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Azalea, Flor Del Desierto (Entre El Amor Y El Odio) CAPÍTULO 20
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Azalea, Flor Del Desierto (Entre El Amor Y El Odio) CAPÍTULO 20
"Apartarme De Tu Lado"
PARTE 3
Al ver que los enemigos se retiraban, Falon se secó el sudor de la frente con el brazo y suspiró con alivio; miró con atención a todos los soldados que habían muerto y cerró los ojos para rezar una plegaria por sus almas.
Cuando los abrió se encontró con la mirada empañada de Zaebard; el dolor de perder a hombres en una guerra innecesaria era demoledor.
Falon respiró hondo y se adentró en el castillo para verificar que los estudiantes y los profesores estaban bien, incluidos Dalden y Challen, los cuales yacían sentados en el suelo y apoyados en la pared, descansando tras la breve lucha.
Entonces subió a la torre más alta e intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada.
FALON: Azalea, soy yo; ábreme.
Tras unos segundos de absoluto silencio, la puerta se abrió y apareció la chica, con los ojos bien abiertos y cargados de miedo.
AZALEA: ¿Se ha…acabado?
Como respuesta, el príncipe la abrazó con fuerza, aspirando su dulce aroma a flores.
Azalea se aferró a él como si fuera el último día de su vida; su corazón latía con fuerza y su piel anhelaba el contacto del cuerpo de ese chico… Pero no era precisamente el momento. Tenía que comprobar que sus mascotas, que Lilly, Challen y los demás estuvieran bien.
Challen…
Apartó a Falon y se tocó las mejillas sonrojadas, que le ardían.
AZALEA: Quiero…ver a Kupó y a Mog.
FALON: Gracias a los dioses todos están sanos y salvos, pero no vi a tus mascotas.
AZALEA: Las dejé en mi estancia.
Tras decir eso, salió corriendo hacia allí y al entrar, suspiró con alivio al ver a sus mascotas junto a la cocinera y las sirvientas.
AZALEA: Ya ha terminado todo.
COCINERA: Gracias por ayudarnos, Alteza.
Falon llegó después y sonrió al ver a todo ese ejército de servidumbre en la alcoba de la princesa; no podía negar que Azalea poseía buen corazón.
Les dijo que bajasen a la cocina para preparar algo de comer, pero todo seguía vacío, así que salieron al jardín y Falon sintió que su mundo se derrumbaba.
Ante él se encontraba Cian, sujetando a Tedra desde atrás y amenazándole el cuello con un afilado puñal.
Shaner parecía malherido además de permanecer arrodillado en el suelo y vigilado por la espada de un enemigo.
Zaebard, Dalden, Challen y los soldados miraban la escena con inquietud.
Falon gruñó y se dirigió hacia Cian mientras sacaba la espada, pero Zaebard lo detuvo del brazo.
ZAEBARD: No arriesgues la vida de tu hermana. Veamos qué quiere ese traidor.
Todos vieron cómo Cian pasaba su mano por la cintura de la princesa con gesto lascivo; Shaner tuvo que apretar los dientes para no gritar de la impotencia.
CIAN: Comprenderás el motivo de mi ataque al castillo, Zaebard.
ZAEBARD: ¿Qué es lo que quieres?
CIAN: Por vuestra culpa me quedé sin el Oráculo de Aion y la mayoría de los que se asociaron a mí me dieron la espalda. Para peor, me encerraste en el calabozo.
ZAEBARD: ¿Qué castigo esperabas por haberme traicionado además de haber puesto en peligro a la ciudad entera?
CIAN: Tal y como tu guerrero me ha dicho, debiste haberme matado. Pero me subestimaste y ahora estoy aquí, dispuesto a cobrármelas todas.
ZAEBARD: Ya tienes la libertad. Dime qué más quieres y lárgate de mi ciudad.
CIAN: ¿Crees que me conformaré con un poco de tus riquezas junto con mi libertad? No, Zaebard.
Miró a Falon, después a Shaner y de nuevo al rey, sonriendo con triunfo, provocando escalofríos a los presentes.
CIAN: Quiero tu reino, Zaebard.
ZAEBARD: ¿Qué?
Falon dio un paso al frente, pero el rey lo detuvo de nuevo.
FALON: ¿Cómo te atreves a exigirle eso a un rey?
CIAN: Cada uno lucha por obtener lo que desea, y a mí no me importa pisar a todo aquél que se cruce en mi camino.
ZAEBARD: Si te entrego mi reino, jamás serás rey de Aion; los soldados se rebelarán en tu contra. Te matarían sin dudarlo.
CIAN: Oh, tengo la solución para que eso no ocurra.
Sacó algo del bolsillo de su capa y obligó a Tedra a que lo mirase; entonces tomó su mano y le colocó un anillo en el dedo corazón.
CIAN: La princesa Tedra será mi esposa.
Tedra empalideció. Falon gritó y Zaebard no dejó de sujetarlo. Y Shaner fue el único que reaccionó con impulsividad, alzándose de un salto y esquivando la espada del enemigo para luego quitársela con rapidez.
Entonces se abalanzó sobre Cian y cayeron al suelo; empezaron a luchar con las espadas, esquivándose mutuamente y tratando de levantarse cada dos por tres.
Tedra aprovechó para correr hacia Falon, el cual la abrazó con fuerza.
Los hombres de ropas oscuras quisieron atacar a Shaner, pero los soldados de Aion los señalaron con sus armas, haciéndolos retroceder.
Con angustia, todos vieron cómo Shaner y Cian luchaban con ímpetu, pero el guerrero estaba en desventaja ya que tenía un tajo en el brazo con el que usaba la espada y llevaba rato perdiendo sangre, minando así sus fuerzas.
Tedra se aferraba a Falon con la vista clavada en su amado y con el corazón latiéndole a toda velocidad.
El hecho de que Shaner hubiera decidido atacar cuando Cian había mencionado las palabras “mi esposa” hizo que ella se llenase de amor puro y desenfrenado; estaba claro que el joven capitán sentía algo muy fuerte por ella, pero sus temores le impedían amarla.
De pronto, en un golpe de suerte, Shaner logró desarmar a su oponente y lo amenazó con la espada.
SHANER: He ganado, así que márchate.
Antes de que el traidor pudiera responder, de entre los árboles salió una flecha que voló por encima de los hombres y se clavó en el pecho de Shaner, lanzándolo de espaldas al suelo.
Tedra gritó y quiso correr hacia él, pero Falon no se lo permitió.
Zaebard se moría de ganas por matar a Cian y poder ayudar a su fiel guerrero, pero no podía poner en peligro a los demás, pues estaba claro que en el bosque estaban ocultos los refuerzos de ese maldito cretino.
Con una gran sonrisa, Cian tomó la espada del suelo y puso la punta en el cuello de Shaner, el cual sudaba y gemía a causa de la flecha clavada en su pecho.
CIAN: He ganado yo.
Efectivamente, de entre los árboles salieron más hombres con armadura granate junto con el emperador Yimbo.
CIAN: Siempre me caíste mal, Shaner. Fuiste robándome poco a poco el puesto de capitán y amigo fiel del rey. Pero al fin voy a liquidarte. Serás un obstáculo menos.
Alzó la espada, el tiempo se detuvo, Zaebard apartó la mirada, Falon abrazó con más fuerza a Tedra, la cual observaba cómo la muerte esperaba a Shaner al final del camino.
Dalden, Challen y Azalea no podían creer que eso estuviera sucediendo de verdad.
Shaner cerró los ojos y esperó en silencio a que llegase la muerte. Pronto se reuniría con sus padres y con sus amigos; le había fallado a Zaebard y ese era el castigo que debía aceptar.
Se despidió de Falon y de los demás alzando un poco la mano. Ese era su final…
TEDRA: ¡No!
El grito de esa terca princesa lo obligó a abrir los ojos y la vio soltarse de Falon para correr hacia él.
¡Por todos los infiernos, no!
Quiso gritarle que se detuviera pero la voz murió en su garganta; se sentía demasiado débil.
Entonces Tedra se abalanzó sobre el guerrero para abrazarlo y la espada se detuvo a escasos centímetros de su delicada espalda.
Shaner sintió el cálido aliento de la chica junto a su oído además de sus tibias lágrimas en el mentón.
CIAN: Estúpida mocosa, apártate ahora mismo.
TEDRA: ¡No! (alzando el rostro para desafiarlo) Seré tu esposa, pero no lo mates. Me casaré contigo y trataré de convencer a Zaebard para que te ceda su reino. Pero…por favor…no mates a nadie más…
El sollozo terminó por ahogarla, y pronto Shaner sintió que la furia volvía con fuerzas renovadas.
¿En qué demonios estaba pensando esa jovencita ofreciéndose en sacrificio?
No lo permitiría; la tomó del cabello y se miraron fijamente.
SHANER: No lo hagáis.
TEDRA: Es lo mejor, Shaner. Prefiero sufrir por tu amor que llorar por tu muerte.
Esas palabras calaron hondo en el guerrero…
¿Eso también era amor? ¿Arriesgarse y sacrificarse era amor?
Tedra se soltó de él y le besó suavemente los labios.
TEDRA: Te amo.
Tras despedirse con esa confesión, se incorporó y se plantó frente a Cian en actitud valiente.
TEDRA: Seré tuya a cambio de la vida de los míos.
CIAN: Eres hermosa, pero siempre me gustó tu carácter salvaje.
La tomó del brazo y se la entregó al emperador Yimbo.
Falon gruñó y dio un paso adelante, pero los hombres de armadura granate alzaron sus arcos para apuntarlos con las flechas, deteniendo así cualquier indicio de ataque.
CIAN: Zaebard, tienes tres días para irte del reino con todos los tuyos, incluidos los soldados. De lo contrario, mataré a Tedra y regresaré para terminar con lo que hoy empecé.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Era de noche y la luz de la luna llena apenas iluminaba el sendero lleno de árboles, flores y piedras.
Pero ella seguía corriendo sin mirar atrás. Sin importarle que iba descalza y que las piedras lastimaban sus delicados pies.
Solo deseaba huir de la guerra, de la destrucción y de la sangre.
Una nube ocultó la luna y el sendero quedó a oscuras.
La joven tropezó y cayó de bruces al suelo, lastimándose así las palmas de sus manos.
Alzó el rostro y se vio en medio de un interminable descampado lleno de cadáveres ensangrentados.
Gritó y se levantó rápido, tratando de no tocarlos.
El olor a podrido le provocó náuseas y mareos; miró a su alrededor en busca de alguna persona viva, pero tan solo había silencio y desolación.
Oh, Dios… ¿Qué debía hacer?
De pronto, uno de los cadáveres le agarró el tobillo, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera de nuevo al suelo.
Varios cadáveres comenzaron a moverse y a situarse sobre ella, enterrándola y llenándola de sangre.
Azalea gritó y pataleó hasta que alguien la sacó de sus pesadillas.
Despertó y se vio en su cama, con Kupó y Mog mirándola, semi dormidos.
KUPÓ: Una pesadilla, kupó…
MOG: ¿Estás bien?
AZALEA: La guerra…me persigue en los sueños…
MOG: ¿Quieres un vaso de agua?
AZALEA: No, gracias. Me daré un baño y bajaré a comer algo.
KUPÓ: Nosotros dormiremos un poco más, kupó.
MOG: Eso, eso. Apenas hemos dormido y todavía no sale el sol.
Tras darse un corto pero relajante baño perfumado, Azalea bajó al comedor real y vio a Zaebard sentado a la mesa, con el rostro oculto entre sus manos.
Se acercó y se sentó a su lado.
AZALEA: ¿Has dormido?
ZAEBARD: No he podido.
AZALEA: Deberías descansar almenos un poco antes de decidir qué hacer. Tu mente debe estar fría y relajada.
ZAEBARD: No tengo nada qué decidir. La vida de Tedra y de todos vosotros es más importante que un reino.
AZALEA: No es solo un reino, Zaebard. Es tu hogar; el hogar de tus hijos, de tu esposa. Es el lugar dónde vivieron tus padres, tus abuelos y todas tus generaciones pasadas.
ZAEBARD: Nada es más preciado que la vida de uno mismo, Azalea.
AZALEA: Entonces luchemos todos juntos hasta el final.
Zaebard al fin decidió alzar el rostro para mirarla; su belleza era tan celestial que en cierto modo lograba calmarlo al contemplarla.
ZAEBARD: No arriesgaré la vida de nadie. Y en cuanto a este tema, yo…
Sus palabras fueron interrumpidas por el golpe de la puerta al abrirse por Falon y Dalden, que entraron con un aura alterada y enojada.
ZAEBARD: ¿Qué ocurre?
DALDEN: Falon está empeñado en presentarse en el imperio de Yimbo él solo.
ZAEBARD: No cometas esa locura, Falon.
FALON: Locura es que mi hermana esté allí, dentro de la guarida del enemigo. Locura es que se sacrifique por todos nosotros. ¡Locura es que termine casándose con aquél bastardo!
ZAEBARD: Lo único que conseguirás yendo será que te maten además de poner en peligro a Tedra.
FALON: No pienso quedarme de brazos cruzados y permitir que Cian se case con ella y se quede con todo tu reinado.
Dicho eso, salió del comedor, seguido por una nerviosa Azalea; lo alcanzó a mitad del pasillo y lo detuvo del brazo, obligándolo a voltearse para que la mirara.
AZALEA: Por favor, Falon.
Al verla sumamente preocupada, el príncipe le acarició la mejilla con suavidad; deslizó la otra mano por su delicado brazo hasta enlazar sus dedos con los suyos.
AZALEA: No vayas.
FALON: Nada me retiene aquí, Azalea. Necesito a mi hermana sana y salva, aquí conmigo.
AZALEA: ¿Cómo puedes decir que nada te retiene aquí?
FALON: Es así; estimo y aprecio a Zaebard y a los demás, pero a ti no te tengo, por eso me voy.
Le dio un beso en la mejilla y comenzó a alejarse por el pasillo, provocando que a ella se le formase un nudo en la garganta.
¿Se marchaba así sin más?
AZALEA: ¿Entonces por qué me proteges?
Él se detuvo, pero no se dio la vuelta.
Ella apretó los puños y continuó acribillándolo con preguntas a pesar de que su voz sonaba temblorosa.
AZALEA: ¿Por qué me abrazas? ¿Por qué me besas y me tocas? ¿Por qué me defiendes? ¿Por qué me cuidas? ¿Por qué te preocupas por mí?
FALON: Porque te amo.
Esa frase la debilitó, llevándola más allá de sus sentimientos.
AZALEA: Si me amas, quédate.
FALON: Lo que pides es injusto.
AZALEA: ¿Por qué?
FALON: Porque tú no sabes a quién escoger. Yo no daré más de lo que tú das, Azalea.
AZALEA: No te pido que me des más; simplemente quiero que te quedes y esperes.
FALON: Si tuviera una mínima posibilidad de tenerte para siempre, te juro que me quedaría.
AZALEA: No pidas algo a cambio, Falon. Tú no entiendes lo horrible que es sentirse así, yo…
FALON: No digas más. Ahora lo primero es rescatar a Tedra.
Harta de su frialdad y de su falta de comprensión, Azalea rompió a llorar, y sin importarle que el reino entero la oyera gritar, soltó todo lo que la había estado ahogando…
AZALEA: ¡Eres un egoísta y un insensible! ¡Si estoy así de confusa es por culpa tuya! ¡Sé que cometí el error de dejar pasar mucho tiempo para decirte la verdad! ¡Pero te pedí perdón, te expliqué mis miedos, te supliqué comprensión! ¡Y lo único que hiciste fue escoger el odio aun cuando ya me amabas! ¡Tú decidiste sacarme de tu vida! ¡Tú me abandonaste! ¡Tú me empujaste a los brazos de Challen!
Se cubrió la boca con las manos y continuó llorando amargamente.
Ya lo había soltado todo; ¿entonces por qué se sentía peor? ¿Acaso no debería sentirse mejor?
Ella había perdonado a Falon además de comprender su enojo por las mentiras; ¿por qué no podía hacerlo él también?
Bueno, era momento de cerrar ese capítulo; no merecía seguir sufriendo.
Para su sorpresa, Falon se acercó a ella y la tomó de los hombros para mirarla con dolor.
FALON: Dios mío, Azalea... Perdóname... Tienes razón... Tus palabras...tus lágrimas... Lo siento.
La abrazó con fuerza y le acarició la espalda, demostrándole en silencio su arrepentimiento.
A pesar de su resignación, ella le devolvió el abrazo, desesperada por dejar atrás la rabia y el resentimiento.
FALON: Perdóname por ser un estúpido…
AZALEA: Quédate, por favor.
FALON: Sí, mi amor; me quedaré.
Dicho eso, la cogió en brazos y la llevó hasta su habitación. La acostó sobre la cama y le secó las lágrimas con absoluta paciencia.
Tras mirarla largamente con intensidad, se dispuso a desnudarla con toda la lentitud y ternura del mundo.
La llenó de caricias y besos hasta llevarla al delirio; le hizo el amor suavemente, como si fuera una delicada muñeca de cristal.
La amó con cada suspiro, con cada gemido, con cada latido de corazón, con cada poro de su piel.
Y Azalea se dejó amar; se entregó, se deleitó y se enamoró más de lo que ya estaba.
En ese preciso momento, las dudas, el rencor, el odio y el pasado…desaparecieron.
_____________________________________________________________
TO BE CONTINUED...
PARTE 3
Al ver que los enemigos se retiraban, Falon se secó el sudor de la frente con el brazo y suspiró con alivio; miró con atención a todos los soldados que habían muerto y cerró los ojos para rezar una plegaria por sus almas.
Cuando los abrió se encontró con la mirada empañada de Zaebard; el dolor de perder a hombres en una guerra innecesaria era demoledor.
Falon respiró hondo y se adentró en el castillo para verificar que los estudiantes y los profesores estaban bien, incluidos Dalden y Challen, los cuales yacían sentados en el suelo y apoyados en la pared, descansando tras la breve lucha.
Entonces subió a la torre más alta e intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada.
FALON: Azalea, soy yo; ábreme.
Tras unos segundos de absoluto silencio, la puerta se abrió y apareció la chica, con los ojos bien abiertos y cargados de miedo.
AZALEA: ¿Se ha…acabado?
Como respuesta, el príncipe la abrazó con fuerza, aspirando su dulce aroma a flores.
Azalea se aferró a él como si fuera el último día de su vida; su corazón latía con fuerza y su piel anhelaba el contacto del cuerpo de ese chico… Pero no era precisamente el momento. Tenía que comprobar que sus mascotas, que Lilly, Challen y los demás estuvieran bien.
Challen…
Apartó a Falon y se tocó las mejillas sonrojadas, que le ardían.
AZALEA: Quiero…ver a Kupó y a Mog.
FALON: Gracias a los dioses todos están sanos y salvos, pero no vi a tus mascotas.
AZALEA: Las dejé en mi estancia.
Tras decir eso, salió corriendo hacia allí y al entrar, suspiró con alivio al ver a sus mascotas junto a la cocinera y las sirvientas.
AZALEA: Ya ha terminado todo.
COCINERA: Gracias por ayudarnos, Alteza.
Falon llegó después y sonrió al ver a todo ese ejército de servidumbre en la alcoba de la princesa; no podía negar que Azalea poseía buen corazón.
Les dijo que bajasen a la cocina para preparar algo de comer, pero todo seguía vacío, así que salieron al jardín y Falon sintió que su mundo se derrumbaba.
Ante él se encontraba Cian, sujetando a Tedra desde atrás y amenazándole el cuello con un afilado puñal.
Shaner parecía malherido además de permanecer arrodillado en el suelo y vigilado por la espada de un enemigo.
Zaebard, Dalden, Challen y los soldados miraban la escena con inquietud.
Falon gruñó y se dirigió hacia Cian mientras sacaba la espada, pero Zaebard lo detuvo del brazo.
ZAEBARD: No arriesgues la vida de tu hermana. Veamos qué quiere ese traidor.
Todos vieron cómo Cian pasaba su mano por la cintura de la princesa con gesto lascivo; Shaner tuvo que apretar los dientes para no gritar de la impotencia.
CIAN: Comprenderás el motivo de mi ataque al castillo, Zaebard.
ZAEBARD: ¿Qué es lo que quieres?
CIAN: Por vuestra culpa me quedé sin el Oráculo de Aion y la mayoría de los que se asociaron a mí me dieron la espalda. Para peor, me encerraste en el calabozo.
ZAEBARD: ¿Qué castigo esperabas por haberme traicionado además de haber puesto en peligro a la ciudad entera?
CIAN: Tal y como tu guerrero me ha dicho, debiste haberme matado. Pero me subestimaste y ahora estoy aquí, dispuesto a cobrármelas todas.
ZAEBARD: Ya tienes la libertad. Dime qué más quieres y lárgate de mi ciudad.
CIAN: ¿Crees que me conformaré con un poco de tus riquezas junto con mi libertad? No, Zaebard.
Miró a Falon, después a Shaner y de nuevo al rey, sonriendo con triunfo, provocando escalofríos a los presentes.
CIAN: Quiero tu reino, Zaebard.
ZAEBARD: ¿Qué?
Falon dio un paso al frente, pero el rey lo detuvo de nuevo.
FALON: ¿Cómo te atreves a exigirle eso a un rey?
CIAN: Cada uno lucha por obtener lo que desea, y a mí no me importa pisar a todo aquél que se cruce en mi camino.
ZAEBARD: Si te entrego mi reino, jamás serás rey de Aion; los soldados se rebelarán en tu contra. Te matarían sin dudarlo.
CIAN: Oh, tengo la solución para que eso no ocurra.
Sacó algo del bolsillo de su capa y obligó a Tedra a que lo mirase; entonces tomó su mano y le colocó un anillo en el dedo corazón.
CIAN: La princesa Tedra será mi esposa.
Tedra empalideció. Falon gritó y Zaebard no dejó de sujetarlo. Y Shaner fue el único que reaccionó con impulsividad, alzándose de un salto y esquivando la espada del enemigo para luego quitársela con rapidez.
Entonces se abalanzó sobre Cian y cayeron al suelo; empezaron a luchar con las espadas, esquivándose mutuamente y tratando de levantarse cada dos por tres.
Tedra aprovechó para correr hacia Falon, el cual la abrazó con fuerza.
Los hombres de ropas oscuras quisieron atacar a Shaner, pero los soldados de Aion los señalaron con sus armas, haciéndolos retroceder.
Con angustia, todos vieron cómo Shaner y Cian luchaban con ímpetu, pero el guerrero estaba en desventaja ya que tenía un tajo en el brazo con el que usaba la espada y llevaba rato perdiendo sangre, minando así sus fuerzas.
Tedra se aferraba a Falon con la vista clavada en su amado y con el corazón latiéndole a toda velocidad.
El hecho de que Shaner hubiera decidido atacar cuando Cian había mencionado las palabras “mi esposa” hizo que ella se llenase de amor puro y desenfrenado; estaba claro que el joven capitán sentía algo muy fuerte por ella, pero sus temores le impedían amarla.
De pronto, en un golpe de suerte, Shaner logró desarmar a su oponente y lo amenazó con la espada.
SHANER: He ganado, así que márchate.
Antes de que el traidor pudiera responder, de entre los árboles salió una flecha que voló por encima de los hombres y se clavó en el pecho de Shaner, lanzándolo de espaldas al suelo.
Tedra gritó y quiso correr hacia él, pero Falon no se lo permitió.
Zaebard se moría de ganas por matar a Cian y poder ayudar a su fiel guerrero, pero no podía poner en peligro a los demás, pues estaba claro que en el bosque estaban ocultos los refuerzos de ese maldito cretino.
Con una gran sonrisa, Cian tomó la espada del suelo y puso la punta en el cuello de Shaner, el cual sudaba y gemía a causa de la flecha clavada en su pecho.
CIAN: He ganado yo.
Efectivamente, de entre los árboles salieron más hombres con armadura granate junto con el emperador Yimbo.
CIAN: Siempre me caíste mal, Shaner. Fuiste robándome poco a poco el puesto de capitán y amigo fiel del rey. Pero al fin voy a liquidarte. Serás un obstáculo menos.
Alzó la espada, el tiempo se detuvo, Zaebard apartó la mirada, Falon abrazó con más fuerza a Tedra, la cual observaba cómo la muerte esperaba a Shaner al final del camino.
Dalden, Challen y Azalea no podían creer que eso estuviera sucediendo de verdad.
Shaner cerró los ojos y esperó en silencio a que llegase la muerte. Pronto se reuniría con sus padres y con sus amigos; le había fallado a Zaebard y ese era el castigo que debía aceptar.
Se despidió de Falon y de los demás alzando un poco la mano. Ese era su final…
TEDRA: ¡No!
El grito de esa terca princesa lo obligó a abrir los ojos y la vio soltarse de Falon para correr hacia él.
¡Por todos los infiernos, no!
Quiso gritarle que se detuviera pero la voz murió en su garganta; se sentía demasiado débil.
Entonces Tedra se abalanzó sobre el guerrero para abrazarlo y la espada se detuvo a escasos centímetros de su delicada espalda.
Shaner sintió el cálido aliento de la chica junto a su oído además de sus tibias lágrimas en el mentón.
CIAN: Estúpida mocosa, apártate ahora mismo.
TEDRA: ¡No! (alzando el rostro para desafiarlo) Seré tu esposa, pero no lo mates. Me casaré contigo y trataré de convencer a Zaebard para que te ceda su reino. Pero…por favor…no mates a nadie más…
El sollozo terminó por ahogarla, y pronto Shaner sintió que la furia volvía con fuerzas renovadas.
¿En qué demonios estaba pensando esa jovencita ofreciéndose en sacrificio?
No lo permitiría; la tomó del cabello y se miraron fijamente.
SHANER: No lo hagáis.
TEDRA: Es lo mejor, Shaner. Prefiero sufrir por tu amor que llorar por tu muerte.
Esas palabras calaron hondo en el guerrero…
¿Eso también era amor? ¿Arriesgarse y sacrificarse era amor?
Tedra se soltó de él y le besó suavemente los labios.
TEDRA: Te amo.
Tras despedirse con esa confesión, se incorporó y se plantó frente a Cian en actitud valiente.
TEDRA: Seré tuya a cambio de la vida de los míos.
CIAN: Eres hermosa, pero siempre me gustó tu carácter salvaje.
La tomó del brazo y se la entregó al emperador Yimbo.
Falon gruñó y dio un paso adelante, pero los hombres de armadura granate alzaron sus arcos para apuntarlos con las flechas, deteniendo así cualquier indicio de ataque.
CIAN: Zaebard, tienes tres días para irte del reino con todos los tuyos, incluidos los soldados. De lo contrario, mataré a Tedra y regresaré para terminar con lo que hoy empecé.
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Era de noche y la luz de la luna llena apenas iluminaba el sendero lleno de árboles, flores y piedras.
Pero ella seguía corriendo sin mirar atrás. Sin importarle que iba descalza y que las piedras lastimaban sus delicados pies.
Solo deseaba huir de la guerra, de la destrucción y de la sangre.
Una nube ocultó la luna y el sendero quedó a oscuras.
La joven tropezó y cayó de bruces al suelo, lastimándose así las palmas de sus manos.
Alzó el rostro y se vio en medio de un interminable descampado lleno de cadáveres ensangrentados.
Gritó y se levantó rápido, tratando de no tocarlos.
El olor a podrido le provocó náuseas y mareos; miró a su alrededor en busca de alguna persona viva, pero tan solo había silencio y desolación.
Oh, Dios… ¿Qué debía hacer?
De pronto, uno de los cadáveres le agarró el tobillo, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera de nuevo al suelo.
Varios cadáveres comenzaron a moverse y a situarse sobre ella, enterrándola y llenándola de sangre.
Azalea gritó y pataleó hasta que alguien la sacó de sus pesadillas.
Despertó y se vio en su cama, con Kupó y Mog mirándola, semi dormidos.
KUPÓ: Una pesadilla, kupó…
MOG: ¿Estás bien?
AZALEA: La guerra…me persigue en los sueños…
MOG: ¿Quieres un vaso de agua?
AZALEA: No, gracias. Me daré un baño y bajaré a comer algo.
KUPÓ: Nosotros dormiremos un poco más, kupó.
MOG: Eso, eso. Apenas hemos dormido y todavía no sale el sol.
Tras darse un corto pero relajante baño perfumado, Azalea bajó al comedor real y vio a Zaebard sentado a la mesa, con el rostro oculto entre sus manos.
Se acercó y se sentó a su lado.
AZALEA: ¿Has dormido?
ZAEBARD: No he podido.
AZALEA: Deberías descansar almenos un poco antes de decidir qué hacer. Tu mente debe estar fría y relajada.
ZAEBARD: No tengo nada qué decidir. La vida de Tedra y de todos vosotros es más importante que un reino.
AZALEA: No es solo un reino, Zaebard. Es tu hogar; el hogar de tus hijos, de tu esposa. Es el lugar dónde vivieron tus padres, tus abuelos y todas tus generaciones pasadas.
ZAEBARD: Nada es más preciado que la vida de uno mismo, Azalea.
AZALEA: Entonces luchemos todos juntos hasta el final.
Zaebard al fin decidió alzar el rostro para mirarla; su belleza era tan celestial que en cierto modo lograba calmarlo al contemplarla.
ZAEBARD: No arriesgaré la vida de nadie. Y en cuanto a este tema, yo…
Sus palabras fueron interrumpidas por el golpe de la puerta al abrirse por Falon y Dalden, que entraron con un aura alterada y enojada.
ZAEBARD: ¿Qué ocurre?
DALDEN: Falon está empeñado en presentarse en el imperio de Yimbo él solo.
ZAEBARD: No cometas esa locura, Falon.
FALON: Locura es que mi hermana esté allí, dentro de la guarida del enemigo. Locura es que se sacrifique por todos nosotros. ¡Locura es que termine casándose con aquél bastardo!
ZAEBARD: Lo único que conseguirás yendo será que te maten además de poner en peligro a Tedra.
FALON: No pienso quedarme de brazos cruzados y permitir que Cian se case con ella y se quede con todo tu reinado.
Dicho eso, salió del comedor, seguido por una nerviosa Azalea; lo alcanzó a mitad del pasillo y lo detuvo del brazo, obligándolo a voltearse para que la mirara.
AZALEA: Por favor, Falon.
Al verla sumamente preocupada, el príncipe le acarició la mejilla con suavidad; deslizó la otra mano por su delicado brazo hasta enlazar sus dedos con los suyos.
AZALEA: No vayas.
FALON: Nada me retiene aquí, Azalea. Necesito a mi hermana sana y salva, aquí conmigo.
AZALEA: ¿Cómo puedes decir que nada te retiene aquí?
FALON: Es así; estimo y aprecio a Zaebard y a los demás, pero a ti no te tengo, por eso me voy.
Le dio un beso en la mejilla y comenzó a alejarse por el pasillo, provocando que a ella se le formase un nudo en la garganta.
¿Se marchaba así sin más?
AZALEA: ¿Entonces por qué me proteges?
Él se detuvo, pero no se dio la vuelta.
Ella apretó los puños y continuó acribillándolo con preguntas a pesar de que su voz sonaba temblorosa.
AZALEA: ¿Por qué me abrazas? ¿Por qué me besas y me tocas? ¿Por qué me defiendes? ¿Por qué me cuidas? ¿Por qué te preocupas por mí?
FALON: Porque te amo.
Esa frase la debilitó, llevándola más allá de sus sentimientos.
AZALEA: Si me amas, quédate.
FALON: Lo que pides es injusto.
AZALEA: ¿Por qué?
FALON: Porque tú no sabes a quién escoger. Yo no daré más de lo que tú das, Azalea.
AZALEA: No te pido que me des más; simplemente quiero que te quedes y esperes.
FALON: Si tuviera una mínima posibilidad de tenerte para siempre, te juro que me quedaría.
AZALEA: No pidas algo a cambio, Falon. Tú no entiendes lo horrible que es sentirse así, yo…
FALON: No digas más. Ahora lo primero es rescatar a Tedra.
Harta de su frialdad y de su falta de comprensión, Azalea rompió a llorar, y sin importarle que el reino entero la oyera gritar, soltó todo lo que la había estado ahogando…
AZALEA: ¡Eres un egoísta y un insensible! ¡Si estoy así de confusa es por culpa tuya! ¡Sé que cometí el error de dejar pasar mucho tiempo para decirte la verdad! ¡Pero te pedí perdón, te expliqué mis miedos, te supliqué comprensión! ¡Y lo único que hiciste fue escoger el odio aun cuando ya me amabas! ¡Tú decidiste sacarme de tu vida! ¡Tú me abandonaste! ¡Tú me empujaste a los brazos de Challen!
Se cubrió la boca con las manos y continuó llorando amargamente.
Ya lo había soltado todo; ¿entonces por qué se sentía peor? ¿Acaso no debería sentirse mejor?
Ella había perdonado a Falon además de comprender su enojo por las mentiras; ¿por qué no podía hacerlo él también?
Bueno, era momento de cerrar ese capítulo; no merecía seguir sufriendo.
Para su sorpresa, Falon se acercó a ella y la tomó de los hombros para mirarla con dolor.
FALON: Dios mío, Azalea... Perdóname... Tienes razón... Tus palabras...tus lágrimas... Lo siento.
La abrazó con fuerza y le acarició la espalda, demostrándole en silencio su arrepentimiento.
A pesar de su resignación, ella le devolvió el abrazo, desesperada por dejar atrás la rabia y el resentimiento.
FALON: Perdóname por ser un estúpido…
AZALEA: Quédate, por favor.
FALON: Sí, mi amor; me quedaré.
Dicho eso, la cogió en brazos y la llevó hasta su habitación. La acostó sobre la cama y le secó las lágrimas con absoluta paciencia.
Tras mirarla largamente con intensidad, se dispuso a desnudarla con toda la lentitud y ternura del mundo.
La llenó de caricias y besos hasta llevarla al delirio; le hizo el amor suavemente, como si fuera una delicada muñeca de cristal.
La amó con cada suspiro, con cada gemido, con cada latido de corazón, con cada poro de su piel.
Y Azalea se dejó amar; se entregó, se deleitó y se enamoró más de lo que ya estaba.
En ese preciso momento, las dudas, el rencor, el odio y el pasado…desaparecieron.
_____________________________________________________________
TO BE CONTINUED...
SweeT PrincesS- Mensajes : 124
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Re: Azalea, Flor Del Desierto (Entre El Amor Y El Odio) CAPÍTULO 20
Pobre Tedra, sacrificarce por los demás y obvio por Shaner. Siempre me eh preguntado ¿el rey ama a Azalea?
Al fin, Falon hizo algo bueno, pero por cada cosa buena que hace.........hace diez cosas malas xD
Maldito Cian y pobre Shaner y Zaebard u.u
Al fin, Falon hizo algo bueno, pero por cada cosa buena que hace.........hace diez cosas malas xD
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~Shia~- Mensajes : 332
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