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La Condesa y el Demonio-Cap. 2
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La Condesa y el Demonio-Cap. 2
Capítulo 2:
Los árboles se movían de aquí para allá, siendo azotados por el viento invernal de Londres mientras el cielo opaco brillaba por las tenues luces de las plateadas estrellas en la cima de todo.
Juguetee con el abanico oscuro en mi mano, sintiendo la repentina necesidad de bajarme del carruaje y volver a casa.
Apreté el agarre del abanico.
No podía retractarme, ya había aceptado venir y, esto podría apresurar la búsqueda por la que había vuelto.
Tsk.
-¿Pasa algo, Joven Ama? Se ve angustiada.
Crucé las piernas bajo el vestido de fiesta, un color azul oscuro que realzaba el color de mis ojos, cabello y pálida piel.
-No, no pasa nada.
Sebastián sonrió, a sabiendas de mi estado de ánimo.
-Sabe que si asiste a la fiesta, tendrá que por cortesía aceptar por lo menos un baile del señor-me recordó, un fulgor divertido reluciendo en su ojos malvas.
Bufé, dejando que el peso de mi cabeza reposara en el puño cerrado de mi mano.
-Ya lo sé, tendré que soportar las repugnantes miradas lascivas que me lance y sonreír coqueta-lo mire –la fiesta será un fiasco.
El carruaje se detuvo y las luces de las farolas me llegaron directo al rostro. Acomodé las rosas azules del sombrero que ocultaba mi ojo derecho.
-Ya es hora-murmuró Sebastián mirando por la ventana.
Le imité y observe intensamente la mansión de la familia BerryCloth, pero no era más que una simple casa de un noble. Nada en comparación a la mansión Ghosthile.
Sebastián bajo primero y luego extendió la mano para ayudarme a bajar.
Acaricie la gema azul del anillo familiar y soltando un suspiro silencioso, acepté la mano que extendía cortésmente mi mayordomo vestido de traje.
Al bajar del carruaje, una brisca de viento azoto contra mí, mis cabellos volaron y el vestido se ciño por unos momentos a mi cuerpo. Sujete el sombrero a mi cabeza, pero eso no puedo evitar el hecho de que quitara el fleco de mi cabello.
Mi ojo derecho notó el rededor y Sebastián lo notó.
Se puso frente a mí, sonriendo como usualmente hacía y él mismo acomodó el sombrero y mi cabello como debía.
-No es qué sea egoísta, pero no me gusta que los demás sepan nuestro secreto, Joven Ama.
Entrecerré los ojos en su dirección y voltee, viendo la entrada de la casa con las enormes puertas abiertas de par en par. La música sonaba melodiosamente desde el interior.
-Digo lo mismo. Ahora, vamos.
Tras subir las escaleras, pude presenciar con una mejor vista el interior del salón, las luces, personas, decorativos y demás. Sin mencionar, los pares de ojos que giraron en mi dirección, tan discretamente como su curiosidad les permitía.
Patéticos.
El duque de Berrycloth se me acercó con una sonrisa en su rostro, acompañado por su esposa, Lady Magnolia. No había indicios de vida de su hijo, y eso me agrado.
-Condesa Aeryn Ghosthile, es un verdadero honor tener vuestra presencia en este baile.
Tomo mi mano y deposito un beso en ella, mientras yo cubría la zona desde mi nariz hacia abajo con el abanico, ocultando mi mueca de molestia.
-El placer es mío, duque BerryCloth-dije, ahora dirigiendo mi vista a la mujer a su lado, igual de sonriente que su marido –Lady Magnolia.
Hice una reverencia hacia la mujer, la cual ella correspondió.
-Condesa Ghosthile, un gusto tenerla con nosotros esta noche.
Cerré mi abanico.
-Oh, viene acompañada-musitó un tanto asombrado el duque.
Le lancé una mirada de soslayo a Sebastián, quien asintió.
-Él es Sebastián Hendrix, mi mayordomo-presenté.
El nombrado sonrió con simpatía, logrando capturar miradas de las presentes doncellas alrededor de todo el salón.
Torcí los labios.
-Duque BerryCloth, Lady Magnolia-saludó y pude notar como la duquesa se sonrojo.
Había momentos en los que las demás mujeres realmente no dejaban de sorprenderme.
***
Apoyada contra un pilar del salón, observaba con desinterés las parejas que se movían de un lado para el otro, bailando, charlando y divirtiéndose. Pero no rastros del objetivo que deseaba mantener alejado y, de alguna forma, eso me tranquilizaba.
Durante el transcurso del baile, hubieron bastantes personas con títulos decentes presentándose ante mí o dándome la bienvenida de vuelta, pero más de un cordial saludo hostil no recibieron.
Algunos incluso tuvieron la desfachatez de hablar de negocios, sin mencionar la bola de padres o madres queriendo que aceptara propuestas de compromiso por parte de sus hijos, los cuales no me agradaron.
Ni uno solo.
De pronto, la mano extendida de Sebastián delante de mí llamo mi atención.
Esbozó una sonrisa.
-¿Me concedería esta pieza, Joven Ama?-preguntó.
Dude por unos momentos, intrigada. Luego, sin más, acepté su oferta.
Pares de ojos siguiendo nuestros movimientos cuando nos colamos a las demás parejas danzantes del salón. Reprimí una mueca.
-¿Qué les pasa a estas personas? Viéndome como si fuera un espectáculo para su diversión. Eso me molesta-farfulle inexpresiva.
Seguí los pasos de Sebastián, quién me guiaba agraciadamente para bailar un vals cautivador. Pude jurar que brillos y rosas nos rodeaban a medida que nos movíamos.
-Quiere que haga algo al respecto, Joven Ama.
Negué con la cabeza, cuidando no hacer nada torpe.
-No es necesario, mientras Colin BerryCloth no se haga presente, no será necesario que actúes.
Sebastián asintió ante mi orden y la pieza del vals acabó, pero no me soltó.
-Eso ha sido espléndido Condesa-dijo una voz familiar a mis espaldas.
Me giré levemente, viendo con los ojos entrecerrados el cuerpo varonil del heredero del duque BerryCloth. Sonreí de lado, era Colin BerryCloth.
Sebastián me soltó y se hizo a un lado, pude percibir la sonrisa traviesa que se le formó en el rostro.
-Duque de BerryCloth-dije, sonriendo maliciosa.
Hice una reverencia de cortesía y luego, sentí como tomaba mi mano y la besaba, conectando sus ojos azules con los míos directamente.
Un escalofrío de alerta recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
-Un placer tenerla con nosotros esta noche, Condesa de Ghosthile.
Sonreí tan falsamente como mi rostro me permitía. Éste tipo me causaba estragos, náuseas y su loción era como veneno para mi nariz.
Reprimí una mueca de asco.
Música suave comenzó a sonar desde la orquesta ubicada en el otro extremo del salón de baile y supe de antemano lo que seguiría a continuación.
-¿Me concedería esta pieza, Condesa?-preguntó, su mano extendida y una sonrisa maliciosa condecoró sus facciones angulosas.
Tome su mano sin decir nada y me llevo al centro del salón. Le lancé una mirada de soslayo a Sebastián, quien se mantuvo sonriendo con altanería mientras me observaba desde su lugar.
Posicionó su mano en mi cintura mientras la otra sujetaba mi mano alzada y comenzamos a danzar junto a las demás personas. Sin embargo, nuestra aparición en público fue más llamativa de lo que esperaba.
Los murmullos—como de costumbre—no se hicieron esperar, las mujeres cotillas iniciaron con chismes sobre como nos veíamos juntos, de lo conveniente que sería para la familia del duque si su hijo contrajera matrimonio con la heredera de Ghosthile y tomar un máximo puesto en la escala de nobles y demás.
Tsk.
Por eso odiaba todo lo relacionado a apariciones públicas, nunca salías de una viva.
-¿Lo ha pasado bien?
Alcé la mirada hacia él, su sonrisa seguía sin desaparecer.
-Sí-mentí, pues otra cosa no podría decir. Sería descortés (por más mal que la persona me disgustara) –ha estado… divertido.
El duque deslizó un par de milímetros su mano por mi cintura, creyendo que no lo notaría al verle la cara de estúpido.
Como si fuera a caer en su trampa… maldito sean los de su tan baja categoría.
-Y, ¿qué me cuenta de usted duque, qué tal la Torre Eiffel en París, es tan exótica como todos comentan?-esbocé una sonrisa de medio lado.
Nos balanceábamos de aquí para allá mientras hablábamos y Colin sonrió de una manera algo siniestra que me causo un dolor agudo en el estómago. Náuseas, tal vez.
-Oh, es maravillosa, la estructura... mmm, fabulosa. Quizá algún día me permita llevarla a conocer, en un viaje a Francia, de vacaciones…
Intenté evitar el hormigueo en mi espalda y borre la señal de alerta de mi cabeza y cuerpo, no podía echarme para atrás cuando estaba recién comenzando la verdadera jugada.
Por lo que continué con lo mismo: sonriendo como estúpida frente a un cerdo asqueroso.
-Sería fantástico duque-nos detuvimos y abaniqué mi rostro, pretendiendo tener un calor en la baja temperatura de mi cuerpo.
El duque no retiro su mano de mi cintura.
-Cuando desee, Milady.
Estruje el abanico con mi mano, controlándome para no meter la pata, sin embargo, la vena roja de mi cabeza decía otra cosa.
-Hace calor aquí dentro, ¿le molestaría si me retiro por un momento?-pregunté, intentando no sonar grosera o… furiosa.
Colin BerryCloth se hizo a un lado, dejando el espacio suficiente como para que pasara.
-Adelante, estaré esperándola ansioso por otra pieza de baile, Condesa.
Sonreí tan cínicamente posible y pase por su lado, revoloteando las pestañas inocentemente y caminé desde la mitad del salón, hasta el otro extremo, yendo a por el pasillo que llevaba a los tocadores de damas.
Suspire apoyándome en la pared cuando estuve cien por ciento segura de que entre las sombras nadie me vería.
Las mejillas me dolían de tanto mantener una tonta sonrisa, pero debía hacerlo para averiguar lo que necesitaba, y eso implicaba continuar al lado de aquel payaso de circo.
A los extremos que tenía que llegar para…
-Joven Ama, ¿se encuentra usted bien?
Recosté la cabeza contra la pared de color marrón crema, viendo indiferente y con los ojos entrecerrados el techo a un par de metros del suelo.
-¿Tú qué crees, Sebastián? Debo soportar a ese soquete para sacarle información y a penas puedo mantenerlo a mi lado.
Mi mayordomo tan solo sonrió.
-Además, con tanta gente como testigo, no puedo llevarlo hasta donde yo quiero-hice una mueca –y eso de seducirlo no me llama la atención.
Sebastián pensó.
-Solo sea usted misma, Joven Ama. Por lo que tengo entendido, al duque de BerryCloth le gustan las mujeres inocentes, puras e ingenuas. Intente ser como una.
Reí sarcástica.
-La inocencia no va conmigo, por si no lo has notado, soy de todo menos inocente. Nadie en esta vida lo es.
-Eso me suena a que ya se rindió, Joven Ama.
Los ojos malvas de Sebastián se vieron repentinamente opacados por una oscuridad tenebrosa y malévola.
Estruje la tela del vestido azul con mis manos enguantadas, con el cabello cubriendo mis ojos y frente.
-¿Rendirme?-pregunté, actuando incrédula. Luego sonreí maquiavélicamente -¿debes estar bromeando? Soy Aeryn Ghosthile, por si no lo reacuerdas y mientras lleve la sangre de mi padre y del padre de mi padre, la palabra “rendimiento” no esta en mi diccionario. ¿Quedó claro, Sebastián?
Mi mayordomo sonrió como de costumbre, separando levemente los labios y llevo una mano a su pecho, inclinándose sumisamente.
-Sí, Joven Ama.
Elevé la cabeza, apartando el cabello de mi cara y, con ello, la marca maldita de mi ojo derecho quedó al descubierto. Una especie de estrella de trece puntas y figuras geométricas iguales en el interior, que brillaron azules junto a los ojos gatunos de Sebastián, los cuales de malva pasaron a rojo carmesí., un color tan escalofriante como la sangre y tan espeso como la misma.
Había pasado tiempo desde la última vez que ví aquel destello en los ojos de mi mayordomo, pero más que otra cosa a parte de orgullo y dominio no salió de mí.
-Hay que regresar a la fiesta-musité, tomando mi vestido con ambas manos.
Acomodé mi cabellera oscura de modo que cayera libremente por mi espalda y ordené el fleco que cubría mi ojo para así no llamar la atención de nadie cuando volviera.
Lancé uno de los mechones de mi cabello hacia atrás.
-Sería una vergüenza hacer esperar al duque y que me lo gane otra desdichada, no crees.
-Tenga cuidado, Joven Ama-dijo Sebastián.
Me detuve a su lado, él manteniendo la mirada baja mientras yo le veía desde el costado.
Suspire.
-¿Por qué… o de quién?-murmuré divertida.
Sebastián clavo sus ojos en los míos esta vez.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Su mirada no enunciaba nada bueno o agradable… luego, simplemente, sonrió como de costumbre.
-El duque Colin BerryCloth, tiene manos escurridizas-su tono divertido logro sacarme una carcajada.
Palmee su hombro mientras continuaba caminando por el sombrío pasillo hasta la puerta abierta donde se hallaba el salón y la fiesta.
-Supongo que tienes razón, al duque le gusta la diversión-sonreí –de tal palo, tal astilla-murmuré cantadito.
No lo vi no lo sentí, pero algo en mi interior me dijo que sonrió.
La marca en el ojo de Aeryn:
Hasta Aquí... mattane-desu~~
Los árboles se movían de aquí para allá, siendo azotados por el viento invernal de Londres mientras el cielo opaco brillaba por las tenues luces de las plateadas estrellas en la cima de todo.
Juguetee con el abanico oscuro en mi mano, sintiendo la repentina necesidad de bajarme del carruaje y volver a casa.
Apreté el agarre del abanico.
No podía retractarme, ya había aceptado venir y, esto podría apresurar la búsqueda por la que había vuelto.
Tsk.
-¿Pasa algo, Joven Ama? Se ve angustiada.
Crucé las piernas bajo el vestido de fiesta, un color azul oscuro que realzaba el color de mis ojos, cabello y pálida piel.
-No, no pasa nada.
Sebastián sonrió, a sabiendas de mi estado de ánimo.
-Sabe que si asiste a la fiesta, tendrá que por cortesía aceptar por lo menos un baile del señor-me recordó, un fulgor divertido reluciendo en su ojos malvas.
Bufé, dejando que el peso de mi cabeza reposara en el puño cerrado de mi mano.
-Ya lo sé, tendré que soportar las repugnantes miradas lascivas que me lance y sonreír coqueta-lo mire –la fiesta será un fiasco.
El carruaje se detuvo y las luces de las farolas me llegaron directo al rostro. Acomodé las rosas azules del sombrero que ocultaba mi ojo derecho.
-Ya es hora-murmuró Sebastián mirando por la ventana.
Le imité y observe intensamente la mansión de la familia BerryCloth, pero no era más que una simple casa de un noble. Nada en comparación a la mansión Ghosthile.
Sebastián bajo primero y luego extendió la mano para ayudarme a bajar.
Acaricie la gema azul del anillo familiar y soltando un suspiro silencioso, acepté la mano que extendía cortésmente mi mayordomo vestido de traje.
Al bajar del carruaje, una brisca de viento azoto contra mí, mis cabellos volaron y el vestido se ciño por unos momentos a mi cuerpo. Sujete el sombrero a mi cabeza, pero eso no puedo evitar el hecho de que quitara el fleco de mi cabello.
Mi ojo derecho notó el rededor y Sebastián lo notó.
Se puso frente a mí, sonriendo como usualmente hacía y él mismo acomodó el sombrero y mi cabello como debía.
-No es qué sea egoísta, pero no me gusta que los demás sepan nuestro secreto, Joven Ama.
Entrecerré los ojos en su dirección y voltee, viendo la entrada de la casa con las enormes puertas abiertas de par en par. La música sonaba melodiosamente desde el interior.
-Digo lo mismo. Ahora, vamos.
Tras subir las escaleras, pude presenciar con una mejor vista el interior del salón, las luces, personas, decorativos y demás. Sin mencionar, los pares de ojos que giraron en mi dirección, tan discretamente como su curiosidad les permitía.
Patéticos.
El duque de Berrycloth se me acercó con una sonrisa en su rostro, acompañado por su esposa, Lady Magnolia. No había indicios de vida de su hijo, y eso me agrado.
-Condesa Aeryn Ghosthile, es un verdadero honor tener vuestra presencia en este baile.
Tomo mi mano y deposito un beso en ella, mientras yo cubría la zona desde mi nariz hacia abajo con el abanico, ocultando mi mueca de molestia.
-El placer es mío, duque BerryCloth-dije, ahora dirigiendo mi vista a la mujer a su lado, igual de sonriente que su marido –Lady Magnolia.
Hice una reverencia hacia la mujer, la cual ella correspondió.
-Condesa Ghosthile, un gusto tenerla con nosotros esta noche.
Cerré mi abanico.
-Oh, viene acompañada-musitó un tanto asombrado el duque.
Le lancé una mirada de soslayo a Sebastián, quien asintió.
-Él es Sebastián Hendrix, mi mayordomo-presenté.
El nombrado sonrió con simpatía, logrando capturar miradas de las presentes doncellas alrededor de todo el salón.
Torcí los labios.
-Duque BerryCloth, Lady Magnolia-saludó y pude notar como la duquesa se sonrojo.
Había momentos en los que las demás mujeres realmente no dejaban de sorprenderme.
***
Apoyada contra un pilar del salón, observaba con desinterés las parejas que se movían de un lado para el otro, bailando, charlando y divirtiéndose. Pero no rastros del objetivo que deseaba mantener alejado y, de alguna forma, eso me tranquilizaba.
Durante el transcurso del baile, hubieron bastantes personas con títulos decentes presentándose ante mí o dándome la bienvenida de vuelta, pero más de un cordial saludo hostil no recibieron.
Algunos incluso tuvieron la desfachatez de hablar de negocios, sin mencionar la bola de padres o madres queriendo que aceptara propuestas de compromiso por parte de sus hijos, los cuales no me agradaron.
Ni uno solo.
De pronto, la mano extendida de Sebastián delante de mí llamo mi atención.
Esbozó una sonrisa.
-¿Me concedería esta pieza, Joven Ama?-preguntó.
Dude por unos momentos, intrigada. Luego, sin más, acepté su oferta.
Pares de ojos siguiendo nuestros movimientos cuando nos colamos a las demás parejas danzantes del salón. Reprimí una mueca.
-¿Qué les pasa a estas personas? Viéndome como si fuera un espectáculo para su diversión. Eso me molesta-farfulle inexpresiva.
Seguí los pasos de Sebastián, quién me guiaba agraciadamente para bailar un vals cautivador. Pude jurar que brillos y rosas nos rodeaban a medida que nos movíamos.
-Quiere que haga algo al respecto, Joven Ama.
Negué con la cabeza, cuidando no hacer nada torpe.
-No es necesario, mientras Colin BerryCloth no se haga presente, no será necesario que actúes.
Sebastián asintió ante mi orden y la pieza del vals acabó, pero no me soltó.
-Eso ha sido espléndido Condesa-dijo una voz familiar a mis espaldas.
Me giré levemente, viendo con los ojos entrecerrados el cuerpo varonil del heredero del duque BerryCloth. Sonreí de lado, era Colin BerryCloth.
Sebastián me soltó y se hizo a un lado, pude percibir la sonrisa traviesa que se le formó en el rostro.
-Duque de BerryCloth-dije, sonriendo maliciosa.
Hice una reverencia de cortesía y luego, sentí como tomaba mi mano y la besaba, conectando sus ojos azules con los míos directamente.
Un escalofrío de alerta recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
-Un placer tenerla con nosotros esta noche, Condesa de Ghosthile.
Sonreí tan falsamente como mi rostro me permitía. Éste tipo me causaba estragos, náuseas y su loción era como veneno para mi nariz.
Reprimí una mueca de asco.
Música suave comenzó a sonar desde la orquesta ubicada en el otro extremo del salón de baile y supe de antemano lo que seguiría a continuación.
-¿Me concedería esta pieza, Condesa?-preguntó, su mano extendida y una sonrisa maliciosa condecoró sus facciones angulosas.
Tome su mano sin decir nada y me llevo al centro del salón. Le lancé una mirada de soslayo a Sebastián, quien se mantuvo sonriendo con altanería mientras me observaba desde su lugar.
Posicionó su mano en mi cintura mientras la otra sujetaba mi mano alzada y comenzamos a danzar junto a las demás personas. Sin embargo, nuestra aparición en público fue más llamativa de lo que esperaba.
Los murmullos—como de costumbre—no se hicieron esperar, las mujeres cotillas iniciaron con chismes sobre como nos veíamos juntos, de lo conveniente que sería para la familia del duque si su hijo contrajera matrimonio con la heredera de Ghosthile y tomar un máximo puesto en la escala de nobles y demás.
Tsk.
Por eso odiaba todo lo relacionado a apariciones públicas, nunca salías de una viva.
-¿Lo ha pasado bien?
Alcé la mirada hacia él, su sonrisa seguía sin desaparecer.
-Sí-mentí, pues otra cosa no podría decir. Sería descortés (por más mal que la persona me disgustara) –ha estado… divertido.
El duque deslizó un par de milímetros su mano por mi cintura, creyendo que no lo notaría al verle la cara de estúpido.
Como si fuera a caer en su trampa… maldito sean los de su tan baja categoría.
-Y, ¿qué me cuenta de usted duque, qué tal la Torre Eiffel en París, es tan exótica como todos comentan?-esbocé una sonrisa de medio lado.
Nos balanceábamos de aquí para allá mientras hablábamos y Colin sonrió de una manera algo siniestra que me causo un dolor agudo en el estómago. Náuseas, tal vez.
-Oh, es maravillosa, la estructura... mmm, fabulosa. Quizá algún día me permita llevarla a conocer, en un viaje a Francia, de vacaciones…
Intenté evitar el hormigueo en mi espalda y borre la señal de alerta de mi cabeza y cuerpo, no podía echarme para atrás cuando estaba recién comenzando la verdadera jugada.
Por lo que continué con lo mismo: sonriendo como estúpida frente a un cerdo asqueroso.
-Sería fantástico duque-nos detuvimos y abaniqué mi rostro, pretendiendo tener un calor en la baja temperatura de mi cuerpo.
El duque no retiro su mano de mi cintura.
-Cuando desee, Milady.
Estruje el abanico con mi mano, controlándome para no meter la pata, sin embargo, la vena roja de mi cabeza decía otra cosa.
-Hace calor aquí dentro, ¿le molestaría si me retiro por un momento?-pregunté, intentando no sonar grosera o… furiosa.
Colin BerryCloth se hizo a un lado, dejando el espacio suficiente como para que pasara.
-Adelante, estaré esperándola ansioso por otra pieza de baile, Condesa.
Sonreí tan cínicamente posible y pase por su lado, revoloteando las pestañas inocentemente y caminé desde la mitad del salón, hasta el otro extremo, yendo a por el pasillo que llevaba a los tocadores de damas.
Suspire apoyándome en la pared cuando estuve cien por ciento segura de que entre las sombras nadie me vería.
Las mejillas me dolían de tanto mantener una tonta sonrisa, pero debía hacerlo para averiguar lo que necesitaba, y eso implicaba continuar al lado de aquel payaso de circo.
A los extremos que tenía que llegar para…
-Joven Ama, ¿se encuentra usted bien?
Recosté la cabeza contra la pared de color marrón crema, viendo indiferente y con los ojos entrecerrados el techo a un par de metros del suelo.
-¿Tú qué crees, Sebastián? Debo soportar a ese soquete para sacarle información y a penas puedo mantenerlo a mi lado.
Mi mayordomo tan solo sonrió.
-Además, con tanta gente como testigo, no puedo llevarlo hasta donde yo quiero-hice una mueca –y eso de seducirlo no me llama la atención.
Sebastián pensó.
-Solo sea usted misma, Joven Ama. Por lo que tengo entendido, al duque de BerryCloth le gustan las mujeres inocentes, puras e ingenuas. Intente ser como una.
Reí sarcástica.
-La inocencia no va conmigo, por si no lo has notado, soy de todo menos inocente. Nadie en esta vida lo es.
-Eso me suena a que ya se rindió, Joven Ama.
Los ojos malvas de Sebastián se vieron repentinamente opacados por una oscuridad tenebrosa y malévola.
Estruje la tela del vestido azul con mis manos enguantadas, con el cabello cubriendo mis ojos y frente.
-¿Rendirme?-pregunté, actuando incrédula. Luego sonreí maquiavélicamente -¿debes estar bromeando? Soy Aeryn Ghosthile, por si no lo reacuerdas y mientras lleve la sangre de mi padre y del padre de mi padre, la palabra “rendimiento” no esta en mi diccionario. ¿Quedó claro, Sebastián?
Mi mayordomo sonrió como de costumbre, separando levemente los labios y llevo una mano a su pecho, inclinándose sumisamente.
-Sí, Joven Ama.
Elevé la cabeza, apartando el cabello de mi cara y, con ello, la marca maldita de mi ojo derecho quedó al descubierto. Una especie de estrella de trece puntas y figuras geométricas iguales en el interior, que brillaron azules junto a los ojos gatunos de Sebastián, los cuales de malva pasaron a rojo carmesí., un color tan escalofriante como la sangre y tan espeso como la misma.
Había pasado tiempo desde la última vez que ví aquel destello en los ojos de mi mayordomo, pero más que otra cosa a parte de orgullo y dominio no salió de mí.
-Hay que regresar a la fiesta-musité, tomando mi vestido con ambas manos.
Acomodé mi cabellera oscura de modo que cayera libremente por mi espalda y ordené el fleco que cubría mi ojo para así no llamar la atención de nadie cuando volviera.
Lancé uno de los mechones de mi cabello hacia atrás.
-Sería una vergüenza hacer esperar al duque y que me lo gane otra desdichada, no crees.
-Tenga cuidado, Joven Ama-dijo Sebastián.
Me detuve a su lado, él manteniendo la mirada baja mientras yo le veía desde el costado.
Suspire.
-¿Por qué… o de quién?-murmuré divertida.
Sebastián clavo sus ojos en los míos esta vez.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Su mirada no enunciaba nada bueno o agradable… luego, simplemente, sonrió como de costumbre.
-El duque Colin BerryCloth, tiene manos escurridizas-su tono divertido logro sacarme una carcajada.
Palmee su hombro mientras continuaba caminando por el sombrío pasillo hasta la puerta abierta donde se hallaba el salón y la fiesta.
-Supongo que tienes razón, al duque le gusta la diversión-sonreí –de tal palo, tal astilla-murmuré cantadito.
No lo vi no lo sentí, pero algo en mi interior me dijo que sonrió.
La marca en el ojo de Aeryn:
- Spoiler:
Hasta Aquí... mattane-desu~~
Jossie Phantomhive- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 12/04/2014
Edad : 26
Localización : Sur de Chile
Personaje Favorito : Amu, Ikuto, Ciel, Sebatian, Sakura K.
Re: La Condesa y el Demonio-Cap. 2
Lamento el no comentar antes... tuve muy poco tiempo y ni leer pude,hasta ahora que ya he podido, lamento no haber dejado comentario antes, pero basta de mis irresponsabilidades.
Me ha encantado este capitulo, al igual que el anterior, que son muy buenos y siempre me dan ganas de seguir leyendo así como cuando leo un libro con mucho suspenso y que uno disfruta muchísimo.
En fin, continualo me ha gustado y lamento no comentar nada antes.
Me ha encantado este capitulo, al igual que el anterior, que son muy buenos y siempre me dan ganas de seguir leyendo así como cuando leo un libro con mucho suspenso y que uno disfruta muchísimo.
En fin, continualo me ha gustado y lamento no comentar nada antes.
Kristal E.- Mensajes : 431
Fecha de inscripción : 17/08/2011
Localización : En soraniland~ xD Ok en Casa de Atobe-sama
Personaje Favorito : Shiraishi Kuranosuke, Atobe Keigo, Kurogane, Mokona,Ryoma E., Y otros mas....
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