. Estuvo recorriendo los ganchos hasta que, para su gran alegría, encontró un camisón de manga larga y cuya tela no era transparente, como los que había visto en muchas películas. Después de cambiarse, guardó el frasco en la mesita de noche que se encontraba al lado de la cama y se cubrió con las sábanas, esperando poder dormir un poco.
Al abrir los ojos y encontrarse con un cielo menos triste que el día anterior, Alicia se sintió un poco más animada. Todavía no se dejaba ver el sol, pero todo se veía menos gris y algo más cercano al azul. Ese era el día que tendría que empezar su recolección.
Alguien tocó la puerta y, recordando que sólo podría tratarse de Julius, Alicia se sintió un poco inquieta, esperaba que no se encontrara otra vez de mal humor, sin embargo, le debía mucho ya que la había dejado quedarse.
-Puedes pasar.
Incluso lo vio más impresionante que la noche anterior, quizás porque ella estaba sentada y eso hacía que se viera mucho más alto. Seguía con sus trajes oscuros y su mirada seria, hasta Alicia llegó a preguntarse si alguna vez su rostro cambiaba de expresión a parte de los momentos en los que enfurecía.
-Me alegra que apenas esté amaneciendo, no me gusta desperdiciar el día –comentó Alicia con la esperanza de romper el tenso silencio que se había creado.
Entonces, algo extraño sucedió con Julius, el púrpura en sus ojos brilló y sus labios se curvaron hacia arriba, en pequeño y rápido atisbo de una sonrisa.
-Desde que te dormiste es la segunda vez que amanece, Alicia.
-¿Qué?
Quiso levantarse con tanta brusquedad, que no se dio cuenta que se había enredado en las sábanas y, al intentar saltar de la cama, lo que consiguió fue caerse. Soltó un gemido de dolor y, cosa más extraña aún, escuchó esa voz profunda convertirse en una risa.
Abrió los ojos y lo encontró más cerca; estaba en cuclillas a su lado. Alicia frunció el ceño.
-¿Te parece divertido? –resopló ella.
-Tal vez… un poco.
-¿Por qué me dejaste dormir por tanto tiempo? –cuestionó, levantándose, ignorando la mano que él le ofrecía.
-Tranquila, Alicia, recuerda que nuestros mundos son distintos –explicó-, aquí, las noches y los días cambian repentinamente y no tienen un tiempo exacto de duración. Pueden pasar horas e incluso sólo minutos para el cambio.
Alicia abrió los ojos y recordó cuando llegó ahí, cómo el cielo se había apagado repentinamente.
-Tienes razón.
-¿Quieres comer algo? –preguntó Julius.
-Sí, sólo me cambiaré y en un momento estoy contigo.
Cuando la dejó sola, rápidamente se colocó uno de los vestidos, el cual era verde claro con manga corta y, hasta tenía un listón a juego para colocarse en la cabeza. También encontró una bolsa tejida –la cual podía servirle para guardar la lágrima negra- y se la colocó en el hombro.
Todavía pensaba alguna forma de agradecerle a Julius la hospitalidad, por lo que se ofreció a hacer el desayuno. Hizo algo de pan francés y café, el cual lograba hacer incluso más delicioso que el de… Lora. Sintió un espasmo de dolor en el corazón pero se negó a mostrarse triste ante Julius, porque eso podría hacer que le comenzara a hacer preguntas.
Cuando se sentaron a la mesa y Julius probó el café, ella notó que sus ojos se abrían, como si estuviese sorprendido por algo, sin embargo, cuando lo volvió a dejar en la mesa su expresión seria se volvió a apoderar de su rostro.
-Tu café sabe… bueno –pero lo dijo tan fríamente, que Alicia no pudo evitar probarlo, esperando que supiera horrible pero lo encontró igual de exquisito que siempre. Por ello, comenzó a pensar que, quizás que como ella misma lo había preparado le sabía tan bien y su hermana, que la quería tanto, jamás se atrevió a decirle que, en realidad, no era la gran cosa.
Al terminar de desayunar y lavar sus platos, Alicia se acomodó su bolsa y se dispuso a salir pero, recordó, que necesitaba algo con qué cortar las rosas.
-¿Me prestas un abrecartas? ¿O un cuchillo?
Julius arqueó una ceja.
-Es que… me gusta recolectar flores –respondió, midiendo sus palabras. Estaba segura que con esa vaga información no rebelaba nada prohibido.
Él la miró fijamente durante unos instantes y después le dio un pequeño cuchillo en una funda color tinto.
-¡Gracias! –dijo, antes de dirigirse a la puerta.
-Alicia, ¿a dónde vas?
-Sólo quiero recorrer un poco el lugar, tú dijiste que tenía que interactuar con los habitantes para que el frasco se llenara –soltó, abriendo la puerta. Se detuvo en el umbral.
-Sí, eso dije. Sólo… ten cuidado. ¿De acuerdo?
-Lo haré. Creo que regresaré en un par de horas o hasta que se haga de noche.
Salió corriendo, lamentando, cuando se adentró en las calles de la ciudad, que el sol aun no apareciera.
Caminó durante bastante tiempo y sólo había conseguido tres rosas. Escaseaban en aquel lugar, puesto que sólo las había encontrado detrás de una construcción abandonada y las otras dos cerca de los límites del bosque. Sospechaba que ahí adentro había más –sólo que no del lado que conducía a la Torre del Reloj, pero aun no conocía bien y no quería perderse, aunque, sabía que pronto tendría que dejar el miedo atrás y arriesgarse a ello. Se detuvo un momento a descansar y fue consciente que se encontraba cerca de una mansión. Sintió un poco de curiosidad por aquel lugar, pero recordó la advertencia de Julius y decidió seguir su camino.
-¿Quién eres tú y que haces en el territorio del Sombrerero?
Alicia se dio la vuelta para responder, pero se quedó sin habla cuando se dio cuenta que, frente a ella, estaba un hombre de cabello naranja con orejas largas que sobresalían de su cabeza, apuntando hacia arriba. Parecían orejas de liebre. Pero, en realidad casi no se fijó en ello ni siquiera en la vestimenta de él, ya que, en esos momentos le apuntaba con una pistola directo a la cabeza.
-Vamos, contesta o disparo.
Jeanette Yunnuen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 19/10/2011
Re: La Noche de las Rosas
Wow!!! mis respetos!, eres una gran escritora, claro que ya me traume!!! yo quiero conti si!.
Enserio escribes de una manera tan genial, la trama es muy interesante y luego por otra parte esta Julius que bueno... Ame tu fic!!
Enserio escribes de una manera tan genial, la trama es muy interesante y luego por otra parte esta Julius que bueno... Ame tu fic!!
Sweet- Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 01/08/2011
Localización : Nunca lo dire♫(?
Re: La Noche de las Rosas
AMO A TU FIC
KIAAAAA
ESTA HERMOSO
SIN DUDA UNO D ELSO MEJOERS K HE LEIDO N.N
KIAAAAA
ESTA HERMOSO
SIN DUDA UNO D ELSO MEJOERS K HE LEIDO N.N
Meidara- Mensajes : 1529
Fecha de inscripción : 01/08/2011
Edad : 26
Localización : En una escuela militarisada tratando de ser inmadura de nuevo e.e
Personaje Favorito : shouji miketsukami-kun, ririchiyo shirakiin, sebastian michaelis, ciel phantomhive, alois trancy, claude faustus, soul eater, maka, miharu, yoite, miku hatsune rin kagamine, len kagamine, grell suctcliff, ronald knox, will T. spears, undertaker, Alemania, Italia, España, Romano, Japon, China
Re: La Noche de las Rosas
¡Gracias por sus comentarios! ^^
Soy una aficionada a la escritura, nada más, pero adoro hacerlo. xD
Además siempre se me nota mi amor por los mitos griegos. o.o (¡Y por Julius!... coff, coff, hagan como que no leyeron eso...) (¡Perdóname L, la carne es débil!)
Soy una aficionada a la escritura, nada más, pero adoro hacerlo. xD
Además siempre se me nota mi amor por los mitos griegos. o.o (¡Y por Julius!... coff, coff, hagan como que no leyeron eso...) (¡Perdóname L, la carne es débil!)
Jeanette Yunnuen- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 19/10/2011
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