Azalea, Flor Del Desierto (Entre El Amor Y El Odio)

por SweeT PrincesS Jue Jul 19, 2012 12:54 pm

"La Venganza De Azalea"

PARTE 3

Durante los dos días que siguieron, Azalea había acabado de los nervios, pues Tedra la provocaba constantemente. Y Falon la ignoraba, no la miraba, no le hablaba.
Estaba claro que seguía enfadado con ella por haber acusado a su hermanita de haberla tirado del caballo.
Esa tarde, la princesa entró en la cocina justo cuando Falon le decía a la cocinera…

FALON: Haga cena para cuatro personas. Cerith vendrá a cenar.
CIRA: Sí, Alteza.
AZALEA: ¡Claro que no!

Azalea entró y se plantó frente a él, echando chispas por los ojos.
Falon se rascó la cabeza al saber que llegaba otro berrinche de esa muchachita.

AZALEA: ¿Con qué derecho la invitas a cenar?
FALON: Con el derecho que tu padre me ha concedido.
AZALEA: Eso no es así.
FALON: Te recuerdo que estoy a cargo de este castillo.
AZALEA: Y eso no te da derecho a traer a quién te place.
FALON: Claro que me da derecho.
AZALEA: Este es mi castillo y aquí mando yo.
FALON: En estos momentos mando yo y también mando sobre ti.
AZALEA: ¡Soy una princesa y no recibo órdenes de nadie!
FALON: Yo también soy un príncipe y estoy por encima de ti actualmente.
AZALEA: Esa chica no volverá a pisar este castillo.
FALON: ¿Cómo lo evitarás?
AZALEA: Echándola a ti con ella de aquí.
FALON: Perfecto. Entonces iremos a cenar a un restaurante. Asunto arreglado.

Azalea se mordió el labio, aguantando las ganas de gritar, y tras ella escuchó la risa burlona de Tedra. Pero no le hizo caso, así que subió a su habitación, se acostó en su cama, y abrazando a su Kupó, se quedó dormida.
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Tras una noche llena de pesadillas, Azalea se dio su habitual baño perfumado y se puso un sencillo vestido de color azul cielo.
Se sentía débil, sin ganas de nada.
No le apetecía comer, ni hablar ni pelear.
Bajó al jardín principal y se dedicó a regar las rosas de la reina.
Habían pasado cinco días y no tenía noticias de sus padres.
Los extrañaba tanto…
Oyó risas y se volteó para ver a Falon, a Tedra y a Cerith sentados en la mesa del jardín, jugando a cartas bajo el cálido sol.
Sintió tanta envidia que los ojos se le llenaron de lágrimas.
Pero no. No iba a llorar. Pues no debía juntarse con personas a las que odiaba.
Lo único negativo era que el plan de vengarse de Falon estaba saliendo mal, pues cuando se acercaba a él, éste se alejaba sin dirigirle la palabra.
Y Tedra tan feliz de haber conseguido ese propósito.
Y Cerith siempre tan cerca de él…
Volvió a sentir celos y se miró la mano con la cual había apretado la zarza llena de espinas.
Una mano curada por Falon.
Recordó las veces que la había ayudado y la ternura que había demostrado.
Y sus besos… Esos besos llenos de pasión…
Si almenos pudiera captar su atención por solo unos minutos…
¡Claro! ¡Sabía cómo hacerlo! ¡Poniéndose en peligro!
¿Pero qué podía ponerla en peligro?
Miró a su alrededor en busca de algo que le sirviera…hasta que vio el gran sauce que había tras Falon, Tedra y Cerith.
Su mente comenzó a idear un plan.
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Cerith volvió a reír al ver que ganaba de nuevo en ese juego de cartas.
Tedra se rindió y Falon suspiró, resignado al fin.
Entonces su mirada se desvió hacia Azalea, la cual se dirigía hacia ellos con prisa.
No, hacia ellos no. Hacia el árbol que había tras ellos.
La vio que se quitaba los zapatitos y que comenzaba a escalar por el grueso tronco, sujetándose en las ramas aparentemente más fuertes.
¿Pero qué demonios pretendía hacer?
Tedra y Cerith también la miraban.

TEDRA: Creo que está verdaderamente loca.
CERITH: Podría caerse y…
TEDRA: Deja de preocuparte por ella. Te odia y quiere quitarte a Falon.
FALON: Tedra, por favor.
TEDRA: Es la verdad.
CERITH: Está subiendo a lo más alto.

Vieron cómo el pie de Azalea resbalaba y tras soltar un grito, quedó colgada de una delgada rama.

CERITH: ¡Oh, Dios mío!
FALON: Maldita sea.

Falon salió corriendo hacia el gran árbol y se angustió al verla tan altamente subida.
Una caída desde esa altura sería mortal.

FALON: ¡Sujétate fuerte!

Se descalzó e inició la escalada por el grueso tronco.
Azalea empezó a sentirse mareada, los brazos se le agotaban y supo que no había sido buena idea realizar ese plan.
Su mascota la miraba con miedo y desesperación desde lo más alto del sauce. A él tampoco le gustaba ese plan tan peligroso.
No sabía si seguir fingiendo o si comenzar a gritar de los nervios.
Ni una cosa ni la otra servirían para ayudar a su princesa.

FALON: ¡Aguanta un poco más!

Cuando llegase arriba, ¿cómo demonios haría para bajar con Azalea a su lado?
La importante era poder salvarla a ella.
Al fin llegó justo donde estaba la chica, y sus miradas se encontraron.
Miles de sentimientos y sensaciones flotaron entre los dos.

FALON: Cógete a mí.

Azalea soltó la rama y se abrazó a él con fuerza, intentando no mirar al vacío.
Falon soportó su peso incluido el de ella, y lentamente fue descendiendo, pero de ese modo jamás llegarían abajo.

FALON: Necesito que me ayudes. Desciende pero no me sueltes.
AZALEA: Está bien…

El proceso fue lento, tenso y muy peligroso. Y cuando Azalea pensó que jamás llegarían al final, sus descalzos pies tocaron tierra firme.
Entonces se desplomó de rodillas sobre la hierba, respirando profundamente.
Su intención había sido captar la atención de Falon, pero la verdad era que había estado en serio peligro y Falon también había sufrido ese momento.
Y ahora tenía completamente su atención, porque se arrodilló a su lado.

FALON: ¿Estás bien?

Sin decir nada, Azalea se lanzó a sus brazos y rompió a llorar, pero no a causa del miedo que había vivido en el árbol, sino porque al fin, Falon le dirigía la palabra.
A pesar de que Cerith y Tedra miraban la escena, Falon abrazó a la princesa y su pecho se llenó de cálidas sensaciones.

FALON: ¿Por qué has hecho eso?
AZALEA: Kupó está allá arriba…tiene una ala herida y no sabe cómo bajar…solo quería salvarlo…
FALON: ¿Y para qué están los soldados?
AZALEA: Pensé que yo podría, pues cuando era pequeña, sabía escalar ese sauce.
FALON: Y es que cuando eras pequeña, ese sauce también lo era. Ahora es gigantesco, ha crecido más que tú.
AZALEA: Es mi Kupó y lo adoro.
FALON: Tranquila. Los soldados se ocuparán de rescatarlo. Tú ahora necesitas recobrarte del susto. Vamos.

Se levantaron del suelo y se alejaron hacia el castillo, dejando de nuevo triste a Cerith, y enfadada a Tedra.

TEDRA: Maldita estúpida… Sabe cómo engañar a mi hermano.
CERITH: Lo engañe o no, Falon siempre está pendiente de ella.
TEDRA: No te preocupes. Haré lo que sea por conseguir que Falon la odie tanto que lo obligue a irse de aquí.

Cerith no estaba tan segura.
Era consciente de que entre Falon y Azalea existía una atracción muy fuerte. Y algo así…no sería borrado tan fácilmente.
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Azalea estaba sentada en su cama, tomando agua bajo la atenta mirada de Falon, el cual disfrutaba observando su delicada belleza.

AZALEA: Gracias.
FALON: ¿Estás mejor?
AZALEA: Sí.
FALON: De todos modos, reposa hasta la hora de la cena. Yo…iré a atender a Cerith y a Tedra.

El corazón de Azalea se aceleró.
No había vivido tanto peligro como para que ahora él se fuera sin más a los brazos de Cerith.
Al ver que Falon se dirigía hacia la puerta, ella se levantó de la cama, corrió hacia él y lo abrazó por detrás, apoyando su mejilla en su fuerte espalda.

AZALEA: Quédate conmigo.

La respiración de Falon se cortó. No supo cómo pero su corazón se llenó de extraños anhelos.
Esa hermosa princesa…a la que tanto deseaba…le estaba pidiendo que se quedase con ella…
Pero Cerith lo estaba esperando, y no quería volverla a dejar plantada.
Respiró hondo y se dio la vuelta para mirar a Azalea.

FALON: No puedo quedarme. Cerith me está esperando. Cuando se marche, prometo regresar.
AZALEA: No soy el segundo plato de nadie.
FALON: No. No lo eres. Porque tú no eres nada mío.
AZALEA: ¿Y Cerith sí lo es?
FALON: Ella me gusta.
AZALEA: Me dijiste que yo también te gusto.
FALON: Sí, pero eres difícil de llevar. Pasamos más tiempo discutiendo que hablando. Siempre estás a la defensiva.
AZALEA: Hace unos días estábamos llevándonos bien, pero siempre está Cerith ahí, y yo…

No terminó la frase al darse cuenta de que se estaba comportando como una estúpida enamorada celosa. Y ella no estaba enamorada.
El plan consistía en enamorarlo a él para destruirlo después.
Tenía que actuar y ponerlo entre la espada y la pared.
Puso sus delicadas manos sobre el pecho de Falon y sintió sus músculos tensarse.
Estaba claro que tenerla cerca lo llevaba al límite.

AZALEA: Sé que yo te gusto más. Sé que me deseas. Y me he dado cuenta de que…siento lo mismo por ti.

Falon la miró intensamente a los ojos, intentando controlarse antes de que la arrastrase a la cama y le hiciera el amor toda la noche.
Y es que ella tenía razón. No podía desear a Cerith tanto como deseaba a Azalea.
Viéndola ahí, tan bella, tan cerca, tocándolo….dispuesta para él.
Al darse cuenta de su debilidad, Azalea cerró los ojos y le ofreció sus rosados labios de fresa.
Falon no podía ser fuerte ante ella. Esa mujer lo tenía hechizado desde el día en que la vio.
Y daba gracias al cielo de que no era la verdadera Azalea.
La tomó entre sus brazos y la besó.
Por todos los dioses…su boca era el mismísimo paraíso.
Había pasado cinco días sin tocarla, sin besarla, sin sentir su delicado cuerpo apretado contra el suyo más fuerte.
Jamás había tenido en sus brazos a una chica tan hermosa como ésta. Y saber que también lo deseaba lo llenaba por completo.
Azalea intentó dejar la pasión a un lado y sacar provecho de su venganza, así que rompió el beso y lo miró a los ojos.
Falon respiraba aceleradamente, sintiéndose consumido por el deseo.
Ella alzó su mano para acariciar la mejilla del chico con exquisita ternura.

AZALEA: Perdóname por todas las peleas y todas las ofensas. Solo estaba luchando contra mí misma. Pero ya no puedo más. Me gustas, Falon.

Él cerró los ojos ante esas palabras.
Muchas chicas le habían confesado lo mismo, pero con ninguna había sentido lo que estaba sintiendo en ese momento.

FALON: ¿Qué me has hecho, mujer?
AZALEA: Dime que me deseas.
FALON: Te deseo, maldita sea.
AZALEA: Dime que te gusto más que Cerith.
FALON: Sí. Y bien lo sabes.
AZALEA: Entonces déjala.

Falon abrió los ojos y la vio tan cerca que sintió su dulce aliento sobre su boca.
Esos ojos lo estaban atormentando…

AZALEA: Dedícate a mí.

Él volvió a besarla, derramando sobre ella toda la pasión acumulada.
Azalea se aferró a sus hombros al sentir las piernas flojas.
Los labios del chico estaban consiguiendo que perdiera la razón.
Pero no… No debía permitir que el deseo pudiera más que la venganza, así que se apartó de nuevo.

AZALEA: Falon…

El príncipe gimió al oír su nombre en boca de esa princesa.
Todo en ella lo volvía loco, pero vio que se apartaba de él.

AZALEA: Creo que me estoy mareando…
FALON: Ven.

La llevó a la cama y la ayudó a arroparse.

FALON: Todavía no te has recuperado del susto. Necesitas descansar. A la hora de la cena vendré a buscarte.

Dicho eso, se fue, dejándola a solas con su alocado corazón.
El plan volvía a ir bien. Poco a poco conseguiría destruir a Falon.
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Cuando Falon bajó a la sala de estar, Tedra lo esperaba con los brazos cruzados y con expresión de furia contenida.

FALON: ¿Cerith se marchó?
TEDRA: Obviamente. Ha dicho que no vuelvas a buscarla. Primero aclara tus ideas.

Falon se sentó en el sillón de cuero blanco y se pasó la mano por los ojos, sintiéndose agobiado.
No quería hacerle daño a Cerith. Era una chica noble, muy bonita, y le gustaba. Pero Azalea ocupaba toda su mente.

TEDRA: Ibas bien con Cerith. Ignorabas a esa falsa princesa. ¿Y ahora qué te está pasando?
FALON: Tedra, no estoy para sermones.
TEDRA: Estás dejando escapar a una chica sincera y bella por una chica falsa y amargada.
FALON: Azalea no es así cuando está conmigo.
TEDRA: Falon…
FALON: Basta, Tedra. Se me están quitando las ganas de cenar.
TEDRA: A mí ya se me quitaron.

Y se fue, dejándolo solo con sus pensamientos.
Quizá era mejor así, que no volviera a ver a Cerith, puesto que Azalea estaba en primer lugar.
Suspiró y regresó a la habitación de la princesa para decirle que bajase a cenar, pero al entrar, la encontró profundamente dormida.
La tentación de acercarse para mirarla fue tan fuerte que no pudo evitarlo.
Su corazón se aceleró al comprobar que se veía mucho más hermosa cuando dormía y estaba relajada.
Sintió el impulso de acariciarle el cabello suavemente y así lo hizo.
Su aroma a flores le encantaba, y cuando sonreía era como ver salir el sol en un día gris.
Se puso tenso repentinamente.
¿Desde cuándo pensaba y sentía cosas así?
Pues desde que había conocido a esta hermosa chica que se hacía pasar por la verdadera princesa de Ciudad Krystán.
Volvió a dar gracias al cielo al saber que ella no era Azalea.
En ese instante, ella se movió, entreabrió los labios y soltó un largo suspiro.
Dios… ¡Qué hermosa era!
Se agachó y la besó con absoluta delicadeza.
Quería besar todo su cuerpo…acariciar su piel…hacerle el amor…
Gimió y se apartó para no despertarla.
Era mejor irse ahora antes de que cometiera una locura.
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Azalea, sentada en una banca de piedra del jardín, leía la carta de sus padres que un mensajero le había traído esa mañana.
Al parecer, el padre de Dalden estaba muy enfermo, y no existía ninguna esperanza para salvar su vida.
En ese momento sintió compasión por Dalden, pues perder a los padres debía de ser muy duro.
Oyó pasos y alzó la cara para ver que se acercaba Falon.
Se puso nerviosa, así que intentó calmarse pensando en la venganza y el odio.

FALON: ¿Es una carta de tus padres?
AZALEA: Sí. Al parecer, el emperador de Ciudad Ba-Tarah podría morir.
FALON: Vaya. Dalden no me cae bien pero no le deseo el dolor de perder a un familiar.
AZALEA: ¿No crees que deberíamos ir?
FALON: ¿Para qué? Tu padre ya nos avisará si el emperador fallece.
AZALEA: Yo no pienso ir si muere. No soporto los entierros.

Dejó la carta sobre la banca de piedra y suspiró.
Falon se sentó a su lado y reinó el silencio entre los dos.
Algo había cambiado, y se notaba.
El aroma a flores de la princesa llenó los sentidos del chico, despertando en él las ganas de tocarla.
Y ella, daría el siguiente paso en su plan de venganza.

AZALEA: Falon…
FALON: ¿Sí?
AZALEA: ¿Dejarás a Cerith para estar conmigo?

Entonces se miraron, y por la intensidad de los ojos de Falon, ella supo que había ganado esa batalla contra Cerith.
Así que le sonrió cálidamente y lo hechizó por completo.

FALON: Dios…eres preciosa.

Bajó la cabeza y le tomó los labios con los suyos.
Besarla era como estar en el paraíso.
Jamás le había ocurrido algo así. Sentir que solo a ella debía besarla…sentir que no se cansaba de mirarla…
A su vida habían llegado muchas chicas hermosas, y algunas de ellas le habían gustado mucho, pero el deseo que sentía por esta princesa sobrepasaba cualquier atracción física que hubiera sentido en el pasado.
En cambio, Azalea no tenía nada de experiencia en ese aspecto.
Y el hecho de que su primer beso hubiera sido con el chico al que odiaba la sorprendía y a la vez la molestaba.
Lo peor era que no podía sentirse igual con Dalden o con otro chico como cuando estaba entre los brazos de Falon.
A pesar de adorar sus besos, ella seguía odiándolo.

FALON: Princesa…
AZALEA: ¿Mm?
FALON: ¿Me dirás tu verdadero nombre?

Ella se puso tensa.
A veces se olvidaba de que Falon y Tedra creían que era adoptada, y se había dado cuenta de que él la llamaba simplemente “princesa”.
De pronto, se le vino a la mente el rostro de aquel chico que la había ayudado…el tal Challen…
Miró a Falon con una sonrisa calculada.

AZALEA: Mi nombre es Zannaleah.
FALON: Zannaleah… Es un bello nombre, justo para una bella doncella.
AZALEA: Gracias. Pero aun no has respondido a mi pregunta.
FALON: Sí, quiero estar solo contigo.

Ella soltó una risita y lo abrazó, llenándolo de ternura.
Cuando todo iba bien, las personas eran felices. Y ese día, Falon era el hombre más feliz del planeta.
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Los dos días que siguieron, Azalea y Falon estuvieron más unidos que nunca, compartiendo sonrisas, abrazos y besos.
Y Tedra ya no podía soportarlo más, así que decidió irse unos días a casa de Cerith.
Una tarde, tras la clase de piano, Azalea vio que Falon entraba en el aula con una sombría expresión en el rostro.

AZALEA: ¿Qué ocurre?
FALON: El padre de Dalden ha muerto.
AZALEA: Oh…
FALON: Sé que no soportas los entierros, pero tendrás que venir conmigo. No pienso dejarte aquí sola.
AZALEA: No me pasará nada malo en mi propio castillo.
FALON: Vendrás conmigo y no se hable más.
AZALEA: A mí nadie me da órdenes.
FALON: Pues ya va siendo hora de que aprendas a recibirlas.
AZALEA: ¿Disculpa?
FALON: En una hora te quiero lista.
AZALEA: ¿Pero cómo te atreves a…?

Falon la besó para así callarla.
Y Azalea se perdió en esa deliciosa sensación que tanto le gustaba.
Lentamente fue calmando su rebeldía, convirtiéndola en un suave suspiro de placer.

FALON: En una hora.

Azalea parpadeó, viendo como él se marchaba.
La había besado simplemente para dominarla. ¿Cómo se atrevía?
Apretó los puños y subió a su habitación para ponerse un vestido negro junto con el chal y el sombrero.
Cogió una pequeña maleta y metió un poco de ropa interior y algunos finos camisones.
Abrió el armario y escogió un vestido azul marino y otro negro.
Ordenó a una sirvienta que llevara sus cosas a la carroza real, y entonces bajó de nuevo al salón y vio que Falon entregaba una carta a un mensajero.

FALON: Mi hermana se hospeda en casa de la señorita Cerith. Que llegue lo más pronto posible.
MENSAJERO: Sí, Alteza.

El hombre hizo una reverencia y se fue.
Falon se dio la vuelta y se encontró con que Azalea lo miraba.
Qué hermosa se veía incluso vestida de negro.
Cualquier cosa le sentaba de maravilla.
Su belleza siempre brillaba por encima de todo.

FALON: ¿Ya estás lista?
AZALEA: Sí, pero no podemos irnos.
FALON: ¿Por qué no?
AZALEA: Kupó todavía no ha regresado.
FALON: ¿Y crees que demore mucho?
AZALEA: No lo sé. Pero no me iré sin él.

Falon se rascó la cabeza al ver que volvía esa terquedad en ella.
Pero por suerte, la mascota no tardó en llegar. Y en pocos minutos, emprendieron el viaje hacia Ciudad Ba-Tarah.
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El mayordomo abrió la puerta para recibir al mensajero, el cual le entregó la carta y se marchó.
Cerith se asomó desde la puerta que comunicaba con la sala del té.

CERITH: ¿Quién es, Mi’Ihen?
MAYORDOMO: Un mensajero, señorita. Ha traído una carta del príncipe Falon.

Cerith se puso tensa, pues no quería volver a pasar por lo mismo.
Al oír el nombre de su hermano, Tedra se acercó al mayordomo y le quitó la carta de las manos para leerla.

TEDRA: Oh…pobre Dalden…
CERITH: ¿Qué ha pasado?
TEDRA: Su padre ha muerto.
CERITH: Qué horrible…
TEDRA: ¿Cómo será el sentirse huérfano?
CERITH: Dalden estará destrozado.
TEDRA: Tenemos que asistir al entierro.
CERITH: ¿Pero cómo? Mis padres aun no llegan de su viaje y…
TEDRA: No te preocupes. Iremos custodiadas por mis soldados.
CERITH: Solo son cinco, y Ciudad Ba-Tarah está bastante lejos de aquí.
TEDRA: No temas. A pleno día no nos ocurrirá nada. Así que cámbiate y salgamos ya.

Unos minutos después, las dos chicas, vestidas de negro, yacían sentadas dentro de la carroza azul y blanca, con los cinco soldados montados sobre fuertes caballos custodiándolas.
Cerith miraba por la ventanita, sintiéndose más nerviosa con cada kilómetro que se alejaban de Ciudad Krystán, ya que en dos horas anochecería.

TEDRA: ¿Sigues angustiada?
CERITH: Sí.
TEDRA: El entierro es mañana muy temprano, por eso es mucho mejor viajar ahora y así hospedarnos en el Palacio de Dalden.
CERITH: Bueno.
TEDRA: Así aprovecharás para ver a Falon.
CERITH: No deseo verlo, Tedra.
TEDRA: No te rindas, amiga. Tenemos que aplastar a Azalea. O más bien diré…a la impostora Azalea.
CERITH: ¿Impostora?
TEDRA: Hay algo que nadie sabe, Cerith. Solo Falon y yo.
CERITH: ¿De qué se trata?
TEDRA: De Azalea. Ella no es la verdadera princesa de Ciudad Krystán.
CERITH: ¿Qué?
TEDRA: Es una chica adoptada por los mismos reyes.
CERITH: ¿Estás segura de lo que dices? (Sorprendida)
TEDRA: Segurísima. Pues la misma princesa nos lo confesó cuando Falon y yo comenzamos a sospechar.
CERITH: ¿Pero…qué pasó con la verdadera Azalea?
TEDRA: Sus padres la cambiaron por la que está ahora. Nadie sabe nada de la verdadera Azalea.
CERITH: Dios mío…eso es horrible…
TEDRA: No sientas lástima. Tengo entendido que Azalea no era feliz en el reino.
CERITH: Unos padres que aman a sus hijos jamás harían algo así. Pobre Azalea…
TEDRA: Eres demasiado buena, Cerith. Y a este paso te irás haciendo más débil.

De pronto, la carroza se detuvo.
Las dos chicas miraron a través de la ventanita y vieron cómo sus cinco soldados sacaban las espadas.

TEDRA: ¿Qué ocurre ahí fuera?

La respuesta llegó al momento.
Una lluvia de flechas cayó sobre los soldados, matando a dos de ellos, que cayeron desplomados del caballo al suelo.
Cerith y Tedra gritaron y echaron la cortina para mirarse una a la otra con los rostros pálidos.

TEDRA: Nos están atacando.
CERITH: Te dije que no era seguro que…

Se calló al oír fuera el entrechocar de las espadas y los gritos de hombres.
Unos segundos después, se hizo el silencio.
Temblorosa, Tedra quitó de nuevo la cortina para mirar fuera.
Los ojos se le llenaron de lágrimas al ver a sus cinco fieles soldados muertos en el suelo del camino.
¿Pero dónde estaban los atacantes?

TEDRA: No hay nadie. Se han ido.
CERITH: ¿Así sin más?
TEDRA: Solo han robado nuestros caballos. Yo no veo a nadie. Deberíamos huir.
CERITH: Ya es de noche. Podríamos perdernos.
TEDRA: Cerith, si nos quedamos aquí toda la noche, estaremos en peligro constantemente. Ahí fuera hay lobos, hienas y ladrones. Así que vamos.

La tomó de la mano, abrió la puertita y salieron de la carroza.
Al ver a los cinco soldados asesinados, Cerith rompió a llorar.
El cielo ya oscurecía, y si no se daban prisa, se perderían por completo en medio de la negra noche.
Caminaron unos pasos por el camino, alejándose de la carroza, pero pronto se detuvieron, ya que no sabían por dónde seguir.
El llanto de Cerith estaba provocando que Tedra también se echase a llorar.

CERITH: ¿Qué hacemos?
TEDRA: Si almenos no se hubieran llevado tus caballos podríamos haber huido en la carroza.

De pronto, alguien agarró por detrás a Tedra, y Cerith comenzó a gritar.
Varios hombres vestidos con ropas sucias y rotas salieron de sus escondites y las rodearon.
Tedra pataleaba, llena de pánico.

TEDRA: ¡¡Suéltame!!

El hombre la lanzó al suelo, se le puso encima y empezó a subirle el vestido, tocándole toscamente las piernas.

TEDRA: ¡No! ¡Aléjate, malnacido! ¡Soy la princesa de Ciudad Kan-is-Tra!
HOMBRE: Y yo soy el rey del mundo.

Los demás hombres se echaron a reír, provocando escalofríos en el cuerpo de Cerith, la cual escuchaba con angustia los gritos de Tedra.

CERITH: Por favor…no nos hagáis daño…
HOMBRE: Solo queremos un poco de diversión.

Sonriendo, el atacante fue acercándose a Cerith, mientras que el otro intentaba abusar de Tedra.
Los demás miraban la escena, a la espera de poder participar.

CERITH: Por favor…
HOMBRE: Solo será un ratito…
VOZ: Yo de ti no daba un paso más.

Tras oír esa advertencia, una flecha se incrustó en la espalda del atacante, y Cerith gritó.
Tedra vio que alguien le quitaba a ese abusador de encima, y entonces respiró con alivio.
Pero el alivio duró poco, ya que aparecieron más hombres vestidos como guerreros y pronto se inició una batalla.
Cerith corrió hasta Tedra y se arrodilló a su lado.
Asustadas, vieron la escena de hombres luchar y caer heridos o muertos.
¿Estaban siendo rescatadas para volver a estar en peligro?
Uno de ellos, quizá el más alto y fuerte, guardó su espada y se giró hacia ellas.
El corazón de Tedra se aceleró.
Jamás había visto a un hombre tan grande, tan atractivo, tan fuerte…
Y tenía un aura de peligro que lo rodeaba y lo hacía más irresistible.
A su lado, Cerith temblaba cuando ese hombre llegó hasta las dos.

GUERRERO: ¿Estáis bien?
TEDRA: S-sí…
GUERRERO: ¿Quiénes sois?
TEDRA: E-ella es Cerith… Y-y yo soy Tedra, la princesa de Kan-is-Tra.

Al oír eso, el guerrero no pareció asombrarse.
De todos modos, las ayudó a incorporarse y vio que los demás hombres habían vencido a los atacantes.

GUERRERO: ¿Adónde os dirigíais?
TEDRA: Al Palacio de Ciudad Ba-Tarah.
GUERRERO: ¿Solas? (Arqueando una ceja)
TEDRA: Nos atacaron. Mataron a mis soldados y nos robaron los caballos. Solo queremos llegar sanas y salvas al Palacio.
GUERRERO: Os acompañaré hasta vuestro destino.
TEDRA: Gracias.
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TO BE CONTINUED...