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Los Juegos de la Muerte

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shiori_uchiha
Jeanette Yunnuen
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Los Juegos de la Muerte Empty Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Jeanette Yunnuen Miér Oct 19, 2011 6:41 pm

Death Note
デスノ—ト
Los Juegos de la Muerte
(Fanfic)


Las vidas de tres jóvenes serán puestas en el mismo camino para ser destrozadas en un interesante juego. Los dioses de la muerte han decidido: se les permitirá a los participantes elegir sus acciones, sin embargo, no tienen muchas opciones porque, el que pierda, morirá.
Por supuesto, ya que el sentido de humor de las deidades es muy oscuro, diferentes obstáculos se les pondrán en su camino, entre ellos, las mayores debilidades del humano: las emociones.


I
Ajedrez

Tierra y polvo acumulados en un suelo infértil, cuya arenosa piel sólo soportaba el peso de huesos y restos de seres que, en un tiempo remoto, se nombraban a sí mismos dioses. Por lo menos, los que quedaban, se enorgullecían en conservar ese título. Los cielos estaban llenos de una oscuridad causada por el hurto de miles de años de vida. ¿Pero qué es el tiempo de vida de una criatura tan inferior como el humano? Para los shinigamis no era nada, más que un molesta exhalación de sus bocas llenas de muerte.
Sin embargo, hay un defecto en las alargadas vidas de estos dioses: la falta de diversión. Jugar juegos es lo único que motiva a un shinigami lo suficiente como para levantar la cabeza del suelo y extender sus alas. Pero, en un mundo tan infértil como aquel, no hay mucho en lo que pasar el tiempo.
En medio de toda esa acumulación de vidas mezcladas y aburrimiento, varios shinigamis descansaban, con las cabezas puestas en el firmamento estéril y grisáceo. Habían jugado ya, muchas veces, con cartas, dados; apostando una pierna, un ojo, siempre con el mismo resultado: alguno de ellos ganaba y otro perdía…
-Traje algo del mundo humano.
Un alto shinigami, con el rostro de un pálido azulado y una sonrisa estirada que mostraba unos amarillos dientes puntiagudos, se acercó al resto. En sus dedos largos, de uñas largas y filosas, estaba atrapada una caja pintada con cuadros negros y blancos. Rem, fue la primera en percatarse de esto y, con cierto recelo, estrechó el único ojo, de pupila amarilla, que dejaba libre el vendaje sobre su cara.
-¿Qué hiciste ahora? No podemos bajar a menos que alguien tome nuestro cuaderno.
Ryuk le dirigió un gesto desdeñoso con la mano y se sentó sobre la tierra negra, de no ser porque sus ropas eran un poco brillantes, su cuerpo se hubiese perdido en el color del suelo. Los demás, agitados por un sentimiento de novedad, se arremolinaron alrededor, ansiosos por averiguar sobre el nuevo juguete. El shinigami lo abrió y el artilugio se desdobló, de forma que quedó como un tablero, muchas piezas habían brotado de su interior. Contento, Ryuk comenzó a acomodar las piezas y les explicó el juego, sin embargo, cuando terminó, ninguno parecía muy entusiasmado.
-Sería lo mismo; si jugamos, unos ganan, los otros no, pero aquí, no tenemos nada que perder, no hay nada que nos motive –resopló uno de ellos.
-Parece que tu juguete no es tan interesante como pensabas –se rió Rem, agitando sus anchos hombros huesudos.
-Por supuesto que es aburrido –soltó Ryuk, sonriendo, asombrando a la shinigami-, pero sólo de la forma que lo juegan los mortales, yo le he hecho unas modificaciones.
Al escuchar esto, los dioses volvieron a prestar atención y le pidieron que explicara sobre ello.
-Nosotros, al jugar, lo haríamos con piezas que puedan moverse solas –comenzó-, por supuesto, durante los primeros minutos les brindaríamos un poco de ayuda y recursos para que, en el momento oportuno, ellos puedan competir libremente.
-Quieres usar humanos –apuntó Rem.
-Por supuesto –asintió él-. Lo mejor de esto es que ninguno de nosotros ganará o perderá, simplemente veremos cómo se desarrolla la batalla. Recuerden que ellos si tendrán algo por lo que luchar: sus vidas.
Los shinigamis se acomodaron, entusiasmados con la oportunidad de ver a los humanos desesperarse por aferrarse a su alma.
-Y, claro, para hacer todo más interesante –sonrió Ryuk. Sacó uno de los dos cuadernos de la muerte que traía-, cuando llegue el momento, soltaremos esto.
-¿Soltaremos? –cuestionó Rem.
-Sí, quiero que tú también dejes caer uno de los que llevas, se que te apropiaste de otro.
-¿Por qué yo? –dijo ella, estrechando su ojo amarillo.
-Quiero demostrarte que eso será divertido. ¿Aceptas?
Rem bajó su cabeza, provocando que los aretes, que colgaban debajo de su cabello, se agitaran, y observó el otro cuaderno de la muerte que conservaba; sus dedos se cerraron sobre él.
-Dijiste que tendremos unos minutos para proveer a nuestras piezas de armas para defenderse…
-En tiempo humano –aclaró él- serían varios años.
-Una vez que sean tocados los cuadernos, tendremos que bajar…
-Así es –concedió Ryuk, sonriente- y veremos todo desde una mejor perspectiva. El resto, puede seguir observando desde aquí.
Rem levantó el cuaderno, después observó los rostros de los otros dioses; un destello amarillo cruzó por su mirada.
-De acuerdo, juguemos.


El detestable olor a desinfectante, típico en cualquier hospital o consultorio, se respiraba en aquella oficina amueblada y limpia. La joven, cuyo cabello rubio destellaba debió a los rayos de un sol amable, se removió en el sofá y arrugó la nariz. Frente a ella, una mujer con un moño severo, que apenas escondía las canas, se acomodó los enormes lentes.
-¿Por qué no te pones cómoda, Misa?
La joven frunció el ceño, sabía que, entre más reacia y disgustada se mostrara más insistiría Catherine en retenerla. Además, la necesitaba para volver, para regresar al lugar donde había iniciado su historia.
-Si lo que quiere decir es que me acueste, como el resto de los pacientes, ni siquiera lo piense –no pudo evitar soltar, con cierto enojo.
Catherine se volvió a acomodar los lentes, que ya iban en la punta de la nariz. Soltó un profundo suspiro.
-Como prefieras –dijo-. Empieza a contarme lo que ocurrió aquella noche.
Misa cerró los ojos, escondió las manos para que la psiquiatra no pudiera ver que estaban hechas puño. No le gustaba recordar la nieve, ni la sangre que la tiñó, ni la forma que fue encerrada en un armario… incapaz de ver, pero perfectamente consciente de cada grito y súplica.
-No recuerdo bien.
-A los cinco años un niño es capaz de retener en su mente escenas muy vívidas, más cuando se tratan de hechos tan traumatizantes como los que tú pasaste.
Misa suspiró; le tomó todo su autocontrol poner una expresión amable.
-No me gustaría hablar de ello.
-Tienes qué, de eso depende que se acepte tu transferencia a la otra universidad y que se te declare oficialmente autónoma.
-Ya tengo la mayoría de edad –replicó la joven.
-Sabes a lo que me refiero.
Misa ofreció una sonrisa –no tan exagerada que se viera falsa y no tan contenta como para que no tuviera congruencia con lo que iba a relatar-, detrás de ella, las uñas perforaban la piel de sus palmas. Sentía la sangre deslizarse por el brazo. Sin embargo, con la tranquilidad que brindan los años a las personas que olvidan o dejan de sentir, comenzó su relato y lo terminó, asegurándose de que su rostro no mostrara la misma expresión de pánico que esa noche, cuando sólo era una niña.
-Muy bien –la psiquiatra parecía satisfecha-. Me alegra bastante tu mejoría, creo que el último frasco de calmantes y pastillas para dormir serán suficientes, una vez que termines las dosis, podrás abstenerte de ellos.
La mujer no parecía querer decir algo más y Misa no se arriesgaría a preguntar por el traslado, ya que se vería muy ansiosa por ir allá y no quería que Catherine pensara que algo andaba mal en ella. Con cuidado, se acomodó su larga falda negra y se dirigió a la puerta, caminó despacio, esperando que, como siempre, la psiquiatra recordara en el último minuto que tenía algo importante que decirle.
-¡Misa, espera!
La chica, que había estirado el brazo hacia la perilla, se congeló en su lugar. Agradeció estar de espaldas a ella, para que no notara su sonrisa de triunfo; después de todo, lo poco que había aprendido en el orfanato se preservó perfectamente en su memoria.
-¿Sí?
-He decidido aprobar tu transferencia, después de todo, creo que un cambio de ambiente será bueno para ti. Sí, Japón te hará bien.
-Gracias.


-En otras noticias, el juez Akihiko decidió reabrir el caso de homicidio de 1993, ocurrido en una zona residencial del lado norte, cerca de la costa de Kanto. Según informes de la policía local, un ciudadano, el cual no quiso dar su nombre, envió datos contundentes a la delegación que demostraban la culpabilidad de Takano Konji, quien fue arrestado esta mañana…
Unos ojos negros, extremadamente fijos, seguían las luces de la televisión. El joven subió las piernas al asiento donde se encontraba y puso uno de sus dedos sobre su boca, como hacía siempre que se retraía en sus pensamientos. Un hombre viejo, con el peno y bigote lleno de canas, se acercó a él y le dejó un pastel en el escritorio.
-¿Ya viste, Watari?
-¿Qué ocurre, algo interesante? ¿Un caso nuevo?
El joven negó con la cabeza, provocando que su cabello negro se desordenara aún más.
-No, no ha habido nada desde hace tiempo –se quejó L-, esto es simple curiosidad. Escucha, este caso se cerró debido a la falta de pruebas en contra del único sospechoso disponible: Takano. Por supuesto, él era el culpable del homicidio de la pareja, pero la policía jamás encontró nada para inculparlo. Sin embargo, ahora, prácticamente veintitrés años después de esto, una persona llama a la policía y les da una serie de pruebas innegables: primero, una relación con la familia y Takano, puesto que los esposos habían descubierto un fraude cometido por él a la empresa en la que trabajaban. La coartada del mencionado, además, ha sido enteramente desbaratada, puesto que él afirmaba encontrarse en un hotel en el centro de la ciudad, y registros enteros de la noche exacta del asesinato fueron enviados, de la misma forma, a la delegación. Según los papeles, ningún hombre con el mismo nombre o descripción de Takano fue visto en el hotel.
-¿Estás sugiriendo evidencias falsas? –preguntó Watari, mientras L comenzaba a comer un trozo de pastel.
L negó con la cabeza.
-No –dijo, después de tragarse lo que traía en la boca-, todo es verdadero. Incluso está la copia de la denuncia que hizo la familia en contra de Takano por el fraude, con hora y fecha; sin embargo, dicho documento jamás llegó a manos del jefe, lo que comprometió a tres miembros veteranos del equipo que, en estos momentos, deben estar siendo investigados.
-Entonces, si es un caso resuelto y estás de acuerdo con el resultado, ¿qué es lo que encuentras tan interesante?
La mirada de L brilló, provocando que las profundas sombras oscuras debajo de sus ojos se volvieran más tenues. Sonrió.
-Sí, hay algo interesante. El tiempo. Han pasado dieciocho años de ese caso y, de pronto, alguien llama a la policía y les brinda todas las pruebas que ellos no pudieron conseguir. ¿Por qué una persona haría algo así? No me malinterpretes, no dudo que haya gente aficionada a resolver crímenes o ansiosa por hacer justicia pero, si lo hicieran, sería en el momento caso fue anunciado, no tanto tiempo después.
El joven le dio otras dos mordidas al pedazo de pastel.
-Para esperar tanto, debió haber algo que detuviera a esa persona… -continuó, sirviéndose una taza de té- Creo que, en esta situación, sólo tenemos dos posibilidades: la persona del mensaje debe estar relacionada con Takano (un enemigo, quizás otro a quien haya estafado) o con las víctimas. Aunque, me inclino más por esta última, ya que el anónimo envió evidencia de ese caso en particular y no de otros que bien se le pudieron adjudicar ya que había rumores, de los cuales no dudo sean reales, sobre otros crímenes que cometió.
-¿Pretendes encontrar a quién envió el anónimo?
-No, ya te dije, Watari, sólo era curiosidad.


Misa comenzó a arrastrar los pies en cuanto salió del bar gótico; tres meses trabajando ahí, apenas, y ya sentía que no podía más. Por lo menos, el dinero de aquella semana serviría para la renta del departamento. Una brisa agitó su pelo, que caía todo sobre su rostro, desordenado. Levantó la vista: el cielo estaba lleno de nubes coloreadas de un violento gris; tenía que acelerar el paso. Tras un adolorido suspiro, tomó un callejón solitario, recordando que era un buen atajo al edificio en el que vivía.
Un relámpago brilló arriba, lo cual, para el pensamiento de Misa, debía significar que la lluvia se aproxima no, en cambio, como sucedió: un cuaderno cayó del cielo. La joven, un poco curiosa por su portada completamente negra, se inclinó y sus dedos lo atraparon, para levantarlo, con cuidado, del suelo.
Ese es un cuaderno de la muerte.
De la sorpresa, Misa soltó el cuaderno, el cual cayó no muy lejos de ella, con las páginas abiertas, listas para ser llenadas en cualquier momento. Su cabello se agitó en torno a ella cuando giró, varias veces, el rostro de un lado a otro y, no pudo reprimir un grito cuando sus ojos se encontraron con un ser que jamás había visto en su vida: era muy alto, con un cuerpo que sólo se conformaba de huesos y un rostro medio oculto por un vendaje. Tenía tantas ganas de salir corriendo, pero sus piernas eran incapaces de moverse.
Al escribir un nombre en él, después de cuarenta segundos, esa persona morirá.
Misa se asustó aun más al notar que ese ser le estaba hablando; tal vez en verdad necesitaba los calmantes; todavía, gracias a haberse abstenido antes de las indicaciones era que le quedaban lo suficiente como para tomar esa misma noche. Abrió su bolso, con los dedos trémulos, pero no encontró nada, seguramente deberían estar en el departamento…
Misa Amane.
La mencionada abrió los ojos desmesuradamente. ¿Cómo era que aquel ser supiera su nombre, el verdadero? Ante la ley, su nombre era Misa Jenkyns, ya que la había adoptado una pareja no muchos años después del incidente. Pero, para ella, su nombre real era el que le habían dado sus padres al nacer.
-¿Cómo sabes…?
-Eso no es lo importante ahora, debes salir de aquí, alguien se acerca.
Ahora podía estar segura, la voz no venía de su mente, ese ser… ella le estaba hablando; movía los labios al hacerlo. Pero, ¿quién le aseguraba que podía confiar?
-Nos encontramos de nuevo, muñeca.
Misa, asustada, se giró al reconocer la voz. Era el hombre que la había estado acosando aquella noche en el bar; después de servirle el trago que pidió, la sentó en sus piernas y cuando ella le soltó una bofetada y logró liberarse, él le había lanzado su identificación y tarjeta de crédito a la cara para que se cobrara la bebida.
Lo extraño y aterrador en aquellos momentos, sin mencionar la forma en que el hombre la observaba, era que sólo dirigía su mirada a ella, a pesar que ese ser todavía seguía a su lado. Él no podía verlo.
Ansioso, el hombre la tomó del brazo y tiró de ella. Misa forcejeó para que la soltara pero era inútil, él era más fuerte. Sus manos, que se sentían sucias sobre la piel de la joven, comenzaron a querer arrancarle la blusa.
-Nos vamos a divertir.
-¡Ayúdame! –gritó ella, hacia quien observaba.
-Los shinigamis rara vez intervenimos en este tipo de situaciones –respondió ésta, con voz tensa-. Pero tú misma puedes salvarte: escribe su nombre en el cuaderno.
-¿Un shinigami? ¡Mientes! Eso no existe; un cuaderno no puede…
-¿Hablas sola? No sabía que estabas loca, en fin, eso es lo que menos me importa, sólo cállate –soltó, golpeándola en el rostro-, me desconcentras.
Misa, con un poderoso sentimiento de ira, acumulándose en su pecho, consiguió patearlo y alejarse. Pero no consiguió poner la suficiente distancia entre los dos, porque él logró derribarla. Ella, con lágrimas corriendo por su rostro, se arrastraba por el suelo, pero el hombre ahora tiraba de sus piernas…
-¡Escribe su nombre! –gritó la shinigami-. Sé que lo conoces, sólo hazlo. No tienes nada que perder, pero todo por ganar.
Sus pies esqueléticos patearon el cuaderno, abierto, hasta que apenas rozara sus dedos. Misa, experimentando la repugnante sensación de dos manos que ascendían por su anatomía, se provocó una herida en la palma. Se mojó los dedos de sangre y estiró su brazo, forzando a su memoria a recordar…
El hombre dio un tirón más fuerte, por lo que Misa fue arrastrada lejos del cuaderno. Desesperada, soltó una patada y supo que dio en el blanco cuando lo escuchó gemir de dolor. La presión de sus manos se esfumó por lo que ella consiguió arrastrarse hasta las páginas abiertas, todas en blanco. Comenzó con la primera letra, mientras lo escuchaba maldecirla; las manos insanas se aferraron a los tobillos de la joven; Misa hizo todo su esfuerzo por mantenerse cerca del cuaderno.
Lo logró, terminó de escribir.
-Cuenta hasta cuarenta –escuchó que le decía la shinigami.
-Uno, dos…
El hombre recuperó su vitalidad y, ya que Misa se encontraba agotada, no le fue difícil arrastrarla nuevamente hasta él.
-Dieciséis, diecisiete, dieciocho…
Las manos del hombre lograron girarla boca arriba, comenzaron a subir por sus piernas; Misa cerró los ojos, pensando que había sido engañada, que era ridículo creer en un cuaderno con la capacidad de asesinar personas. No, ella estaba perdida esa noche, si es que el hombre la dejaba con vida, jamás volvería a ser la misma.
Sin embargo, no podía dejar de contar.
-Treintaicinco…
Ahora él estaba tirando de su falda, ella intentó quitárselo de encima pero sólo consiguió que la abofeteara en el rostro.
-Treintainueve, cuarenta.
Un grito de dolor escapó de los labios de su agresor; se alejó de ella, tocándose con fuerza el pecho con una de sus manos. Una exhalación más y sus ojos se pusieron en blanco, cayó sobre el suelo, para no moverse más.
-Te lo dije.
Misa apenas escuchó las palabras de la shinigami; se había logrado incorporar y se abrazaba con fuerza, con sus ojos abiertos completamente y fijos en lo que ahora era el cadáver del hombre que pretendía dañarla.
Todo era cierto.
Aterrada, se levantó y se dispuso a correr a su casa y dejar ese artilugio maldito abandonado pero, recordó que en sus páginas se conservaba su sangre y, no era conveniente que eso quedara en la calle, cerca de un cuerpo. Con cierta repulsión, tomó el cuaderno y corrió hasta que no vio el edificio donde se encontraba su departamento. Como autómata subió las escaleras, metió la llave en la cerradura y se adentró hasta llegar a su cuarto, una vez ahí, se dejó caer junto a la cama, en el suelo, recargada a la pared.
Levantó su rostro.
-¿Qué haces aquí? ¡Vete, déjame!
-Soy Rem y ya que eres la dueña del cuaderno de la muerte, te seguiré hasta que ése se acabe o tú mueras.
-¡No! ¡Yo no quiero esto! ¡No quiero! –sollozó ella, cubriéndose la cara.
-Tranquila –dijo Rem-, irás acostumbrándote a esto, además, vas a necesitar ese cuaderno para defenderte de lo que viene.
Misa la ignoró, creyendo que sólo lo decía para asustarla y obligarla a usarlo. Sacudió la cabeza, asustada, harta de todo lo que ocurría en su vida.
-Mi vida es un infierno –gimió, detrás de sus palmas.
-Te equivocas –replicó Rem-, el verdadero infierno se desatará cuando caiga el otro.
La joven retiró sus manos, sus ojos verdes se centraron en la alta figura de la shinigami. Un mal presentimiento se apoderó de ella.
-¿Cuándo caiga… el otro?
Rem asintió.
-Si no es que ya lo hizo.


-¿Qué opinas, L?
El joven se impulsó, provocando que la silla diera tres vueltas sobre su eje. Puso un dedo sobre su boca y después volvió su vista al monitor. Sonrió.
-No puede ser coincidencia que tantos criminales, presos o no, hayan muerto de ataque al corazón. Son demasiados casos en un mes. Y mucho más curioso es, aun, que sean, aunque sea por poca diferencia, mayor el número de japoneses –el joven levantó la vista hacia Watari-. Claro, es una teoría solamente, pero considero que nos enfrentamos a un asesino en serie, uno que, por supuesto, se cree justiciero.
-¿Te comunico con la policía?
-No, Watari, dales tú el mensaje –L se recargó en el asiento, se llevó una galleta de chocolate a la boca-. Quiero que se corra el rumor de que un asesino serial se escapó de la cárcel; quiero que se ponga en los medios la foto y el nombre de un preso real pero que aun esté en proceso. Además que en los noticieros se diga que la policía está investigando a fondo el caso de los criminales muertos y que no considera que se trate de un asesino.


Un televisor encendido en medio de una habitación llena de objetos antiguos y libros apilados sobre un escritorio maltratado. La voz de la conductora resonaba peligrosamente por las paredes, hasta llegar a los oídos de una joven con el corazón desbocado.
-Contradiciendo a las palabras tranquilizadoras del cuerpo de policía, el cadáver de un reconocido asesino ha sido encontrado afuera de la jefatura norte, éste presentaba una palabra escrita en su frente al parecer, según el forense, de su propia sangre. A continuación unas fotografías…
Misa soltó una exclamación y trastabilló, cayendo en el suelo de su cuarto. La imagen presentaba un cuerpo con los ojos vidriosos y opacos, de la frente escurrían gruesas gotas de sangre “Existo”.
-¿Rem? –la joven volteó a su derecha, donde una alta figura se inclinaba hacia ella-. ¿A esto te referías? La semana pasada… ¿de esto querías advertirme?
La shinigami asintió.
-Ha comenzado.
-Pero… cuando me encuentre con él, tú me dirás, ¿verdad?
-No puedo ayudarte tanto, Misa.
Ella suspiró, recogió sus piernas y abrazó sus rodillas.
-Entonces tendré que averiguarlo sola. Aunque sea arriesgado; entre más información tenga, mayores serán mis posibilidades de sobrevivir. Sin contar, con que yo también tengo un cuaderno y, si es necesario, lo usaré.


Misa no logró concentrarse durante toda la clase de matemáticas, por más que lo intentó su cabeza sólo rondaba con la preocupación de que existiera alguien más con un cuaderno, sobre todo si lo usaba tan indiscriminadamente como lo hacía el que ahora, por lo menos en internet, llamaban Kira.
Rem no había sido de mucha ayuda últimamente, cuando ella intentaba hacerle una pregunta sobre Kira y si él sabía sobre su existencia, la shinigami simplemente se encogía de hombros y murmuraba que podría existir esa posibilidad. Pero, si él sabía que había una segunda persona con un objeto tan poderoso seguramente haría todo por encontrarla… A nadie le gustaba la competencia. Eso la ponía en un aprieto más grande, porque si él averiguaba sobre ella antes, la mataría.
Tenía que adelantarse, llegar a él primero pero ¿cómo?
Estaba tan abstraída en sus pensamientos cuando salió del salón que no se fijó que, al dar la vuelta por el pasillo, había otra persona ahí. Sin poder evitarlo, chocó con un hombro fuerte que casi la tira, mas todo lo que terminó en el suelo fueron sus libros de cálculo, puesto que una mano la sostuvo a tiempo.
-¡Lo siento tanto! –exclamó, avergonzada, sin mirar hacia arriba. Se agachó a levantar todos sus libros, pero él ya los había tomado.
Cuando se pusieron de pie, sus miradas hicieron contacto. Su cabello castaño caía un poco sobre su frente, pero dejaba ver sus ojos cafés a la perfección. Ya que se trataba del alumno más destacado de la escuela y el más mencionado por las chicas, debido a su apuesto rostro, Misa no tardó en recordar que se llamaba Light.
-Gracias –dijo, tomando los libros que él le ofrecía.
-Mi placer.
Ella se despidió, dispuesta a continuar con su camino, pero él la retuvo, tomando su mano libre. Sonrió y se presentó con su primer nombre.
-Misa –tuvo que decir. Sintió que el pulgar de él le acariciaba la palma, intentó quitarse, pero él no la liberó hasta que besó su mano.
-Espero verte pronto.
Ella, en lugar de contestar, frunció el ceño y se dio la vuelta.
-¿Viste que descaro, Rem? –le dijo a su shinigami cuidando no mover mucho los labios. La mencionada giró la cabeza hacia atrás.
-Sí, lo noté.


Última edición por Jeanette Yunnuen el Miér Oct 19, 2011 10:07 pm, editado 1 vez
Jeanette Yunnuen
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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por shiori_uchiha Miér Oct 19, 2011 8:26 pm

wow q gran fic espero que lo continues pronto
lo espero con ansias
=)
shiori_uchiha
shiori_uchiha

Femenino Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 03/08/2011

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Jeanette Yunnuen Miér Oct 19, 2011 10:11 pm

¡Gracias!
Decidí hacer esto por muchas cosas: primero, porque odié cuando
Spoiler:
y le hice a una Misa mucho más racional que en el anime.
Bueno, nuevamente, gracias por el comentario. ^^
Jeanette Yunnuen
Jeanette Yunnuen

Femenino Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 19/10/2011

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Karely Uchiha Miér Oct 19, 2011 10:23 pm

conti conti conti
sugoiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
me gusto xDDD
Karely Uchiha
Karely Uchiha

Femenino Mensajes : 1302
Fecha de inscripción : 01/08/2011
Edad : 33
Localización :

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Sweet Jue Oct 20, 2011 12:19 pm

O por Dios! Tienes una manera increíble de escribir.
Gran trama muy buena historia...
Conti please!
Sweet
Sweet

Femenino Mensajes : 192
Fecha de inscripción : 01/08/2011
Localización : Nunca lo dire♫(?

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Ali Swift Gomez Jue Oct 20, 2011 12:46 pm

Me encantó y estuvo larguito, genial!
Pero una pequeña duda, te basaste en los libros o solo cogiste el título..?
Es que tengo la saga de los juegos del hambre pero no me la he empezado a leer
Te dejo karma, sayo!
Ali Swift Gomez
Ali Swift Gomez

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Personaje Favorito : Sasuke Uchiha, Itachi Uchiha, Taylor Swift 8Ita: Eso es una cantante) Ikuto, Deidara, Sasori

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Jeanette Yunnuen Jue Oct 20, 2011 3:00 pm

¡Gracias por los comentarios! Subiré el próximo en cuando pueda. ^^

Pero una pequeña duda, te basaste en los libros o solo cogiste el título..?
Es que tengo la saga de los juegos del hambre pero no me la he empezado a leer

Creo que fui influenciada por el título xD. Sin embargo, las tramas son completamente distintas :3
Por cierto, recomiendo mucho esos libros... (Aunque a mí sólo me gustaron el primero y el segundo, pero no me hagas mucho caso, soy algo rara :P)
Jeanette Yunnuen
Jeanette Yunnuen

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Los Juegos de la Muerte Empty Re: Los Juegos de la Muerte

Mensaje por Meidara Jue Oct 20, 2011 4:06 pm

omg
esta genialosooooooooooooo
e4spero contiiiiiii -w-
Meidara
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